El enfrentamiento abierto en el seno del PDeCAT, con una fuga masiva de correligionarios en dirección hacia el recién creado partido Junts per Catalunya (JxCat), impulsado por el expresident Carles Puigdemont, amenaza con vivir un nuevo episodio. Mientras la formación heredera de Convergència Democrática de Catalunya (CDC) ve cómo algunos de sus representantes históricos abandonan el barco, la marca de Puigdemont gana adeptos. Pero los neoconvergentes aún se guardan una bala en la recámara. Cuatro de sus ocho miembros en el Congreso podrían abrirse a negociar los Presupuestos Generales del Estado del presidente Pedro Sánchez, lo que supondría un torpedo en la línea de flotación de la estrategia del líder soberanista refugiado en Waterloo, que aboga por romper todo puente al entendimiento con el Estado.

Que el PDeCAT puede saltar en mil pedazos es algo conocido. De hecho, buena parte de sus filas han saltado al bando de Puigdemont, dejando solo a David Bonvehí, presidente de la formación. Destacados nombres como Josep Rull, Jordi Turull o Joaquim Forn, actualmente en prisión por el 1-O, además de un buen número de representantes del Govern y del andamiaje territorial, se han unido al expresident. No así la totalidad de los miembros en el Congreso, donde el grupo de ocho representantes de JxCAT -del que forma parte el PDeCAT- estaría partido en dos. Cuatro de ellos, con Ferran Bel a la cabeza, podrían desoir los llamamientos de Puigdemont a no dar tregua al ejecutivo de Sánchez y abrir una etapa de colaboración con el Gobierno español.

Ese movimiento de fichas, que hasta la fecha parecía imposible, daría visibilidad al PDeCAT, justo en el momento que más lo necesita y con unas elecciones catalanas en un plazo medio. Pero también ofrecería oxígeno a un Sánchez necesitado de apoyos a sus presupuestos, y sobre todo a su acción legislativa.

Esos cuatro votos se sumarían a los que el líder socialista podría sumar junto a Unidas Podemos, Ciudadanos y PNV. Pero, de paso, ese juego de ajedrez integraría a una formación soberanista catalana, con todo lo que ello conlleva para dar mayor alcance a los PGE y ensanchar las bases de Sánchez. Incluso daría al presidente español la gobernabilidad sin tener que tirar de otras formaciones. Y dejarían a un lado a ERC, que podría pasarse a la abstención empujado por las circunstancias al verse ninguneado.

Los desaires vuelan de un lado al otro del PDeCAT durante los últimos tiempos. La afrenta más dura, sin duda, ha sido la reciente remodelación del Govern del president Quim Torra, de la que ha salido la única representante del partido posconvergente, Ángeles Chacón, y que afianza los postulados de Puigdemont, quien parece ejercer de muñidor del ejecutivo de Torra aún y estando en Bélgica. Ese movimiento de silla causó un hondo malestar en los cuadros dirigentes del partido, con Bonvehí a la cabeza. Así, y según diversas fuentes, la vendetta en Madrid estaría en marcha, de la mano de Ferran Bel, Sergi Miquel, Genís Boadella y Concepció Cañadell. La máxima responsable del partido en el Congreso de los Diputados, Laura Borràs, habría tratado de encabezar las negociaciones para cerrar el paso a sus compañeros díscolos e imposibilitar sus maniobras. La postura maximalista que mantiene, con la reclamación de amnistía para los presos del referéndum del 1-O o la autodeterminación para Catalunya como bases para mantener el enfrentamiento antes de comenzar a hablar habría dificultado esas operaciones. En cambio, el grupo liderado por Bel podría hacer oro de sus apoyos a Sánchez.

presupuestos de sánchez

La estrategia de los cuatro parlamentarios del PDeCAT en Madrid podrían tener otras derivadas, no menos importantes que ayudar a Sánchez a lograr algo que no ha conseguido obtener desde 2018: aprobar unos PGE e implantar sus líneas maestras en el terreno económico. Y es que el partido podría lograr importantes contraprestaciones a su apoyo a los socialistas, además de recomponer de alguna forma los puentes rotos con el partido de Ferraz. Podrían copiar el esquema de lo que el PNV viene realizando durante las últimas legislaturas: negociar para obtener réditos que satisfagan las reclamaciones de Euskadi.

El portavoz del PDeCAT, Marc Solsona, ha apelado a esa circunstancia recientemente. A que sus siglas vuelvan a ser decisivas, tanto en Catalunya como en Madrid. Y así, de alguna forma, obligarían además a ERC a dejarse pelos en la gatera en sus postulados contrarios a la negociación para que el PDeCAT no capitalice esos beneficios de cara al electorado catalán.

Todos los partidos catalanes miran de reojo hacia las elecciones que Torra, más tarde que pronto, convocará. Podrían ser en febrero de 2021, aunque todavía no hay una fecha marcada en el calendario. Y mientras que Puigdemont y su recién surgido JxCat -que pasa de movimiento electoral a partido clásico- han logrado tiempo con la remodelación del Govern, PDeCAT busca marcar perfil propio.

Tanto es así que Bonvehí ha citado hoy a los suyos -los cuatro representantes en el Congreso y los otros cuatro en el Parlament de Catalunya- para explorar las sendas abiertas a la colaboración. Todavía se desconoce qué ocurrirá con el PDeCAT, pero la carrera electoral ya ha empezado para los neoconvergentes. Y no solo en las catalanas, sino también en las elecciones municipales de 2023. El primer paso puede ser volver a ser pieza central de la política, catalana y estatal.