"¡Qué horror, cómo está esto!", exclama una vecina asombrada por el incestante bullir de clientes franceses que han llegado este domingo, 96 días después, al barrio de Behobia, en Irun, un enclave en el que la desescalada no ha sido gradual, donde la "normalidad" ha llegado de golpe al reabrirse hoy las fronteras terrestres del espacio Schengen.

"¡Ha pasado de cero a 100!", le responde, satisfecho, el responsable de una tienda de souvenirs que ha vuelto a sacar a la calle sus expositores con todo tipo de productos, desde zapatos de folclóricas y vestidos de sevillana hasta viseras con el escudo de España, bolsos, llaveros o paraguas. Prácticamente cualquier cosa.

La pasada media noche, puntualmente, la policía ha retirado la valla sobre el río Bisasoa que impedía el tránsito totalmente por este punto, uno de los tres pasos fronterizos que unen -separan, en estos 96 días- con Francia en Irun.

Como quien abre un gran tapón, los primeros franceses han llegado a Behobia para comprar tabaco, el tesoro más preciado, sobre las 7.30 horas de la mañana, momento en el que han comenzado a formarse las colas en los tres estancos autorizados en esta zona comercial, que agrupa un centenar de establecimientos.

Behobia, un barrio de 1.105 habitantes (el 1,7 % de la población de Irun) pero con una marcada personalidad propia, revive hoy al ver las largas colas en los estancos en los que los franceses pueden hacerse con un cartón por menos de la mitad de lo que pagan en su país, donde el Gobierno ha ido incrementando gradualmente en los últimos años la carga impositiva sobre este producto.

Alex aguarda su turno junto con tres compañeros en una de las dos colas de acceso al estanco Tellechea, el más célebre de Irun. Los cuatro han madrugado y han cubierto en coche 220 kilómetros desde Burdeos solo para comprar tabaco. En un pobre español, explica en muy pocas pero clarificadoras palabras la razón de su excursión: "En Francia, un cartón de Marlboro 100, aquí 50. Yo cinco, él cinco, él cinco y el otros cinco". No hacen falta más explicaciones.

En La Cave, uno de los más emblemáticos establecimientos de Behobia, Rubén, tercera generación en esta empresa familiar, tiene hoy otra cara. La tienda está llena de franceses que se hacen con licores, cerveza, vino, gel, champú y embutidos.

Aguantó abierto un mes, pero después hizo un ERTE y bajó la persiana dos meses, hasta ayer, un día el que las ventas sumaron cero euros, ya que el 99 % de sus clientes son franceses.

"Si juntas todo lo que hemos facturado en el mes que hemos estado abiertos, la cifra de caja va a ser menor que la de hoy", comenta resignado.

Presume de precios competitivos, incluso más baratos que en algunos centros comerciales, sobre todo en el vino, que lo son aún más si se comparan con los del otro lado de la frontera, con los que "puede haber un 40 % de diferencia", motivo por el que los fines de semana recibe clientes de Burdeos, Dax o Pau, más allá de los habituales del País Vasco francés.

En la tienda, un cartel indica en francés los límites legales: Cada cliente no puede llevarse mas de 10 litros de licores de alta graduación, 110 litros de cerveza, 20 litros de aperitivos a base de vino, 90 litros de vino y 4 cartones de tabaco.

Celestino también vende licores en Souvenirs García, una tienda que ofrece la extraña combinación de alcohol y bolsos de piel y sintéticos. "Hemos estado ahogados, totalmente, han sido cuatro meses sin entrar nada", se lamenta este comerciante, que insiste en agradecer la ayuda que le ha brindado el Ayuntamiento de Irun y el Gobierno Vasco durante el confinamiento y el cierre de la frontera.

De momento, no ha tenido muchos clientes, porque "la gente está en el tabaco, en el vicio" -señala la cola del estanco- y la situación "está un poco rara" por el paisaje de mascarillas y geles hidroalcoholicos, únicos elementos que recuerdan aquí la pandemia del covid-19.

A algo más de 3 kilómetros de allí, en el puente internacional de Santiago, el principal paso urbano entre Irun y Hendaia, han desaparecido los controles y los vecinos circulan libremente entre ambos países. Paseantes, ciclistas y cientos de iruneses cruzan hoy, casi 100 días después, para disfrutar de la playa de Hendaia, la preferida para la gran mayoría de los más de 60.000 habitantes de Irun.

"La hemos echado mucho de menos. Todos los fines de semana vamos a pasear a la playa de Hendaia", señala Iñaki, que hoy recupera el tacto la arena fina y firme de esta playa de 3 kilómetros, cuya orilla se llena de miles de paseantes iruneses en días soleados como el de hoy.

Ni rastro ya de las retenciones que se han sucedido en estos 96 días, cuando las policías de ambos países han establecido controles en el puente sobre el Bidasoa para comprobar que todos lo que cruzaban la muga estaban autorizados, la gran mayoría, trabajadores transfronterizos cuya movilidad se ha visto seriamente dificultada. Hoy nadie ve en el puente una frontera, sino un nexo de unión de los dos lados del Bidasoa. La normalidad de siempre ha vuelto a la frontera.