Bilbao. Las emotivas palabras del periodista Iñigo Camino de recuerdo a Germán Hormaza hacen prever a quien no conocimos, al fallecido el 16 de diciembre a los 80 años de edad, que fue un hombre especial. Escribe el exdirector de DEIA: "Volviendo en metro a Bilbao después de asistir en Andra Mari-Getxo al funeral por Germán Hormaza (aita). Hace muchos años que no he tenido relación con los Hormaza, piezas claves en la rehabilitación del edificio Meñaka en Artea para sede del Archivo Histórico del Nacionalismo y en el traslado de los fondos documentales desde Villa Izarra-Beyris Baiona hasta Artea. Tengo el recuerdo de un abertzale trabajador, afable, con fino sentido del humor, irónico, buen conversador en largas sobremesas, junto a Karmelo Intxausti, Rafa Purroy, Javier Gaston o Luis Ballesteros en torno al inolvidable Uzturre. Los Hormaza, padre e hijo, hicieron un encomiable trabajo hace más de veinte años para la Fundación Sabino Arana. Goian bego!", analiza el vizcaino.

La familia agradece las palabras de Camino e ilustra que Germán Hormaza Gorostola nació el 27 de mayo de 1933 en Getxo, en el caserío Bosgarrena. Fue hijo de un padre y una madre muy nacionalistas vascos. El padre fue gudari, Julián Hormaza Bilbao.

Al volver del frente, el soldado nacionalista vasco quiso que su hijo estudiara perito, que no siguiera la estela profesional de la familia, la mar. Sin embargo, su hijo Germán hizo lo que especialmente la madre no quería. La razón navega triste aún en la familia: "Antonia Gorostola era hija póstuma de un marino que murió en un naufragio en las costas de Inglaterra y sus cuatro hermanos habían navegado", explican sus parientes a DEIA.

Germán acabó siendo capitán de barco y de los que, además, se enfadan cuando alguien usa el término de marineros cuando se debe decir marinos. Estudió de niño en Getxo, de joven en el Instituto Central de Bilbao y, a continuación, en la Escuela de Náutica con sede en Botica Vieja. Navegó con diferentes compañías, incluida la Naviera Aznar. Fue más adelante, una vez casado con Josefina Villelabeitia y con su primer hijo Germán de meses, cuando una empresa estadounidense le contrató para trabajar durante dos años en Nigeria, surcando el río Níger, un lugar que él definía como de "sudor, malaria y serpientes". A su regreso, la pareja tuvo otras dos hijas: Itziar y Karmele.

Germán padre era de muchas amistades, le gustaba cantar. Él siempre bromeaba que cantar en el coro de la Iglesia era una buena forma de ganarse el hamabietako de después de misa o unos gin-fizzes en el club de oficiales en Lagos. Era un hombre que hacía gala de buena voz de barítono al que le gustaba, además, ir a cazar.

Apasionado de los viajes

Nacionalista vasco hasta el tuétano, era un apasionado de los viajes. Habiendo conocido tantos lugares lejanos cuando navegaba, una vez en tierra le gustaba recorrer Portugal, Euskadi, Francia y España. "En esos viajes nos llevaba a menudo a visitar en tierra los faros que él había visto desde la mar", recuerdan sus hijos. Uno de sus objetos favoritos era su sextante. "Nos dejó usarlo en alguna ocasión para poder ver los eclipses de sol a través de los cristales ahumados".

Aunque nacido en 1933, fue un vasco puesto al día, todo avance le encantaba. Así, internet le parecía "la bomba", explica su hija Itziar. "Para él, internet era el colmo. Siempre nos decía que los países salían adelante gracias a las tecnologías". Fue, además, un gran defensor del euskara, idioma que amaba. Sin embargo, y precisamente por su propia experiencia como marino, solía decir a la familia: "Euskaraz egin behar da, baina ingelesez ikasi behar". Por ello, se encargó de mandar a sus hijos a Irlanda a aprender y mejorar el inglés.

Y todo lo contaba con una alegría que ha sabido cómo trasmitir a los suyos. "Era muy alegre, con muchísima iniciativa empresarial, lo que ahora se dice emprendedor. A su juicio, el que generaba riqueza para uno mismo o su familia, lo hacía para su país, Euskadi", agrega la familia que le viste con otros calificativos como solidario. "A aita no le gustaba la palabra caridad, decía que lo que había que ser era justo y solidario con las personas. Precisamente por ese sentido de la justicia, le indignaba la ingratitud".

Por ello, nunca quiso alardear de nada, incluso, si por él fuera, aquí no quedaría escrito labores tan importantes para la sociedad que él cumplió: Fue presidente de la asociación de vecinos de Andra Mari; el primer lehendakari del batzoki de Andra Mari; fundador de la ikastola Gobela por la que "los hijos tuvimos que andar estudiando de forma clandestina de casa en casa", evoca Itziar. Fue de los primeros socios del colegio Azkorri y primer lehendakari de la organización municipal del PNV de Getxo. También fue vicepresidente de la Asociación de Forestalistas de Bizkaia y miembro del consejo de la BBK. "Siempre que hacía falta en algún lugar, allí estaba él, dispuesto a hacer un favor a quien lo necesitara".

Hormaza, emprendedor incansable, tuvo varias empresas, desde la automoción a la construcción. A los 50 años sacó el título API, de agente de la propiedad inmobiliaria y de Administrador de Fincas. "Nos decía que había que reciclarse de forma continua, aprendiendo. Todo lo nuevo era interesante", apostilla la familia que le recordará siempre como un hombre "muy abierto, afable, de querer estar con personas, así, por ejemplo le encantaba que hubiera amigos siempre en casa, compartiendo un buen vino, una buena comida y una buena sobremesa".

Buen humor

Con todo, si algo ha trasmitido a su familia ha sido "el buen humor. Incluso, en los últimos tiempos, nos decía la siguiente frase: yo no quiero durar, yo lo que quiero es vivir".

Afiliados y militantes del PNV en Andra Mari, los Hormaza hicieron la obra del edificio Meñaka en Artea para el Archivo Histórico del Nacionalismo para la Fundación Sabino Arana. La inauguración del Archivo (oficial) fue el 26 de enero de 1993, pero el traslado de los fondos documentales al archivo se realizó a finales del mes de julio de 1992.