Venezuela despidió con admiración a María Trinidad Burgaña Elizgaray. Euskadi hace otro tanto ahora con estas líneas. Nini, como era conocida en familia, fue una mujer con un currículo académico y laboral que pocas personas podrán superar, y con un amor inconmensurable hacia su familia, hijas y nietos. Su padre fue el histórico capitán mercante José María Burgaña, de Mutriku, uno de los dos cargos que protagonizaron la odisea de viajar en los lanchones Donibane y Bigarrena desde Baiona hasta Venezuela con tan solo repostar en Senegal. 16 vascos lograron aquella hazaña como, casualmente, narramos semanas atrás en este diario.

Precisamente en Baiona nació María Trinidad, el 26 de octubre de 1937, en plena Guerra Civil al otro lado del Bidasoa. Con su padre ya en el país americano, su madre Trinidad Elizgaray Bergaretxe, de Donostia, viajó con la descendencia a reunirse en el segundo exilio: Venezuela. "Mi abuela y sus dos hijas llegaron a Venezuela en junio de 1940, en el último barco de pasajeros que salió de Francia justo cuando la Segunda Guerra Mundial se hacía más latente en el país galo", detalla Carolina, una de sus tres hijas.

Nini, mujer profesional donde las haya, comenzó sus estudios en el colegio San José de Tarbes, de carmelitas. El bachillerato lo terminó en El Paraíso. Su formación fue excelente. Se graduó como ingeniera civil en la Universidad Central de Venezuela. Por si fuera poco, también acabó siendo abogada con un posgrado de Derecho administrativo en la Universidad Católica Andrés Bello.

Con aquellos conocimientos y su don de gentes, Burgaña fue empleada en el Instituto Nacional de Obras Sanitarias y trabajó como pasante universitaria hasta escalar a ser directora de Licitaciones y Contratos, Directo de Adquisiciones y Suministros. "Mamá era muy profesional y ética en su trabajo", valora a DEIA desde Australia Carolina, quien va más allá al asegurar que "era muy profesional, competitiva y trabajó donde entonces las mujeres no perseguían esos sueños".

La guipuzcoana también ostentó un importante cargo en el metro de Caracas. "Nuestra madre era una mujer inteligente y con una memoria prodigiosa que tenía como motor a su familia", agrega su descendiente. Nini contrajo matrimonio con otro ingeniero que conoció en días de universidad, el croata Vladimir Kondrat Popovic.

El matrimonio tuvo tres hijas: Carolina Trinidad, ingeniera civil; Ana Isabel, economista, y Johana Elena, comunicadora social. En la actualidad también le llevan en su corazón sus siete nietos: Cristina Carolina, Pedro Andrés, Alexandra, Isabella, Santiago José, Victoria y Alejandra. "Era una abuela muy orgullosa de todos ellos", enfatizan de quien con su familia vivía en Maiquetia, barrio de la capital venezolana que da al mar. Hasta 1945 vivieron en Guaira para después mudarse a Caracas.

El paso del tiempo no hizo olvidar a Nini sus orígenes, su otro mar: el Cantábrico. "Estaba muy orgullosa de sus raíces, de ser vasca y de unas tradiciones que nos ha inculcado a nosotras, sus hijas. Le gustaba, por ejemplo, celebrar el Aberri Eguna. Y ese sentimiento lo llevamos en nuestra sangre. Quizás por ello nosotras también somos tercas como los vascos", parangona Carolina desde el otro lado del charco.

Las aficiones de Nini eran resolver rompecabezas, crucigramas, sudokus, así como dos pasiones más: jardinería y "la comida, como buena vasca", sonríen. La hermana de la finada, Goizane, la recordará siempre como una mujer "intuitiva y perspicaz". Carolina recoge el relevo: "Mamá era una mujer de carácter, pero muy alegre al mismo tiempo, a quien le gustaba mucho viajar".

Falleció el pasado 29 de septiembre a los 82 años, "a punto de cumplir los 83", concluye la familia.

Nini, como la llamaban, "estaba muy orgullosa de sus raíces, de ser vasca, y de unas tradiciones que nos ha inculcado a nosotras"