En un primer momento pensó que la cuarentena solo se alargaría quince días y empezó el confinamiento con ganas, aprovechando el encierro para limpiar la casa. Pero los quince días se han convertido en mas de un mes y, según confiesa el hostelero Boni García, ahora se encuentra en la tercera fase, la de sofá y pelis. “Empecé con mucha ansiedad haciendo cosas y poco a poco me he ido desinflando”.

¡Tercera fase, vaya ritmo lleva!

—Así es. La primera semana dije: esto hay que pasarlo, para qué me voy a agobiar. Lo aprovecho.

Y lo aprovechó.

—Es poco habitual que yo esté mucho tiempo en casa. Mi vida está detrás de la barra. Por eso decidí disfrutar de la familia, mi hija pequeña, la perra...

¿Han aprovechado para hacer actividades?

—¿Actividades? Solo nos ha quedado por limpiar los techos. Ni sé las vueltas que le hemos dado a la casa. Nos metimos en una batalla de limpiar, quitar, recoger... ni sé lo que hemos hecho. Cristales, suelos... fueron quince días muy entretenidos.

¿Los armarios incluidos?

—También. Los hemos vaciado y los hemos vuelto a llenar.

¿Cuál ha sido la siguiente fase?

—Esa ha sido muy chula. Nos hemos dedicado a buscar álbumes de fotos, a bajar del trastero juguetes de mis hijas. Ha sido una fase repleta de recuerdos, la verdad es que muy sentimental.

¿En qué fase se encuentran?

—En la fase de hacer poco. Mucho sofá, pelis... estamos más aburridos.

Perdóneme pero tienen que estar agotados...

—Ja, ja. No hemos parada eso es cierto. Pero estamos aprovechando como válvula de escape hablar con amigos, familia...

¿Mantiene el contacto con sus trabajadores?

—Sí, sí. Hemos creado un grupo de WhatsApp por donde estamos comunicados en todo momento. Contamos chistes y nos damos ánimos los unos a los otros.

¿Ha recuperado algún amigo con el que llevaba tiempo sin hablar?

—Pues sí que he recuperado. Al final con el trabajo tienes poco tiempo para dedicar a esas personas que están ahí pero con las que no hablas habitualmente.

Necesitamos el contacto con la gente.

—Es fundamental. Yo tengo a mi amigo Iñaki con el que todos los días quedo para tomar un vinito.

¿Ah, sí?

—De balcón a balcón. A las doce más o menos nos llamamos para salir. Tenemos cita, sí o sí. Sacamos las copitas, el vino y brindamos.

Con distancia de seguridad, ¿no?

— Por supuesto. Charlamos durante una horita todos los días. Y luego cada uno vuelve a sus cosas.

A su confinamiento.

—Pues sí, pero es una manera de sobrellevar esta situación.

¿Cómo está de ánimo con la que está cayendo?

—Estoy bien. Cogiendo fuerzas y ¿sabes una cosa?

Dígame.

—Todo esto me está haciendo recordar el desastre de las inundaciones.

Una etapa también dura.

—Mucho. El Casco Viejo quedó destrozado y salimos. Estuvimos dos meses sin poder funcionar.

Pero ahora el problema es de todos y a nivel mundial.

—Lo sé y soy consciente de que va a ser muy complicado, pero soy optimista aunque me temo que habrá muchas bajas.

¿Hace ejercicio?

—Ja, ja. Síí. Paso la aspiradora y subo y bajo las escaleras.

“Hemos vaciado y llenado otra vez los armarios; los primeros quince días fueron muy entretenidos”

“Con mis compañeros del bar tengo un grupo de WhatsApp; nos damos muchos ánimos”