El papel lo aguanta todo, pero la vida que transciende al plano topográfico es mucho más complicada y más caprichosa también. Por eso, cuando se producen situaciones como las que vivimos en estos momentos las líneas que marcan planos poco tienen que ver con la línea de la vida. Se dan circunstancias tan paradójicas como absurdas. Un edificio con pisos que corresponden a dos municipios diferentes, una frutería que colinda con una tienda de alimentación que corresponde a poblaciones distintas. O incluso un paso de cebra que pone en jaque la permisividad en tiempos de pandemia. Vivir en el límite nunca había sido más que una anécdota, pero en tiempos de pandemia acarrea algún que otro contratiempo. Mañana, cuando entren en vigor las nuevas medidas decretadas por el Gobierno vasco, esta casuística volverá a ser casi una anécdota.Jesús García Martínez regenta desde hace cinco años un kiosco de revistas y periódicos en el barrio leioztarra de Lamiako. Sus clientes habituales, sin embargo, son vecinos de Las Arenas. Eso de debe a que le separa de Getxo, un paso de cebra, y en cambio está a unos kilómetros del centro de Leioa. Nunca se lo había planteado. “El centro de Leioa queda muy lejos de esta calle mientras que Las Arenas está enfrente”, explica García Martínez. Tan enfrente como que le separan diez metros como máximo. Pero esos diez metros son ahora lo que a los vecinos les hipoteca a cruzar sin permiso si quieren ir a comprar el periódico o incluso si se acercan a las tres cadenas de supermercados que se encuentran prácticamente en la misma acera.

En el tiempo que han durado las restricciones de movilidad entre municipios colindantes, aunque se tratara de actividades comerciales, García Martínez confiesa que él no ha tenido problemas, pero es consciente de que hay gente a la que, por si acaso, le da miedo cruzar a comprar. La multa por saltarse el linde perimetral asciende a 600 euros, una cantidad nada desdeñable como para jugársela.

La casuística en esta zona podría llevar a pensar en el absurdo, aunque cierto es como explican los urbanistas que “en algún punto hay que establecer el límite entre municipios”. Además, los pueblos van creciendo y a menudo se hacen contiguos cuando en el diseño original de su Plan de Ordenación Urbana estaban construidos en torno a núcleos mucho más definidos. Eso, que por lo general contribuye a unificar un territorio, se encuentra con circunstancias menos defendibles cuando los sometemos a las restricciones de una pandemia como la actual.

Un ejemplo es la división que existe entre el bar Aresti, de Leioa, y la frutería de Aranzazu, en Getxo. Se encuentran en la misma calle aunque la fachada es el único signo divisorio ente ambas. Aranzazu, asegura que la gente acude indistintamente, ya sea de Leioa o Getxo, aunque es cierto que en estos últimos tiempos pueden tener más temor a la sanción. Lo mismo dice Verónica, encargada del bar Aresti en el barrio de Lamiako. “La policía hace su trabajo y suele controlar quién se desplaza, pero nosotros no podemos andar pidiendo el carné para ver de qué municipio son”.

La realidad urbanística es que los vecinos de Lamiako tienen más cerca cualquier servicio de Getxo que de Leioa, aunque por su empadronamiento y el pago de sus impuestos les haga leioztarras.

Según explica Teresa, residente en Lamiako, nunca hasta ahora le ha supuesto mayor contratiempo esta situación. Ni siquiera a la hora de usar un gimnasio porque ahora es imposible acceder a cualquiera de los del territorio. En todo caso, se plantea que podría haber sido un problema tener la tarjeta de residente de la OTA, pero como no tiene coche tampoco lo ha echado de menos. De hecho, hasta que se ha producido esta situación ni siquiera le había restado un minuto de sus pensamientos. Se da la circunstancia incluso de un edificio con pisos que corresponden a municipios distintos.

Una rotonda de separación

Un caso similar viven los vecinos de Arrigorriaga a los que les separa una rotonda de los de La Peña. Vecinos con ayuntamientos diferentes. El alcalde de Arrigorriaga llegó a dirigirse al de Bilbao para tratar este asunto porque, debido a las últimas medidas de seguridad anticovid, sus conciudadanos no podían pasar a hacer sus gestiones como realizan habitualmente. Sin embargo, estas no son cuestiones que se dirimen entre alcaldes, puesto que las medidas para preservar la salud se resuelven dentro del Gobierno vasco.

Lo que ocurre a los vecinos de Arrigorriaga es que el núcleo urbano les pilla bastante más a desmano que los servicios que les ofrece La Peña, así que, como dicen Jesús Miguel y Mari Carmen, su vida la realizan en Bilbao. Desde ir al centro de salud, al gimnasio o si van a tomar algo a un bar, y, por supuesto, las compras.

Si una imagen vale más que mil palabras lo cierto es que el cartel de Arrigorriaga y el centro cívico de La Peña entran en el encuadre del objetivo de una foto. Pero, estos días, los vecinos se han sentido viviendo un poco “sin permiso” porque si querían hacer su vida normal, la de cualquier otro vecino en circunstancias de pandemia, se veían obligados a transgredir las leyes. Siempre han confiado en el sentido común de la policía, pero el miedo también ha contrariado a más de uno que se ha visto obligado a cambiar hasta de panadería.

Mañana, afortunadamente, según se congratulan, recuperan su espacio, nunca mejor dicho. Porque hasta ahora los vecinos de Arrigorriaga pagaban menos por algunos impuestos, más baratos en su localidad, pero por otro lado se tienen que privar del 40, el Bilbobus que tiene que dar la vuelta en la rotonda y no puede ir más allá de los limites de Bilbao.

Este capricho topográfico no hace distinción en Euskadi y menos en Bizkaia. Se da entre municipios colindantes con Bilbao, entre pueblos vecinos de Eskuinaldea y lo mismo ocurre en Ezkerraldea. Portugalete y Santurtzi comparten calles y lo mismo le ocurre a Sestao con la localidad jarrillera. Nagore y Óscar, de Portugalete, lo tienen bien presente. Su madre puede asomarse a la ventana y sentirse en medio de Bizkaia.

Lo peor de estos lindes caprichosos ha sido cuando uno de los dos municipios disfrutaba de ventajas, merecidas por su buena situación con respecto al otro. “Ahí es cuando te ves en el impedimento de estar en la zona de todos los días porque perteneces a otro municipio, pero si lo haces corres el riesgo de la sanción”, señala Juan.

Mañana esta prohibición quedará de nuevo en una anécdota porque las medidas anticovid volverán a permitir la movilidad entre municipios para realizar actividades socioeconómicas o esenciales, como ya ocurrió en los primeros meses de la pandemia.

Prohibición. El confinamiento perimetral ha dejado también desiertas las grandes superficies comerciales, pensadas para dar servicio a una comarca, pero situadas en municipios de poca población. Tal ha sido el impacto que han sufrido estos días de restricciones que incluso en algún caso han pensado en el cierre. El centro Gorbeia, por ejemplo, pasó de abastecer a una población de alrededor de 30.000 habitantes a los 1.500 clientes potenciales de Zigoitia, donde se encuentra ubicado. El límite perimetral, como en el caso del Centro Comercial Artea, en Leioa, o Urbil, en Oiartzun, ha hecho peligrar su existencia.

“Un paso de cebra nos separa de un municipio a otro y ahora nos marca la prohibición”

Portugalete

“Por una fachada mi establecimiento pertenece a Getxo en lugar de a Lamiako”

Frutería de Getxo

“Todos los servicios los tenemos más cerca en La Peña que en nuestro pueblo”

Arrigorriaga