No hay mejor ficción que la que se nutre de retazos de realidad. Así debió pensar Hermelo Molero cuando se embarcó en la aventura de escribir su primer libro. El responsable del grupo de drogas de la Ertzainetxea de Bilbao acaba de publicar El Rey de Pikas (Caligrama), una novela policíaca basada en las experiencias que ha acumulado durante más de veinte años al frente de la citada unidad. "El único problema que tiene esta sociedad para consumir droga es la cartera", asegura el policía y escritor que desgrana las dificultades para investigar a las personas dedicadas al narcotráfico. "Hay un problema de consumo y el consumo lo genera la riqueza. En Euskadi tenemos de los mayores niveles económicos que hay en el Estado. Y hay bastante consumo", revela.

De hecho, Molero declara con conocimiento de causa que en las calles de Euskadi hay bastante más droga de la que nos gustaría admitir como sociedad. Por eso, quien quiere consumir y tiene recursos, consume. "Todo el esfuerzo que se hace a nivel policial y judicial para dificultar el acceso a las drogas se ve frustrado", considera este policía nacido en Burgos que incluye diversas localidades de la geografía vasca en su novela, desde Ondarroa o Bermeo hasta Donostia. "Hay cientos de miles de familias hundidas porque alguno de sus miembros es consumidor y ha buscado la ruina a sí mismo y a todo su entorno. Todos conocemos gente que consume droga a nuestro alrededor, aunque no se haga público", asegura Molero, quien diferencia a los consumidores según su franja de edad y su estrato social.

Según su experiencia, el primer contacto con las drogas en adolescentes comienza con la marihuana y el hachís. "Cuando van madurando, muchos de ellos dejan de consumir, pero algunos continúan y comienzan a incluir otras drogas más de ocio: derivados anfetamínicos, como el speed, o el éxtasis", indica Hermelo Molero. De entre 25 a 35 años, comienzan los primeros contactos "con la reina de las drogas, que es la cocaína, la más cara y la que tiene mejor empaque, la que mejor vista está". Después, cita el caso de la heroína, una droga que no es de ocio, sino que la consumen aquellos que "intentan mantener situaciones con su yo interno". El policía admite que, "por suerte", prácticamente desapareció en la década de los 90. "Ahora tenemos un pequeño repunte que esperamos que sea temporal", afirma.

En cuanto al estrato social de los consumidores, por una parte, cita al perteneciente a las capas más débiles, aquel que consume droga de peor calidad y su deterioro es más visible. "Luego está el consumo en las capas más altas de la sociedad, económicamente hablando. Pasan de forma más desapercibida y están más integrados porque no tienen que robar o trapichear para poder mantener ese consumo", admite el policía. El grupo que está en exclusión corresponde al perfil de traficantes con el que más contacto tiene la Ertzaintza, al menos en las unidades que se dedican a la escala más básica. "Además hay un grupo dedicado al tráfico de drogas de más entidad, que es el grupo que yo dirijo", expone Molero. "Mis experiencias profesionales se basan en grandes investigaciones que pueden durar meses, incluso años. Eso es lo que te genera entramados mucho más complejos, con un mayor número de individuos implicados en tramas más organizadas", añade.

En la ficción La realidad de la droga es una, pero las creencias instaladas en el imaginario colectivo son otras. "Galicia en el Estado es como Colombia para el resto del mundo", reconoce el escritor, consciente de que en la ficción se ha explotado esa imagen. "Siempre ha tenido una lacra en relación al narcotráfico porque durante muchos años las grandes estructuras mafiosas estaban establecidas en Galicia, al menos visualmente", explica. Con todo, indica que en muchos casos las operaciones estaban dirigidas desde Madrid. "En Euskadi tenemos nuestros propios traficantes, que no llegan ni de lejos al nivel de organización ni de tamaño que los de Galicia o Madrid. Lo que ocurre es que probablemente no se ha escrito mucho sobre ello", revela. De hecho, considera que "las series, y la mala información, nos llevan al error de pensar que los narcotraficantes son de otras nacionalidades". Nada más lejos de la realidad: "En Euskadi tenemos nuestros propios traficantes, con nombres y apellidos vascos".

Precisamente, es Igor Salazar el nombre elegido para el jefe de la importante organización criminal dedicada a la importación de cocaína que protagoniza la novela El Rey de Pikas. "Es un personaje ficticio realizado con fragmentos de otras personas que he conocido. Es como un Frankenstein", explica Molero. Le sigue la pista Javier Navarro, jefe del grupo de drogas de la comisaría de Bilbao. ¿Su alter ego? "A nivel personal es mucho más listo que yo, pero sus ojos ven muchas de las cosas que yo he visto", aclara el escritor. "En la novela quiero reflejar que hasta el propio gran capo es una marioneta de otros grupos más potentes. Nadie es dueño de su actividad en la droga. Puedes ser el más grande de Bizkaia o de Euskadi, pero por encima de ti hay alguien que hace que sigas teniendo miedo", expone.

Gran lector, Hermelo Molero está al día de la actualidad literaria, sobre todo en el género policial. "Probablemente la mayoría de las novelas están mejor escritas que la mía, porque han sido redactadas por escritores profesionales más experimentados. Pero dudo que se pueda encontrar en el mercado una novela con mayor rigor policial que la mía", explica sobre las virtudes de su libro, que ha sido una sorpresa en su comisaría. "Lo escribí durante el verano pasado, solo mi mujer sabía que lo estaba escribiendo", declara el policía, que se muestra satisfecho con el feedback de sus compañeros, cuyo trabajo ha tratado de poner en valor. "Ahora estoy escribiendo una segunda novela, de forma más sosegada. No tendrá nada que ver con la primera, aunque algunos personajes, como Javier Navarro, repetirán", adelanta.