"Abrir la puerta de la habitación y vernos tras 20 días ha sido una sensación increíble; una pasada".

Idoia es una de las más de 25 trabajadoras de la residencia de Iurreamendi de Tolosa contagiadas por el virus. Su positivo, el pasado 20 de marzo, la obligó a aislarse en una de las habitaciones de su casa durante al menos dos semanas, mientras que su marido y su hija debían hacer lo propio en el resto de la vivienda por riesgo a estar contagiados. Veinte días después -como si del título de una película apocalíptica fuese-, el matrimonio pudo verse las caras.

"Por fin podemos estar juntos y salir de casa. Han sido más de dos semanas de hablarnos por teléfono y de como mucho vernos por un cristal, pero lo hemos conseguido", cuenta para este periódico Peio.

Su mujer, que únicamente presentó síntomas durante los primeros días del confinamiento y fueron leves, dio negativo en el test la pasada semana, lo que permitió el levantamiento del aislamiento. Una noticia que recibieron "con mucha alegría" y que, según ellos, solo fue posible gracias a que llevaron a rajatabla las instrucciones recibidas por Osakidetza. "Incluso la médica nos ha felicitado por nuestro comportamiento. Al parecer, mucha gente no hace caso a lo que se le pide", apunta Idoia.

De este modo, la pareja pasó 20 días comunicándose vía WhatsApp, limpiando bien toda la casa con mucha protección y desinfectante, sin poder dejar de lado en ningún momento las mascarillas y los guantes y, sobre todo, "apoyándonos mucho el uno en el otro". "Ha sido muy difícil. Puede parecer que no, pero estar así durante tantos días sin hacer nada es una paliza física", cuenta la mujer, quien señala que, no obstante, "lo peor es lo psicológico": "No sabes qué hacer, estás sola las 24 horas del día y tienes mucho tiempo para pensar. Y encima enciendes la televisión y solo ves noticias sobre el coronavirus, por lo que te hundes más".

Así que a Idoia no le quedó en este tiempo otra que "leer mucho", entretenerse "con los vídeos de Facebook" y llevarlo "como mejor se pueda". "Quizás si me hubiera sentido peor habría sido otra cosa pero al estar bien no sabía qué hacer y no aguantaba en la cama", añade.

Su marido y su hija fueron los encargados de lavar su ropa y hacerle las comidas cada día y llevárselas a la puerta en una bandeja. Al no poder ellos tampoco salir de la vivienda, fue una vecina la que les ha ayudado con la compra, dejándosela en la puerta de la casa.

"Ha sido duro, sobre todo, para ella, porque parecía que nunca iba a llegar el final, pero ya está y ahora estamos con mucha ilusión", comenta Peio.

Vuelta a la "normalidad"

"Es tiempo de ser generoso"

Prácticamente lo primero que hizo la pareja fue brindar juntos por el final del aislamiento y aprovechar los rayos de sol que llegaban a su terraza. Una manera de celebrar que el portazo al covid-19 había funcionado.

Ahora, aunque el acercamiento entre los dos por recomendación médica debe ser progresivo -existe todavía la posibilidad de que el virus siga en el inmueble-, el matrimonio trata de volver poco a poco a la normalidad, "aunque como todo el mundo seguimos encerrados en la casa".

Él hacía días que había vuelto al trabajo y ella no fue hasta ayer cuando se incorporó a la residencia de ancianos de Iurreamendi. Aunque ya estaba libre del coronavirus, necesitó tomarse una semana de descanso para recuperar fuerzas. "Me encontraba muy floja de estar tantos días encerrada en la habitación y no me veía capaz de conducir todos los días hasta Tolosa", explica que tuvo que ir poco a poco antes de volver a trabajar.

En este tiempo de confinamiento ha seguido desde lejos la última hora de la residencia tolosarra, donde el covid-19 ha entrado con fuerza enfermando a más de un cuarto del centenar de empleadas y causando la muerte a varios residentes.

"Estoy con muchas ganas de ayudar. La directora ya me ha dicho que se alegra mucho de mi vuelta", explica Idoia, quien no fue la única trabajadora que se ha incorporado esta semana, ya que la mayoría "cogimos el virus a la vez, por lo que hemos pasado la cuarentena al mismo tiempo y estamos de vuelta ya casi todas".

Aún así, es conocedora del delicado estado del centro, pero confía en que su experiencia durante estos 20 días de tratamiento con el coronavirus sirvan para evitar una mayor propagación. "Hay mucha gente que no se lo está tomando en serio, se ve cada día con la gente que sale a la calle y que contagian a los demás sin saberlo", apunta.

Precisamente por este mismo motivo la trabajadora de la residencia tolosarra cree que muchos enfermos leves que se encuentran aislados en sus hogares no terminan de curarse. "Como apenas notan los síntomas no te das cuenta de que lo tienes y te cuesta seguir las indicaciones", señala, para a continuación apuntalar que ahora es el momento de pensar en los demás: "Se trata de ser generoso y no contagiar a los demás".

"Puede parecer que no, pero estar así durante tantos días sin hacer nada es una paliza física"

Curada del COVID-19

"Abrir la puerta de la habitación y vernos tras 20 días ha sido una sensación increíble"

Marido de Idoia