AY jóvenes contenidos, como Imanol, al que no le "urge", dice, "salir de fiesta". "Habrá que aguantarse hasta que se pase esto y se encuentre una vacuna", se resigna, dócil, en plena Gran Vía bilbaina, este universitario tras su mascarilla de tela negra. Otros, sin embargo, no están dispuestos a esperar a la ciencia. "Después de dos meses en casa, la gente ha salido disparada. Tiene ganas de desmadrarse", asegura Beñat a barba descubierta, porque padece asma y la protección facial le "agobia". Las ansias de disfrutar son tales que no hay restricción que los detenga. Ni los aforos reducidos de los bares, ni las recientes prohibiciones de beber en grupo en la calle o reunirse en lonjas. Eso sí, tras percibir que "la fiesta es mucho más agresiva" y "los bares están más masificados que antes", Beñat y su cuadrilla han buscado alternativas. "Alquilamos un piso de Airbnb para poder hacer botellón tranquilamente. Nos pareció más seguro y mejor, en vez de estar dando vueltas por Pozas para ver dónde podíamos entrar". Vamos, que "la medida de no hacer botellón sobre papel está bien, porque ya se ha visto que los rebrotes se dan más entre la chavalería, pero la gente no va a hacer mucho caso", aventura.

Sin fiestas ni conciertos, algunas veces se han reunido para beber al aire libre, en parques. Otras, bajo techo. "Nos apañamos como podemos. Al ser verano, muchos padres se van a los pueblos y hemos tirado de casas libres. A las tres de la mañana está todo cerrado. Todo el mundo deambula por Bilbao y se pregunta lo mismo: ¿Dónde hay algo abierto? Algún día hemos acabado en casas de gente desconocida, y viceversa, por seguir de fiesta", confiesa.

Hace apenas unos meses Beñat y sus amigos alquilaron una lonja que, tras la orden del Gobierno vasco que entró en vigor el pasado viernes, no pueden usar. "La medida me parece lógica, porque son focos de contagio bastante grandes, pero en los bares que están petados hay aún más riesgo porque los que están son todos desconocidos", señala, convencido de que "la gente va a seguir yendo a las lonjas" y de que "el cumplimiento de las normas va a ser difícil de llevar a cabo". Aunque entiende que la prohibición pretende "evitar fiestas clandestinas", está seguro de que se celebrarán. "Para este verano ya sé de muchos sitios, raves ilegales ravesque se suelen hacer en playas, montes... La chavalería está montando cosas de esas porque es un verano en el que están sin hacer nada", revela.

Beñat, que solo usa la mascarilla "para entrar en negocios o cuando hay aglomeraciones por prevención hacia los demás", no comparte que su uso sea obligatorio siempre al aire libre. "Hay cosas que no tienen sentido, como que tenga que llevarla por la calle cuando estoy separado de la gente y luego en una frutería esté todo el mundo tocando todo supercerca, personas mayores y jóvenes. Debería de imperar la lógica y así no sería necesario ser tan prohibitivos", defiende y añade, ya puestos, que "si es obligatoria, debería ser gratuita".

Consciente de que los jóvenes están en el punto de mira, tras constatarse un aumento de contagios entre la población de 15 a 35 años, no lo ve "injusto" porque "al final somos los que más despreocupados estamos aunque convivamos con personas mayores. La gran mayoría no es consciente del peligro. Piensan que, como mucho, van a pillar un catarro y no ven más allá", reconoce. No obstante, pide un poco de comprensión. "Hablan de la seguridad, de que todos tenemos que ser héroes y protegernos los unos a los otros, pero también hay que entender que somos jóvenes y eso tira".

Sin festival ni viaje ni lonja

A Omar, 22 años, el coronavirus le ha estampado con toda su mala baba el sello de cancelado en "todo el verano: un festival, un viaje...". Por si fuera poco este universitario tampoco puede hacer uso de la lonja que tiene alquilada con un puñado de amigos. "Me parece irónico que se pueda juntar gente desconocida en las terrazas y que ocho personas, que no son un núcleo familiar pero llevan tres meses sin contactar con nadie más, no se puedan reunir en su lonja", critica. Aunque admite que "hay cuadrillas muy grandes que invitan a otras", apunta que "son casos contados, porque, haya pandemia o no, te multan si haces una macrofiesta".

Sentado en la terraza de un local de comida rápida, en Doctor Areilza, junto a unos compañeros de facultad, Omar insta a no tratar de ponerle puertas al campo. Máxime conociéndose el percal. "No le puedes pedir a gente de entre 16 y 22 años que no se reúna para beber. Lo van a hacer sea legal, ilegal o lo diga el Papa. Si de verdad quieren controlar el problema, tendrían que pensar la manera de que se pueda hacer de forma segura. Cerrar los ojos y hacer que no va a pasar es inútil porque lo que vas a conseguir es que lo hagan clandestinamente", advierte, mientras que su amiga Nerea señala que la opción de las discotecas no le convence. "Para tener que estar sentada en una mesa, sin poder moverte, no vas. Luego ves fotografías y vídeos en Instagram y la gente no lo cumple y se pone a bailar. Yo lo veo normal, porque que te pongan canciones que te gusten y no te puedas levantar...".

Omar, que se cubría con la mascarilla en el coche o los centros comerciales, pero no en la calle, lo ha empezado a hacer "para cumplir con la legalidad". Su obligatoriedad le parece "entendible" según en qué casos. "Que la gente vaya a la playa con la mascarilla me parece ridículo, pero que la tengas que llevar en la Gran Vía, donde te cruzas con 50 personas al segundo, es lógico", considera, si bien admite que "no se pueden hacer leyes específicas para todo".

Sobre el incremento de contagios, fundamentalmente entre la población joven y en contextos de ocio, considera que "si hemos estado mes y medio encerrados en casa y a la gente la dejas salir y socializar, es natural que haya rebrotes. Somos seres humanos. Nos tenemos que relacionar y en algún momento va a haber un fallo en el que alguien no esté completamente protegido", da por hecho. Resumiendo, que le parece "bien que se haga todo lo posible para evitarlos", pero sin caer en medidas como la de "un centro comercial, en el que aparcas en un espacio y hay que dejar otro libre". "Hay que ser consecuentes con lo que está pasando, pero tampoco jugar a ver quién es más responsable", concluye y vuelve a la sobremesa de su cena a la intemperie.

"No le puedes pedir a gente de entre 16 y 22 años que no se reúna para beber. Lo van a hacer sea legal o ilegal", dice Omar y Beñat lo corrobora