Organizaron yincanas, dibujaron bichitos en las manos de sus hijas e hicieron encaje de bolillos para compaginar el teletrabajo con el cuidado de sus hijos; asistieron al furor que volatilizó el papel higiénico de los lineales de los supermercados, mientras veían el miedo en los ojos de sus clientes; pasaron meses y meses solos en sus casas, con el móvil como cómplice para mantener el contacto con familiares y amigos, y tiraron de imaginación e ingenio para paliar la suspensión de las clases presenciales en los centros escolares

Tres vizcainos y una familia bilbaina comparten cómo vivieron aquel confinamiento domiciliario que comenzó un 15 de marzo como hoy hace ahora un año. "Fue un shock. Aunque veías que la situación se iba complicando por momentos, fue un cambio muy brusco. Hacíamos nuestra vida tan normal y, de repente, todo se paró", coinciden todos ellos.

Con las luces del día, aquel 15 de marzo marcó un antes y un después en la vida de los vizcainos. Se impuso un confinamiento domiciliario inédito para muchas generaciones, que vació las calles y metió a la gente en sus casas. Los que tuvieron que seguir yendo a trabajar lo hacían ante el asombro de ver calles desérticas donde antes había bullicio y actividad, y el miedo a contagiarse, y contagiar a sus familias, de un virus que pululaba por las calles absolutamente sin control, y del que en aquel momento había pocas, muy pocas, certezas.

Las compras se volvieron compulsivas ante el miedo a un desabastecimiento de alimentos y, aunque al principio muy pocas personas contaban con mascarillas que se agotaron, en los supermercados se empezaron a instaurar las distancias de seguridad y el límite de aforo. Las familias compaginaron, como pudieron, el trabajo y el cuidado de unos niños que también vieron sus clases presenciales suspendidas y que, en aquellos primeros días de pandemia, eran considerados supercontagiadores, lo que eliminaba el comodín de los abuelos de la ecuación. Al otro lado de las pantallas, los profesores hacían malabares para mantener el ánimo de unos menores encerrados en sus casas, sin contacto con sus iguales, y en algunas casas, personas que viven solas pasaron semanas y semanas sin relacionarse prácticamente con nadie. Aitziber, Iñaki, Lola, María y Aitor Xabier ponen rostros a todos ellos.

Aitziber Etxeberria: "La gente tenía mucho miedo a quedarse sin comida"Aitziber Etxeberria:

Iñaki Zulueta: "Ha demostrado que el colegio es más que las asignaturas"Iñaki Zulueta:

Lola Luna: "Durante tres meses solo vi a las enfermeras y el médico"Lola Luna:

María y Aitor Xabier: "Fue estresante pero pudimos pasar mucho tiempo juntos"María y Aitor Xabier: