La catedral de Santiago ha tenido que adaptarse para reabrir hoy sus puertas al culto en esta Fase 1 de la desescalada no se pasará el cepillo para las colectas ni los fieles se darán la paz con la manoextremar las medidas higiénicas y de prevención. No es tiempo de relajarse

El deán Luis Alberto Loyo celebró la última eucaristía presencial en esta iglesia del Casco Viejo el 13 de marzo. Al día siguiente, únicamente las religiosas le acompañaron en el templo. "La sensación de soledad era impresionante. No me eché a llorar de milagro... Nunca había vivido algo así", reconoce el religioso. Pese a que desde entonces no ha dejado de oficiar misas diarias en la catedral, que han sido retransmitidas por streaming -oficiadas los domingos por el obispo-, no puede esconder la alegría que le provoca el día de hoy. "Estoy deseando volver a ver la iglesia con gente", admite. El primer oficio será a las 19.00 horas y coincidirá además con un funeral. "Es una de las cosas que más me ha preocupado en este tiempo, las personas que han estado despidiendo a los suyos en la lejanía". En estas semanas, calcula que se han suspendido además casi cuarenta bodas, bautizos y comuniones; estas últimas aplazadas al 10 y 11 de octubre, pero todavía no tienen confirmado ningún enlace. "El problema que tienen las parejas es que no saben si podrán tener restaurante", explica el párroco.

El obispado remitió a las parroquias del territorio una guía con recomendaciones sobre cómo deben oficiarse desde hoy las celebraciones y qué medidas de higiene se deben adoptar en los templos, que cada recinto ha adaptado a sus características. La primera es clara: solo se permitirá un tercio del aforo. En el caso de Santiago, de las más de 500 personas que pueden entrar en la catedral, únicamente se permitirá el acceso a unas 150. Solo se podrán sentar dos personas en cada banco, una en cada extremo, y habrá una fila vacía de forma alterna. Las sillas que ocupan los espacios laterales también se han tenido que separar y no se permitirá seguir la eucaristía de pie. "Si hay cuatro personas de pie no vamos a decir nada, pero aquí la misa de diario se llena", advierte el deán, por lo cual celebrarán otra misa en Santos Juanes. Además, recuerda, se ha ampliado la dispensa dominical para los mayores.

Todos los elementos de la catedral, desde los bancos a los cálices que se utilizarán en la liturgia, se han desinfectado con un producto especial, un gesto que se repetirá entre oficio y oficio. Y la celebración en sí, ¿en qué se verá modificada? "Absolutamente en nada", responde Loyo. Puntualiza a renglón seguido: no se dará la paz, aunque se trata de hecho de un gesto que ya es voluntario a discreción del párroco. "Siempre ha sido potestativo del sacerdote. Ahora no conviene y ya el domingo 8 de marzo no dije daos la paz, recuerda. Y es que incluso la desinfección de manos ya está prevista dentro de la celebración. "Después de presentar el pan y el vino el sacerdote se lava las manos; ahora pasamos la cesta con dinero pero antiguamente se ofrecían gallinas, patatas... Era el sacerdote el que lo recogía para repartirlo, así que luego se lavaba las manos. Y eso quedó en la liturgia. Yo lo he hecho siempre, desde que me ordené", explica. Las personas que le ayuden a repartir la comunión tendrán que lavarse las manos antes con gel hidroalcohólico. Aunque no se prohibirá, el deán aconsejará que la sagrada forma se tome con la mano y que quienes quieran hacerlo en la boca sean los últimos. "No puedo prohibir lo que no prohíbe la iglesia", reconoce. Aunque se aconseja acudir con mascarilla, quien lo haga con guantes deberá quitárselos para comulgar.

En Santiago se mantendrán los cantos, que se han suspendido en algunas parroquias del Estado como el Pilar de Zaragoza, para evitar la propagación de saliva. "Y el Padre Nuestro, ¿no vamos a rezarlo?", plantea. "Hay suficiente distancia entre persona y persona, y aquí no hay canto en el momento de la comunión. El que viene a misa viene a participar".

Las confesiones se realizarán en la sala capitular, junto a la sacristía, para mantener la distancia. Tampoco se pasará el tradicional cepillo, sino que habrá dos personas a la salida, con guantes y mascarillas, manteniendo las distancias, con dos cestas para recoger la colecta. Tanto para este momento como a la entrada, las puertas principales se mantendrán abiertas, con el fin de evitar que los asistentes tengan que tocar los pomos.

"Estoy deseando volver a ver a la gente en la iglesia; celebrar la misa solo es impresionante"

Deán de la catedral de Santiago