Día a día, en primera línea de batalla, quienes trabajan en Cruz Roja Bizkaia han atendido miles de demandas de las personas a las que la pandemia les ha azotado sin compasión. No solo han repartido comida y asesoramiento, también han regalado el apoyo moral a quienes les ha tocado pasar esta situación en soledad: "Atendimos a una señora que no tenía para comer, pero cuando le regalamos una orquídea que nos habían donado se echó a llorar y nos dimos cuenta que lo que tenía era una carencia de afectividad impresionante", explica el presidente de Cruz Roja Bizkaia, Víctor Gutiérrez.El confinamiento ha minado a las personas a nivel psicológico.

—Muchísimo. De hecho desde Cruz Roja pusimos en marcha el servicio Cruz Roja te escucha, un teléfono gratuito para atender a las personas que necesitaban ayuda emocional, ser escuchadas... Si veíamos que esa persona precisaba de una ayuda psicológica real la derivábamos a un profesional para que estuviera atendida. El servicio sigue en marcha.

¿Cómo está ahora la situación?

—Hemos pasado de una emergencia sanitaria a una crisis económica que afecta a muchas más familias que piden recursos, que piden ayudas para pagar el alquiler; hay más personas mayores que necesitan información sobre cómo prevenir el virus. Esas personas necesitan ahora de mucha más ayuda.

Las cifras se han disparado.

—Así es. Las cifras de familias usuarias se han duplicado en muchas localidades. Por ejemplo en Getxo, antes del covid dábamos ayuda a 150 familias, ahora han entrado 180 más. En Igorre y en Mungia durante el confinamiento se hizo una campaña de recogida de alimentos porque no se llegaba. Solo en Bilbao pedían ayuda para comer, asesoramiento para buscar empleo, material escolar para los hijos, del orden de cien familias a la semana.

¿Cómo se han enfrentado a esta avalancha de peticiones?

—Cómo hemos podido. A diario tenemos la sensación de no llegar a todos. Nos gustaría llegar a mucha más gente, pero a veces es imposible. Intentas poner en marcha todas las herramientas... Hemos derivado a otras entidades sin ningún complejo porque de lo que se trata es de atender las necesidades de las personas. Intentar que esas personas dejen de estar en la red de ONG. El objetivo es que dejen de necesitar ayuda de nadie.

¿Qué ha sido lo más difícil de gestionar?

—El no saber la dimensión que iba a tener todo esto. Hubo una avalancha de voluntarios, pero por ejemplo en Bilbao con el montaje de albergues de personas sin hogar tuvimos problemas porque había poca gente que quisiera trabajar allí. Los recursos son limitados y nos habría gustado llegar más allá. Tenemos un límite económico y son tantas las necesidades.

Hay mucha gente a la que no se le han regalado aplausos y que han estado ahí, en primera línea.

—Mucha. En total, personas dispuestas a ayudar en torno a 4.000. Pero a pie de calle en Bizkaia han sido 2.800 los voluntarios que han estado preparando comidas, llevándolas a las casas, llevando medicamentos a los domicilios. Han estado expuesto al virus y estamos contentos porque solo hemos tenido dos casos.

¿Cuantos centros de recogida de alimentos se han abierto?

—En Bizkaia estamos presentes en doce comarcas, hemos tenido que abrir extras en Lekeitio, Gorliz, Sopela, Txorierri, Barakaldo. El de Sopela, Barakaldo y Lekeitio se van a mantener.

¿A cuánta gente han llegado?

—Todavía no tenemos cifras oficiales, pero calculamos que a unas 16.000 personas.

¿El perfil de usuario ha vuelto a dar un giro?

—El 70% de las mujeres son las que siguen pidiendo la ayuda económica... La pandemia lo que ha provocado es que la brecha de género se haya abierto aún más... Aún así, con la pandemia son muchas las familias que se han quedado sin trabajo, han agotado los ahorros y se han visto obligadas a pedir para comer. Muchos venían y nos preguntaban: "Me he quedado sin trabajo, ¿qué puedo hacer?

Tiene que ser duro tener que pedir comida.

—Eran casos extremos. Cuando venían era porque ya no tenían. Deja de haber ingresos, hay que pagar el alquiler o la hipoteca, los gastos que se generan en el hogar, más comida y más cosas... llega un punto en el que te quedas sin nada... Ese momento es muy duro. La alarma sanitaria se ha alargado mucho y poco a poco los recursos de las familias se han agotado.

¿Han tenido casos de urgencia?

—A las seis de la tarde hemos movilizado todo para poder dotar de comida a familias con niños que no tenía qué llevarse a la boca.

¿Han encontrado casos extremos?

—Muchos. Por ejemplo todos los grupos de senegaleses que vivían de vender en la calle han dejado de ingresar... Ellos que nunca han tenido necesidad de pedir comida de repente no han tenido más remedio que pedirlo.

Cruz Roja ha repartido comida cocinada, ¿no?

—Seguimos estando con la ONG World Central Kitchen, que cocina en el Club Marítimo el Abra. Repartimos a diario alrededor de 250 menús.

¿Saca algo positivo del covid?

—Sí. Que ha dejado al descubierto vulnerabilidades que hasta ahora no sabíamos que estaban ahí. Hemos descubierto que había personas sin una red social de apoyo y esta situación ha servido para meterlas en todo el sistema de protección social, tanto de ONG como en la administración pública, y a trabajar con ellos día a día que eso antes no estaban dentro de ello. Antes había gente que vivía de una manera más solitaria y a partir de ahora, esa soledad va a ser diferente.