Francia dio ayer jueves un paso inédito e histórico en apoyo de las lenguas minoritarias que, a duras penas, todavía se conservan en su territorio. El euskera, el bretón, el occitano, el corso o el catalán han sobrevivido en los últimos 250 años a la república y a su centralismo lingüístico en un lento pero imparable declinar que, tal vez, desde hoy puede cambiar gracias a la ley que ayer jueves, con el voto mayoritario de los diputados, aprobó la Asamblea Nacional.

El proyecto ya venía con el respaldo del Senado y, la clave, en la sesión de ayer jueves, es que fuera aprobado en su integridad, sin dar lugar a modificaciones que obligaran a enviarlo de nuevo a la cámara alta. Esta ley y el apoyo cosechado (247 síes frente a 76 noes) es fruto de un largo y constante trabajo lobista de los sectores comprometidos con las lenguas minoritarias de aquellos territorios donde se hablan. La aprobación se ha conseguido en contra del Gobierno de Macron, cuyo ministro de Educación, Jean Michel Blanquer, calificó de "caricatura" la realidad lingüística que dibujan los promotores de la nueva norma. Aseguró que Francia garantiza la educación en las lenguas minoritarias y que el país ha encontrado el equilibrio justo entre ellas y el francés, la única que protege la ley.

A la vista de esta posición del ejecutivo, se impone la prudencia. Hur Gorostiaga, director de Seaska, la federación que agrupa a las ikastolas de Iparralde, reconoció que hay que esperar a la actitud que adopte el Gobierno.

170.000 escolares

La ley abre la puerta a la inmersión lingüística y a la subvención a escuelas privadas que realizan la enseñanza en idiomas diferentes al francés, como es el caso de las ikastolas.

Actualmente, se calcula que unos 170.000 de los más de 12 millones de escolares reciben clases en una de estas cuatro lenguas: bretón, occitano, vasco y corso.