Bilbao - La exhumación de los restos de Franco se enmarca en una larga tradición, la de docenas de dictadores cuyos cadáveres han sufrido destinos de toda índole a lo largo de la Historia y en diversos puntos del globo. Por buscar una analogía con Francisco Franco durante las décadas en que ha permanecido en el Valle de los Caídos, el entierro de sátrapas en lugares suntuosos o incluso su embalsamamiento y exposición pública ha sido posible tan solo con sus mandatos de terror en vigor. Paradójicamente, éste es el caso de regímenes comunistas como Corea del Norte (Kim Jong-un), China (Mao Zedong), Vietnam (Ho Chi Minh) o Rusia (Lenin y Josef Stalin).

En el extremo opuesto se encuentran aquellos tiranos cuyos días en el poder terminaron de forma violenta. Cabe citar aquí a Adolf Hitler en Alemania, Benito Mussolini en Italia, Nicolae Ceausescu en Rumanía, Muamar el Gadafi en Libia o Saddam Hussein en Irak.

Después están los tiranos que fallecieron en el exilio, con sus respectivos regímenes ya extinguidos y en un ostracismo total. Aquí abundan los ejemplos en Sudamérica, es el caso de Alfredo Stroessner, que lideró una dictadura en Paraguay pero fue enterrado en Brasil. El nicaraguense Anastasio Somoza huyó a Paraguay y sus restos acabaron en Miami, mientras que Leónidas Trujillo, dictador dominicano, reposa en Madrid.

También murió en el exilio en Hawai Ferdinand Marcos tras huir de Filipinas en 1986 con su esposa Imelda. El argentino Jorge Videla terminó sus días en 2013 mientras cumplía condena en la cárcel, y Fidel Castro, fallecido en Cuba en 2016, exigió una sepultura modesta. - C. C. B.