“Una desaparición es una muerte tacaña porque vives la ausencia, pero no la despedida ni el duelo”

“Las familias siempre siguen buscando, ya que si no hay evidencia de muerte, hay esperanza de vida”

Bilbao- “Si tienes un familiar desaparecido, piensas: ¿Estará pasando frío? ¿Quién lo tendrá? ¿Le estarán haciendo daño? Eso es un martilleo constante todos los días de tu vida mientras no aparece”, explica Marisol Ibarrola, organizadora de los Encuentros sobre personas desaparecidas sin causa aparente que se celebran en Arrigorriaga y directora de la asociación NON.

¿Las desapariciones de mayores han crecido en los últimos años?

-Lógicamente, porque las enfermedades neurodegenerativas están ahí. Los investigadores dicen que es la pandemia de este siglo. Es algo que vamos a tener que vivir mucho más de cerca que hasta ahora.

Las personas de edad avanzada que desaparecen suelen ser halladas en un entorno no muy lejano.

-Cada diez días fallece una persona en un entorno no superior a los dos kilómetros de su domicilio porque en ese periodo en el que todavía tiene cierta autonomía y va a tomar un café o, como Luis Freire, a la barbería, es cuando puede desorientarse, vagar y fallecer por inanición, frío o lo que fuere.

Resulta incomprensible que Luis Freire desapareciera en Bilbao sin que nadie reparara en él.

-Luis se cruzó con un montón de personas y nadie se dio cuenta de que estaba desorientado porque no le prestaron atención. Ponemos el foco en la Policía, pero antes hemos pasado la ciudadanía a su lado y nadie se ha preocupado: Oiga, ¿necesita ayuda? Igual nos lo tenemos que hacer mirar y reflexionar.

A día de hoy nadie parece haber aportado ninguna pista.

-Tú enseñas una foto de Luis en Bilbao y nadie tiene ni idea. Sabemos lo que pasa en Pernambuco y no que Luis, que puede ser nuestro padre o nuestro abuelo, ha desaparecido. Incluso en los medios de comunicación sale que ha aparecido una serpiente en el váter de no sé dónde, mientras que hay personas que necesitan que se refleje su problemática. Vivimos de forma superficial.

La familia de Luis Freire tiene previsto comenzar en breve los trámites para declararle ausente.

-Luis desapareció el pasado 26 de junio, pero sigue cobrando la jubilación. ¿Quién se hace cargo? Al declararle ausente, un familiar puede ser el defensor de su patrimonio. No puede hacer ninguna gestión, solo salvaguardar sus bienes hasta que se le declare fallecido.

¿Qué plazo hay que esperar para declarar ausente a una persona?

-Puedes declararle ausente en el plazo de un año si no hay ningún movimiento bancario, la Policía no tiene ningún signo de vida de esta persona ni de que se le haya visto en ningún sitio y la investigación apunta a que hay un fallecimiento, pero su cuerpo no ha sido hallado.

¿Cómo sobrellevan este drama las familias? ¿Marca de por vida?

-Una desaparición es una muerte tacaña porque vives la ausencia, pero no vives la despedida ni el duelo. Cuanto más dure la desaparición, más huella deja en tu vida, en tus emociones y en tu fisiología.

Los primeros momentos deben ser muy angustiosos...

-Estás perdido. ¿Tengo que ir a la Policía? ¿Acudir a las redes sociales? ¿Debo darlo a conocer en los medios? Te encuentras en una situación brutal donde lo único que piensas es en buscar a tu familiar, pero de forma paralela te pasan todas esas cosas, incluida la parte legal, porque las obligaciones de la persona ausente, como su hipoteca o la declaración de la renta, las tienes que atender tú a pesar de que estés destrozado. Eso no les preocupa a las administraciones.

Cuanto más se difunda el caso a través de los medios, mejor ¿no?

-Los medios son un herramienta fundamental en la búsqueda, pero depende del tratamiento. Hay verdaderas pirañas que te pueden hacer polvo porque buscan trapos sucios de la familia. Por otra parte, hay videntes o detectives sin escrúpulos que tratan de lucrarse de estas desgracias. Prueba de ello es que muchas familias se han arruinado con todas esas pistas.

¿Las redes sociales ayudan o son un arma de doble filo?

-La gente colabora con más o menos atino. En el caso de Yéremi Vargas, la Policía dijo que tenía unas gafas rojas cuando eran azules para filtrar las llamadas y no trabajar en pistas que, aunque se ofrezcan con buena voluntad, no llevan a nada.

Por más tiempo que pase, ¿las familias nunca tiran la toalla?

-Siempre siguen buscando, ya que si no hay evidencias de muerte, hay esperanza de vida. Borja Lázaro desaparece en Colombia, en La Guajira, en una tribu. ¿Quién te dice que no le han dado un golpe, ha perdido la consciencia y cuando la recupere no sepa quién es? Podemos pensar que es una tontería, pero si te calzas las zapatillas de la familia, puede que pienses hasta cosas más peregrinas porque necesitas aferrarte a la esperanza.

¿Se ha registrado algún cambio en lo que respecta a las desapariciones en los últimos tiempos?

-La movilidad geográfica. El hecho de que la gente nos movamos más hace que podamos desaparecer en países que no son el nuestro y eso haga todo mucho más complejo, puesto que las normativas y la legislación son absolutamente diferentes y eso supone que un país tenga que trabajar con otro. Si ya en el nuestro nos puede parecer complicado el tema institucional y mezclamos otro país más en la ecuación, todo es más farragoso.

Desde que Hodei Egiluz desapareció en Amberes en 2013, ¿no se ha avanzado en la coordinación?

-Anualmente se ponen en Europa 250.000 denuncias y 10.000 de esas personas no aparecen. Sin embargo, no está dentro de las agendas de las instituciones. Tenemos protocolos para las alertas terroristas y sanitarias, que ocurren de ciento en viento, pero no para las desapariciones, que se dan todos los días.