Apenas se ha visto en campaña a Carles Puigdemont. Ha participado vía telemática desde Waterloo para arropar a Laura Borràs pero su estela ha irrumpido más en los discursos prefabricados de la oposición. No le ha hecho falta. Su candidata, la heredera del legado de Quim Torra, ya arrastraba lo suficiente. Mientras el foco se ha puesto en el efecto Illa y en cómo reaccionará ERC sea cual sea el resultado, en verdad la mirada furtiva se dirige a Junts. Otro golpe de mano del president en el exilio supondría no solo reforzar su modelo de procés sino que desnudaría a socialistas y republicanos. A la vía pragmática del encarcelado Oriol Junqueras y a la estrategia de Pedro Sánchez, que vería peligrar hasta su estabilidad.

En plena crisis sanitaria y después de que Moncloa presionara en favor de una resolución judicial que finalmente obligó a no posponer la jornada del 14-F, 5,6 millones de catalanes están llamados hoy a las urnas en unas elecciones que podrían dejar el Parlament más fragmentado de la historia y que ofrecerán previsiblemente un escenario postelectoral incierto, de difícil gobernabilidad y sin pactos claros, con vetos cruzados que podrían desembocar en una repetición de los comicios. La lucha por liderar el soberanismo, la operación para situar en la Generalitat al ministro de la pandemia, la incursión de la extrema derecha o el esperado batacazo de Ciudadanos son solo algunos de los aspectos en juego, marcados por una abstención que podría batir todos los registros.

Nivel de abstención

Clima de miedo al contagio y desafección

En los anales quedará la participación récord de 2017 (79,04%), al calor del referéndum del 1-O, la declaración unilateral y el artículo 155. El miedo al contagio y la desafección provocará una caída impredecible de saber a quién afectará más. Los analistas estiman que votará un 60% del electorado, pero no se descarta que ocurra lo que en Euskadi el pasado julio, que lo hizo el 50,78%. La duda es si quedará desmovilizado el constitucionalismo por la menor pulsión que hace cuatro años, o el independentismo por sus desavenencias internas. Ni siquiera los sondeos, donde el índice de indecisos ha sido elevado, han conseguido determinarlo. El voto por correo ha alcanzado la cifra más alta desde 1980, con 265.647 sufragios por este sistema, un aumento del 277%.

Liderazgo soberanista

Entre el veto al PSC y la barrera del 50%

El veto por escrito de todos los partidos secesionistas a cualquier acuerdo de gobierno con el PSC, sea cual sea la correlación de fuerzas, ha marcado la antesala de una cita donde se libra una pugna entre ERC y JxCat pese a que han evitado el cuerpo a cuerpo en campaña, después de una legislatura donde los conflictos entre los socios del Govern han dado para escribir varios libros. Desde la negativa a investir telemáticamente a Puigdemont, cuya sombra estará muy presente esta noche, a la inhabilitación de Torra, pasando por varias resoluciones del Parlament. En juego está la apuesta de Esquerra por la mesa de diálogo y la negociación con el Ejecutivo español, o la “confrontación inteligente” de Junts. El republicano Pere Aragonès, arropado todos estos días por Junqueras, ha tenido que desmentir reiteradamente que su intención sea pactar con Illa y configurar un tripartito de izquierdas, pero confía en sumar a los comunes a un Govern que luche por el derecho a decidir. Borràs, aferrada al mandato del 1-O, se ha visto en la tesitura de zafarse de la lupa del Supremo por su gestión en la Institució de les Lletres Catalanes. La CUP, con Dolors Sabater al frente, no quiere ser vista como elemento de bloqueo aunque se presenta como la única marca rupturista capaz de avanzar hacia los derechos sociales y un referéndum antes de 2025. Otra de las incógnitas se halla en si el conjunto del independentismo supera al fin el 50% de los apoyos, y que haría con él.

El verdadero test, sin PCR

El ‘efecto Illa’ puede acabar en ‘boomerang’

A Salvador Illa no le ha quedado otra que hurgar en lo que llama la “foto de Colón del independentismo”, por el manifiesto en su contra, para salvar la polémica que él mismo se encargó de aflorar al negarse a someterse a una PCR antes de los debates televisados, creando la sospecha de que podría estar vacunado, algo que Sanidad desmintió. Los sondeos le sitúan a la par que las dos principales formaciones soberanistas, y alguno, con el CIS de su parte, por encima de ellas. Pero una victoria moral puede convertirle solo en jefe de la oposición, como Inés Arrimadas el 21-D, cuando C’s sacó 36 escaños y 1,1 millón de votos estériles. En una operación cantada y negada hasta horas antes por los protagonistas, Sánchez apartó a Miquel Iceta, lo convirtió en ministro de Política Territorial y, en plena tercera ola, mandó a Illa a Catalunya para aprovechar su imagen de gestor contra el covid, lo que realmente está por ver si fue un acierto. El encargado de mutilar el procés con su tono mesiánico y amable, que huye de las disputas y apela a la reconciliación “sin revanchas”. Al menos en la letra pequeña de sus promesas. El PSC ha tratado de hacer valer como eslogan el “Todos contra Illa” o el “Contra Illa vale todo”, pero la jugada puede acabar con efecto boomerang y hacer un boquete en Moncloa, donde la campaña también ha propiciado nuevas peleas entre PSOE y Unidas Podemos a cuenta de la “anormalidad democrática” que denunció Pablo Iglesias por la situación de los presos soberanistas, aún encarcelados y a los que la Fiscalía tratará de revocar su tercer grado pasada la resaca electoral.

Tablero unionista

De la debacle de C’s al ‘sorpasso’ de Vox al PP

A Ciudadanos le puede ocurrir como en las generales. De la gloria al infierno en un abrir y cerrar de ojos, ya que las encuestas predicen que puede perder la mitad de su representación. La apuesta de Carlos Carrizosa, que no fue el ganador en las primarias sino Lorena Roldán, que en diciembre se pasó al PP, apunta a hecatombe sin la atmósfera de antaño. El otro duelo que se libra en la derecha constitucionalista reside en la irrupción de Vox en el Parlament que, sumado al posible sorpasso al PP, abriría un crisis de tamaño gigantesco en el proyecto de Pablo Casado, asediado además por el juicio a la caja B de Génova 13. El ultraderechista Ignacio Garriga, impulsado por Santiago Abascal, se ha erigido como garantía para anular a la “mafia separatista” y la izquierda.

Árbitros de mayorías

El incierto peso de los comunes y el PDeCAT

Podemos puede sumar otra amarga noche, como en la CAV y Galicia, si su marca naufraga también en Catalunya, donde Jéssica Albiach aspira a ser determinante y rumia contra los vetos entre ERC y PSC. Las autonómicas no se le han dado allí tradicionalmente bien. Por su parte, el PDeCAT, sigla posconvergente desligada de Junts, pretende ser árbitro de un Govern soberanista, pero para moderar la hoja de ruta, y para ello la exconsellera Àngels Chacón -y de manera más discreta Artur Mas- ha subido el tono, para conseguir representación y, con suerte, grupo propio. El PNC de Marta Pascal, la primera que se divorció de los planteamientos de Puigdemont, parece estar lejos de esa meta.

El conflicto llega hoy a las urnas. ¿Impulso al procés? ¿Alternativa transversal? ¿O bloqueo?