N la CAV hay 92.800 hogares monoparentales, de los cuales el 80,92% están encabezados por mujeres. En estos casos, pedir una excedencia para el cuidado de dependientes debido al covid-19 es una opción que muchas no se pueden permitir, ya que su sueldo es el único que entra en el hogar. Además, hay quienes tienen que seguir acudiendo a su puesto de trabajo en el sector sanitario o de la alimentación, por ejemplo, y que se ven obligadas a dejar a sus hijos con los abuelos, un grupo considerado de riesgo. Otras teletrabajan adaptando horarios y robándole horas al sueño, mientras que para aquellas que han sufrido un ERTE o son autónomas, su situación económica se ha convertido en un quebradero de cabeza.

Arantza Goikoetxea es directora de una clínica de odontología desde hace quince años en Algorta. Hasta la declaración del estado de alarma, el negocio iba bien, asegura. Su centro entra dentro de los servicios considerados esenciales, por lo tanto, permanece abierto. Pero sus cuatro empleadas están en casa y ella solo atiende las urgencias. "En primer lugar, por teléfono y, en determinados casos, bajo a la consulta para poder verlos, solo eso, porque no los puedo tratar". "Estamos abiertos para que los centros sanitarios no se saturen, hacemos de filtro", explica, pero no facturan. "Generalmente, un tratamiento de urgencia, si se trata de recetar un medicamento o un antibiótico, no supone ninguna facturación".

Hace una semana, Arantza bajó a la consulta para hacer frente al papeleo y pagos habituales de todos los meses, pero con una facturación que finalizó a mediados. En aquella ocasión, la odontóloga tuvo que dejar a su hija de 4 años con sus padres. Arantza y su hija, Malen, forman una de esas 92.800 familias monoparentales vascas que estos días vive la situación de confinamiento con una mayor dificultad. "Mis padres son pacientes de riesgo, son personas mayores, de 76 y 72 años. A mi madre, además, acaban de darle el alta de un cáncer y mi padre acaba de entrar en uno", cuenta. Por esta situación, la mujer procura evitar la mínima posibilidad de contagio de la niña.

Aunque el Gobierno español permite a las familias monoparentales que acudan con sus hijos al supermercado, la farmacia, bajar la basura o cualquier otro asunto que deban realizar, Arantza nunca lleva a su hija. "En otro momento, si solo estoy haciendo papeleo, la niña puede venir conmigo a la consulta sin problema, pero ahora, obviamente, no la puedo traer aquí". "Al principio hubo mucha polémica porque los niños ni siquiera podían ir al supermercado o a la farmacia. ¿Y qué haces como madre si tienes una niña de 4 años y no tienes a nadie más? Unos días después, lo permitieron, pero aun así he preferido no llevarla al supermercado, porque no quiero que haya ningún tipo de contagio, por mis padres", explica.

Esta es una de las situaciones más difíciles que se encuentran las familias monoparentales estos días. "Me agobia mucho tener que salir con el niño, lo que me agobia es la sensación de que no puedo controlar mucho al niño, porque aunque le digas que no toque las cosas, toca. Me genera un poco de ansiedad el tema de no verme con esa autonomía de poder hacer yo las cosas en esta situación", explica Itziar, madre de un niño de 4 años. "Intento hacer recados una vez a la semana, lo que son frescos. Del resto hice una compra grande al principio y tengo. Sobre las compras on line, hice una y tardó diez días en llegar y no me llegó todo porque ciertos productos estaban agotados", asegura. Itziar es profesora en un instituto y, habitualmente, cuenta con la ayuda de sus padres para conciliar vida laboral y familiar, "pero ahora no nos estamos viendo, porque ellos son población de riesgo".

Transformar el horario

En el caso de Muskoa Agirrezabal, su hermana es quien se ocupa de su hijo, Mark, cuando tiene que ir a comprar. "El supermercado es el último sitio al que quiero que vaya, me encantaría que saliera a correr con la bici. Intento hacer, como mucho, una compra gorda a la semana y me coordino con mi hermana", explica. Muskoa es responsable de Marketing y Grandes Cuentas en una empresa industrial y vive en Bilbao. Para teletrabajar ha transformado completamente su horario. "Él se está levantando más tarde, así que de 8.00 a 11.00 trabajo a tope, y el resto de la mañana voy sacando ratos y me coordino con la ikastola mientras lo tengo a mi lado. La ikastola de ETB estas mañanas me han venido genial, porque le encanta", explica.

La mujer tiene la jornada reducida a seis horas, por lo que por las tardes "procuro darle tiempo de calidad". "Y a la noche es cuando cocino, porque al mediodía no me da tiempo, puedo calentar, pero no cocinar". Una jornada muy intensa que termina de madrugada. "Duermo de absoluta maravilla. Si me preguntan si he visto alguna serie estos días, ninguna. He visto los dos programas que me gustan, robándole horas al sueño", cuenta divertida. "Yo llevo mucho ritmo siempre y ahora no lo he bajado, solo que no salgo a la calle. Estamos los dos solos mano a mano. Afortunadamente, a mi hijo le encanta jugar mucho con los Playmobil y cuando veo que está enredado en eso, me pongo como una moto a hacer cosas", continúa.

Itziar también teletrabaja y lo consigue flexibilizando horarios. "Me arreglo como puedo, me pongo a trabajar cuando he dormido al niño, de 10.00 de la noche a 1.00 de la madrugada. Preparo los materiales, corrijo los trabajos que me van mandando, los cuelgo en la plataforma on line, grabo algunos audios... Todos los días que les toca mi asignatura tienen una tarea y luego les mando las correcciones. Durante el día estoy pendiente del teléfono, porque es donde me llegan las notificaciones, y les respondo bastante rápido", señala. Asegura que no podría dar una clase en directo, porque "con un niño de 4 años en casa es imposible. Son interrupciones constantes y él no entiende que tú no puedes atenderle en ese momento". Su jornada se ha intensificado con el confinamiento. "La casa, recoger, comidas, atender al niño, jugar con él; con 4 años es todavía muy demandante. Y cuando he hecho todo eso durante el día, por la noche empieza mi jornada laboral", resume. "Ahora, la conciliación es quitar horas al sueño", concluye.

Y mentalmente, ¿cómo llevan la situación? "Yo tengo altos y bajos. Los primeros días estaba como en un limbo. Estaba en una angustia continua, pero parece que, con el paso de los días, vas asumiendo la situación y ahora estoy intentado buscar soluciones a lo que va viniendo. Procuro estar siempre con una sonrisa, delante de la niña hago mucho el payaso, pero se me caen las lágrimas cuando estoy sola", asegura Arantza. "Yo lo llevo mejor de lo que me hubiera imaginado, tengo un terreno pequeño en casa y puedo salir fuera, eso me ayuda mucho. Creo que si no fuera así, sería mucho más difícil", apunta, por su parte, Itziar. ¿Y los niños? Las tres aseguran que llevan muy bien la situación. "Mark se lo está tomando como unas vacaciones y se está portando muy bien. Yo creo que los pobres están desestresados del ritmo que llevamos. Le ves hacerlo tan bien que piensas: solo faltaba que yo no diera el callo", señala Muskoa.