La pandemia del coronavirus y la movilización en estas elecciones ha llevado a casi 100 millones de estadounidenses a emitir su votoantes de la apertura de los colegios electorales, el 72% de todos los que votaron en 2016.

Este hecho supone un desafío de cara al recuento, ya que cada estado tiene sus propias normas. Algunos permiten procesar el voto anticipado y por correo antes de la jornada electoral, otros solo a partir del cierre de las urnas y hay varios que aceptan papeletas incluso semanas después de las elecciones.

El método de verificación del voto por correo puede retrasar el resultado más allá de este martes. La atención, por tanto, está centrada más que nunca en los conocidos como swing states, unos territorios decisivos en los que las encuestas muestras un resultado muy ajustado: Florida, Pensilvania, Michigan, Carolina del Norte, Ohio, Wisconsin, Iowa, Arizona y Minnessota.

El mejor escenario para conocer al ganador lo antes posible es que el candidato demócrata, Joe Biden, logre un respaldo contundente en los estados clave. Florida, Arizona y Carolina del Norte divulgarán sus resultados poco después del cierre de las urnas, sin embargo, Pensilvania o Wisconsin ya han advertido de que el recuento tardará días.

La incertidumbre es máxima y la tensión también, teniendo en cuenta que el presidente republicano Donald Trump lleva meses criticando sin pruebas el voto por correo, que tilda de "fraudulento" a pesar de que él mismo vota por este sistema.

En la recta final de la campaña ha asegurado que no reconocerá los votos que se cuenten más allá de la noche electoral. Incluso, ha insinuado que, en el caso de que sea un resultado muy ajustado, no dudará en recurrir a la vía legal e incluso al Tribunal Supremo, de mayoría conservadora. Todas estas declaraciones han sembrado el miedo en activistas y votantes del Partido Demócrata, que consideran que en estas elecciones está en juego la propia democracia estadounidense.

"En cuanto se acaben las elecciones, vamos a entrar con nuestros abogados", amenazó Trump el domingo en referencia al recuento en Pensilvania, donde su campaña se opone a que se contabilicen los votos por correo que se reciban en los tres días posteriores a este martes.

El mandatario también ha convocado a un "ejército" de observadores para que vigilen lo que ocurre en los lugares de votación, algo que muchos demócratas temen que vaya más allá del papel legal de supervisión y derive en intimidación de votantes.

La violencia como factor

Según una encuesta de NBC News, más de la mitad (el 56 %) de los estadounidenses no cree que las elecciones vayan a llevarse a cabo de forma libre y equitativa y este pensamiento, sumado a la creciente desconfianza en las instituciones y los medios en Estados Unidos, aumenta las probabilidades de episodios de violencia después de la jornada electoral.

Muchos expertos temen que la preferencia de los votantes de Trump por votar el mismo día de las elecciones favorezca un fenómeno conocido como el "espejismo rojo" -llamado así por el color del Partido Republicano-.

Ese escenario se produciría si Trump lleva ventaja en los estados clave la noche de las elecciones y declara su triunfo antes de que todos los votos estén contados, para luego denunciar un fraude en el caso de que el recuento final acabe dando la victoria a su rival, el demócrata Joe Biden.

Si eso ocurre, o si los resultados en uno de los estados clave son muy ajustados, puede haber litigios como el de 2000, cuando George W. Bush y Al Gore se disputaron durante semanas el estrecho resultado en Florida.