Se convirtió en nazareno e incluso en explorador en el Amazonas desde el baño de su casa en unos vídeos llenos de humor. Todo por mantener vivo el entusiasmo y la cercanía con unos alumnos que, desde el 13 de marzo, solo pudo ver a través de una webcam. Iñaki Zulueta, docente del Colegio Trueba de Artxanda con 35 años de experiencia, se sumó a unas clases on line que el confinamiento impuso en toda Euskadi. "Se pueden dar clases por webcam, enviar tareas y corregirlas de vuelta. Pero si algo ha demostrado esta pandemia es que los colegios son mucho más que asignaturas; es convivencia, comunidad... Es la vida, y se nos iba entre los dedos", reflexiona.

"Fue de la noche a la mañana, de repente. Lo anunciaron el 12 y el 13 ya no hubo clases", recuerda este docente. Sabe que a su favor jugó el hecho de que su centro escolar estaba ya digitalizado. Aún así, fue una inmersión radical sin margen de ensayo ni preparación previa. "Era solo una teoría, un complemento a las clases normales. Era una quimera, ¿quién iba a pensar que nos íbamos a confinar?". La incertidumbre fue la tónica generalizada aquellos primeros días de confinamiento, "con la duda de cómo iba a terminar el curso, cómo íbamos a seguir manteniendo las clases... Hasta que fuimos viendo que era posible y que la cosa iba razonablemente bien". A su favor contó que la mayoría de los alumnos del centro tenía en sus casas equipos informáticos con los que mantener esa educación a distancia en buenas condiciones -"que pudieron disfrutar todos los escolares", advierte-, y la colaboración de las familias, "que fue muy buena desde el principio". Él también disponía de un espacio donde poder trabajar en casa e incluso grabar esos vídeos en clave de humor en los que se metía en la piel de diferentes personajes como preámbulo de cada nueva unidad y que se volvieron virales. Un entusiasmo que llevó a su propio día a día, sacando los bafles al balcón tras los aplausos y deleitando a sus vecinos con una pieza musical diferente cada día. "Un día nos llegó un ramo de flores con una tarjeta muy emotiva de uno de ellos, agradeciendo aquel gesto". Un año después, hace un balance positivo de cómo se logró terminar el curso. "Me satisfizo enormemente la respuesta de los chavales", avala.

"La clases 'on line' eran solo teoría, una quimera. ¿Quién iba a pensar que nos íbamos a confinar?"

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