- Aislada en casa con su bebé y su marido, que dio positivo en coronavirus, Iran-tzu González Llona, psiquiatra del módulo psicosocial de Rekalde y del hospital de Galdakao, vive en primera persona lo que supone tener al enemigo en casa y cómo quien lo padece, recluido, pasa de la ansiedad y el miedo al aburrimiento.

Lo primero de todo, ¿qué tal está su marido?

—Está mucho mejor. Lleva desde hace más de una semana sin tener fiebre y no ha habido complicaciones. Toquemos madera, pero ya sería raro...

¿Cómo se lo detectaron?

—El lunes de la semana pasada se tuvo que venir del trabajo porque tenía fiebre. Viendo cómo están las cosas, por si acaso ya lo aislamos. Le llamó el médico de cabecera, vinieron a hacerle la prueba, porque trabaja en una residencia y es personal de riesgo, y al día siguiente nos dijeron que era positivo. El crío y yo no hemos tenido síntomas, pero estamos haciendo como si lo tuviéramos. No podemos salir. Las compras nos las hace una vecina. Me dijeron que podía bajar la basura con la máxima precaución. Así que estamos el crío y yo en una parte de la casa y él, en la habitación con baño.

Tendrá el cuarto en el que está recluido cerrado a cal y canto ¿no?

—Sí, al pobre le dejo la comida en la puerta como si estuviera preso. Para hablar con él y para que vea al crío lo hacemos por videoconferencia.

¿Qué tal lo lleva anímicamente?

—La verdad, no creo que exista nadie, ni sano, que lleve bien eso. La ansiedad, el miedo, las horas que hay para pensar, toda la información que llega de fuentes fiables y no fiables, que son la mayoría... Los primeros días, cuando se veía mal, sentía mucho miedo y ansiedad. Luego ya pasas al aburrimiento, buscar alternativas, mirar por la ventana, quejarte de lo que nunca te habías quejado... Lo lleva mejor. Los más duros son los primeros días y los últimos, cuando más ansiedad hay ya de salir.

Pasada la preocupación del inicio, se le harán las horas eternas...

—Sí. De hecho, yo creo que nunca hemos hablado ni él ni yo más por teléfono ni por videoconferencia.

Al menos, tiene a una psiquiatra en casa para prestarle apoyo.

—Intentamos estar muy presentes, pero al final es él quien lo tiene que pasar. Hemos puesto la cámara de videovigilancia del peque para que pueda vernos y hablar. Así es como si estuviéramos juntos o él, de viaje.

Los enfermos que están aislados de sus familias en los hospitales lo pasarán aún mucho peor.

—Está demostrado que a cualquier persona enferma el tener apoyo de otras le ayuda físicamente. Siempre hay más complicaciones y angustia cuando no puedes contactar con tus familiares y no hay nadie a tu lado a quien poder darle la mano. Para los enfermos está siendo horroroso, porque no pueden casi ni hablar por teléfono ni recibir un abrazo ni visitas. Estando en el hospital pierden la noción del tiempo, se desorientan más... Para los enfermos es horrible y lo más triste es que es necesario.

Los familiares de estos pacientes también estarán sufriendo lo suyo.

—A los familiares el no poder ir y darles la mano les causa rabia, impotencia y sensación de que este mundo es injusto. Son medidas necesarias, pero en algunos casos concretos claro que van a dar problemas.

¿Se refiere a problemas a la hora de procesar el duelo en los casos de los pacientes que fallecen?

—El no poder hacer una despedida con los familiares y demás... Yo espero que, cuando acabe todo, la puedan hacer y poner un punto y final. Esta situación genera mucha angustia, rabia e impotencia, que es lo que más nos puede comer por dentro. Los que están ingresados hablarán más con las enfermeras, pero que van a tener peor sensación y evolución, incluso física, eso está claro.

Algunos sanitarios se convierten en 'enlaces' para poner en contacto a los pacientes con sus familias.

—Esto está sacando lo peor y lo mejor de la gente. Hay personas que están mucho más irritables, asqueadas. Por otro lado, en los sanitarios, policías, servicios públicos, en general, está sacando la mejor parte. Igual antes sanitarios que no hubieran dado tanta importancia a una llamada ahora son conscientes de la situación. En los hospitales se tiene cuidado para que sea todo lo más digno posible y me consta que, en cuanto se puede, se llama a los familiares y se les pone en contacto. Por muy saturado que esté el sistema, la humanidad sigue estando, igual que en los vecindarios. Que un vecino te haga la compra exponiéndose a coger el virus y te la deje en el rellano se está dando. Yo lo he vivido.

La ciudadanía pasó de creer que era "una gripe" a estar confinada casi sin tiempo de asimilarlo. ¿Es normal ese nudo en el estómago?

—Sí, cuando la situación cambia y, además, a peor, el miedo es totalmente sano, siempre que no se nos vaya de las manos. Es normal que, estando en casa, tengamos ansiedad, estemos más bajos unos días que otros, tengamos unas ganas locas de salir a la calle... Si hace falta, que se llore, que se grite, que...

... se salga a aplaudir al balcón.

—Todas las cosas que se convocan, como los aplausos para los sanitarios, son una forma de mantener un poco la normalidad y el contacto con otra gente, aunque no sea de cerca, pero viéndonos. Esto no lo está llevando bien nadie. Si alguien lo lleva bien al cien por cien, algo raro pasa.

Superado el 'shock' de la primera semana, ¿qué fases vamos a pasar?

—La negación, que la mayoría ya hemos pasado, el miedo, la ansiedad, la incertidumbre... Si la ansiedad continúa mucho tiempo, empieza a haber depresión. Son respuestas normales a una situación anormal. Estar un poco depre, con ansiedad o sensación de ahogo, con el nudo en las tripas, es normal. Yo recomiendo no consultar las noticias más que una vez al día y en fuente oficial, no hacer caso de los grupos que mandan consejos, que la mayoría son falsos, y hablar mucho con la gente por teléfono.

Con todos esos síntomas, automedicarse estará a la orden del día.

—Ahora es más fácil que te renueven la medicación y gente que igual tenía que parar de tomar ansiolíticos va a seguir. Otros lo van a buscar por su cuenta. Debe ser algo pautado y si te encuentras mal y no es suficiente, vuelves a llamar. Desde luego, no quitárselo al abuelo ni a la abuela ni aceptar de un vecino: "Tengo yo un ansiolítico que te va a venir bien". Esas cosas pueden ser muy peligrosas, tanto por crear adicciones, como por si físicamente no te va bien y tienes complicaciones.

¿Qué alternativas propone?

—Si hay ansiedad, están las tilas, las flores de Bach, la meditación, el yoga, el ejercicio, darte una ducha... Cuando todo eso no basta, llamar al de cabecera y no pasarse de la pauta, porque aunque tú digas que lo tomen una o dos veces al día, hay mucha gente que necesita más y no espera. Esto se agravará más adelante probablemente, pero cuando llegue, ya haremos lo que podamos.

"Para los enfermos está siendo horroroso al no poder casi ni hablar por teléfono ni recibir un abrazo ni visitas"

"A los familiares no poder darles la mano les causa rabia, impotencia y sensación de que este mundo es injusto"

"Es normal que, estando en casa, tengamos ansiedad, días más bajos que otros, ganas locas de salir a la calle"