Hay que destacar, poner en mayúsculas y decir bien alto que las personas voluntarias, con la labor que realizan, están contribuyendo a que haya un cambio social, a que la sociedad sea más justa, solidaria y crítica”, afirma Leire Ortiz de Zárate, coordinadora de Bolunta. En Euskadi, esa fuerza de transformación social que es el voluntariado activo está formada por unas 242.000 personas, a las que en el futuro se podrían sumar otras 330.000 que actualmente no dedican tiempo a colaborar con las organizaciones de acción social, pero que estarían dispuestas a hacerlo. Forman un colectivo importante de voluntarios potenciales detectado en el último informe del Gobierno vasco y que, con más información, ayuda institucional y una motivación es muy probable que hagan crecer una tasa de voluntariado que ya es superior a la estatal.

La participación de la población vasca en labores de voluntariado es del 13,4% cuando se trata de aportar tiempo, trabajo y dedicación a entidades del Tercer Sector Social y sube hasta casi el 70% si estamos hablando de participar en actividades de tipo político, sindical, deportivo, profesional, etc. Además, algo más de la mitad de los ciudadanos de la CAV -el 55,4%- ha colaborado económicamente con alguna organización a lo largo del último año.

Irama Vidorreta, responsable del estudio sobre Voluntariado y Participación Social, y Leire Ortiz de Zárate destacan que “una de las grandes conclusiones es que la sociedad vasca es participativa, activa, está implicada y comprometida, es una sociedad solidaria, con altos grados de participación” tanto a través del voluntariado como de otras expresiones de activismo, ayuda y colaboración. El estudio también ha detectado que en los últimos años se ha incrementado especialmente la cifra de personas que colaboran de manera ocasional o puntual con las organizaciones del Tercer Sector de Acción Social. “El porcentaje de voluntariado dentro de las organizaciones se ha incrementado con respecto a la consulta de 2012 -puntualiza Irama Vidorreta-, pero no ha aumentado tanto el volumen de personas que participan con regularidad, como el de las que responden a esas llamadas puntuales y concretas que hacen, por ejemplo, desde el Banco de Alimentos o desde Cáritas, esas organizaciones que una o dos veces al año apelan a la solidaridad de la sociedad. Pese al crecimiento del voluntariado, no creo que las organizaciones hayan notado un gran incremento dentro de sus propias estructuras, sino que han visto que pueden contar con un gran volumen de personas dispuestas a participar en aquellos momentos que lo necesiten”.

La gestión e integración de ese creciente voluntariado ocasional o puntual es, según las expertas, uno de los principales retos que las entidades sociales afrontan en la actualidad. “Las organizaciones -dice Leire Ortiz de Zárate- nos tenemos que ajustar a unos modelos de participación que son diferentes a los que había hace unos años. Hay una nueva realidad de perfiles de voluntariado, vemos que el voluntariado ocasional gana peso frente al estable, hay cambios en las formas de participación que constituyen un reto. Se trata de hacer que nuestras organizaciones sean más flexibles, abiertas y cercanas para que puedan acoger diferentes modelos de participación de personas voluntarias”. La coordinadora de Bolunta añade que esa variación en el voluntariado tiene relación “con los cambios sociodemográficos”. “Cada vez contamos más con adultos mayores, personas a partir de 65 años que se encuentran en plenas facultades, que dejan la vida laboral y disponen de tiempo, conocimiento y experiencia. Es un sector de población muy interesante para el tejido social que tiene entre sus retos acercarse y hacerse atractivo para este colectivo. El enriquecimiento mutuo es evidente y ahora que se habla tanto del envejecimiento activo, hay que destacar las ventajas de la participación de este sector”, explica Ortiz de Zárate. Añade que “el voluntariado, que es motivacional, no tiene edad y solo hace falta que esa motivación personal surja por la razón que sea”.

Gestionar el día a día. La respuesta dada a las solicitudes de ayuda de algunas entidades no solo ha evidenciado el alto grado de solidaridad de la sociedad vasca, sino que, en ocasiones, también ha llegado a sobrepasar la capacidad de las organizaciones. Sobre esto Irama Vidorreta señala que “una respuesta masiva ante un llamamiento a la solidaridad yo no lo veo como un problema, pero sí es cierto que las organizaciones necesitan estructura, necesitan músculo para poder gestionar esos volúmenes de ayudas puntuales que, además, movilizan a muchas personas. El sostenimiento de las organizaciones exclusivamente con voluntariado ocasional sería muy difícil, porque tiene que haber gente comprometida en el día a día. En estas organizaciones no todo son tareas de intervención o de actuación directa, también hay muchas tareas de gestión, de burocracia, de formación que son importantes para su permanencia”.

En opinión de Leire Ortiz de Zárate “la clave del éxito está en lograr el equilibrio entre los dos modelos de participación, el del voluntariado estable y el ocasional” y el papel de agencias como Bolunta consiste en “reforzar el tejido social y hacer que pueda adaptarse a la realidad actual”. Irama Vidorreta añade que “vivimos unos tiempos móviles y flexibles y las organizaciones tienen que integrar esa flexibilidad, alejarse de los modelos estancados y rígidos porque eso les impide llegar a más personas dispuestas a participar”.

Otro colectivo que ha crecido mucho en los años transcurridos entre el último estudio sobre voluntariado en Euskadi y el anterior es el formado por las personas voluntarias potenciales. “En el estudio -indica Irama Vidorreta- se hace una estimación del volumen de personas que aun no siendo voluntarias podrían llegar a serlo o se lo plantearían. Esa cifra se ha duplicado. Constituyen una fuente de futuros voluntarios, pero entre los motivos que señalan para no concretar esa predisposición están la falta de información y cierto recelo al compromiso, porque están dispuestas a comprometerse pero no demasiado y muchas veces es que no saben cuánto les puede exigir el voluntariado”.

“Cuando las personas llegan a Bolunta y les explicamos que el voluntariado es más fácil de lo que ellas habían imaginado, se relajan y ven que sí pueden participar y compaginar eso con sus obligaciones o actividades. Muchas veces somos nosotros mismos los que vemos unos obstáculos que no son reales. Las personas que se plantean ser voluntarias pero no lo son a veces aluden a la falta de tiempo y otras dudan de su propia capacidad o utilidad. En Bolunta siempre decimos que hay unas tareas específicas que requieren conocimiento expreso de la tarea, como, por ejemplo, los voluntarios que hacen asesoramiento jurídico a personas inmigrantes o los que trabajan en el ámbito de la salud. Pero hay muchas otras, prácticamente la mayoría, que parten de habilidades personales del tipo saber acompañar, saber hablar, tener capacidad de dinamizar un grupo, ser una persona abierta? esas son las principales potencialidades que las entidades aprovechan. Muchas veces no es tan importante la formación formal que podamos tener como nuestras capacidades como personas”, puntualiza Leire Ortiz de Zárate.

aprendizaje La coordinadora de Bolunta recuerda que “el Consejo Vasco del Voluntariado lleva ya un tiempo analizando la posibilidad de establecer un reconocimiento de competencias” logradas a través del trabajo voluntario. “El voluntariado -explica Ortiz de Zárate- es un proceso de aprendizaje a través del que se adquieren muchas competencias y se está intentado instaurar un sistema oficial de reconocimiento de estas competencias. Algo que pueda servir a personas que están buscando empleo o que sea, simplemente, un reconocimiento a su trabajo. Es una iniciativa importante porque pone en valor la labor y los aprendizajes de las personas voluntarias. En estos momentos se está trabajando, en colaboración con las entidades sociales, en la manera de articular esto y posibilitar que los voluntarios obtengan, en la medida en que lo necesiten y lo demanden, un reconocimiento de las competencias adquiridas en su labor de voluntariado”.

En cuanto a los ámbitos de actuación y los tipos de entidades a los que se dirigen las personas dispuestas a dedicar tiempo, conocimientos y trabajo, las representantes de la Fundación EDE y de Bolunta señalan que las organizaciones dedicadas a la acción social -dirigidas a la discapacidad, riesgo o situación de exclusión, inmigración, etc.- son, junto con las de ámbito cívico -organizaciones vecinales, las de personas jubiladas, entre otras-, las que más voluntarios aglutinan. Irama Vidorreta destaca que “hay diferencias en función del género”. Así, “las mujeres son las que más participan en las organizaciones de acción social y en las de cooperación al desarrollo, estas entidades están más feminizadas, mientras que en las relacionadas con los deportes o la promoción del empleo la presencia de hombres es mayor”.

La responsable del estudio sobre voluntariado señala que se ha detectado un incremento de las organizaciones cuya acción principal está relacionada con el tema medioambiental y opina que este ámbito de actuación “todavía tiene recorrido y cuestiones como el animalismo y el especismo seguirán siendo importantes”.