- Lo ha dicho muchas veces y ahora lo vuelve a recordar. La labor desempeñada durante años le ha restado infinidad de horas para dedicarlas a su familia. Por eso, el expresidente de la Fundación Sabino Arana, Juan Mari Atutxa, lo de la cuarentena por el coronavirus en parte lo aprovecha para recuperar esas millones de horas que le debe a Begoña, su incondicional compañera de viaje. "Aquí estamos los dos cuidándonos", se sincera. Eso sí, Atutxa sale todos los días a las 8.00 de la mañana para comprar el pan y el periódico: "Os leo todos los días".

Gora gu! Gora gure aberria!

—Goraaaaaa!

Un Aberri Eguna diferente el de este año, ¿eh?

—Sin duda que va a ser diferente porque nosotros los últimos años lo solíamos celebrar en la Plaza Nueva, pero este año toca celebrarlo en casa.

¿Van hacer algo especial?

—Por la mañana colocaremos la ikurriña en el balcón. Begoña y yo vamos a descorchar una botella de champán y luego vamos a comer cordero. ¿Qué te parece?

Me parece un plan estupendo. ¿Cómo lleva la cuarentena?

—Lo llevo bien, pero me ha cogido en un momento de cambio. El 31 de enero dejé el cargo como presidente de la Fundación Sabino Arana después de catorce años. Casi cuando dejo el cargo empieza lo del coronavirus.

Cambio total de rutina.

—Pues imagínate, he pasado de ir todas las mañanas en el tren de las 7.00 a tener que quedarme al lado de Begoña en casa.

¡Con lo bien que se está al lado de Begoña!

—Por supuesto que sí. No seré capaz de reponer todo el tiempo robado a mi mujer y a mis cuatro hijos. Les he robado el tiempo por realizar otras dedicaciones que me las he tomado muy en serio, como me tomo en serio lo de quedarme en casa.

La situación es seria, ¿verdad?

—Esto no es ninguna txotxolada. Desde lo que a mí y a Begoña nos corresponde, aquí vamos a estar respetando lo que las autoridades aconsejan, con respeto, seriedad...

¿Qué tal va la huerta?

—Aquí me has pillado con la faena. Esta mañana me he puesto dos rodilleras y me he dedicado a quitar las malas hierbas a las cebollas.

¿Qué tiene plantado?

—Todavía no tengo mucha cosa: unas habas preciosas para recoger. Las cebolletas y la patata tengo sembradas. Luego tengo unos treinta cientos, entre pimientos de cuatro variedades -piquillo, italiano, choricero y cuerno de cabra-, y dos variedades de tomate trasplantados en tacos para empezar a plantar dentro de un mes .

Vamos que aburrir no se aburre.

—¿Aburrir? Mi jornada es la siguiente: me levanto a la 7.00, tarde para lo que he estado acostumbrado, luego tomo un café con Begoña y a las 8.00 me voy a comprar DEIA y el pan. Después leo la prensa y a las 10.00 hacemos mano a mano el hamarretako.

¿No está haciendo limpieza?

—Tengo ya acumuladas catorce cajas de documentos, libros... para llevarlas a la Fundación.

Marca las rutinas, ¿verdad?

—Sí, sí. A las 2.00 le preparo un marianito a Begoña.

¡Qué rico!

—Y a las 3.00 solemos comer. Ella se echa una pequeña siesta...

¿Y Juan Mari también?

—¿Yo siesta? De eso nada. Yo me voy a la huerta a trabajar.

Así me gusta, activo.

—Ya sabes que yo sentado delante de una televisión horas y horas no puedo estar. Siempre he dicho que jubilado, sí, pero parado, no.

¡Vaya batacazo ha dado el bicho!

—Ya te digo. Cuando pensábamos que nosotros movíamos el mundo, llega este bichito y pone el mundo a temblar. ¿Y que nos queda? Confinarnos y ser respetuosos.

Qué poco necesitamos para vivir...

—Muy poco. Solo con lo que se desperdicia se podría vivir. Después de tanto años comiendo fuera ahora ¡cómo agradezco comer en casa! ¡Y qué a gusto!

¿Hacen videoconferencias con los nietos e hijos?

—Eso no falta todos los días.

"Por la mañana me he puesto las rodilleras para quitar las malas hierbas de las cebollas que tengo plantadas en la huerta"