O de intentar ganar las guerras -o algunos enfrentamientos- en los campos de batalla o tan solo en las mentes de los súbditos es una constante general a lo largo de la Historia, desde los acadios faraones y aqueos de la Antigüedad hasta los estadounidenses e iraníes de hoy en día.

Y si esto de ganarse los laureles bélicos en los relatos propios tiene un larguísimo historial, lo de que lo hagan los enemigos al alimón se da más bien poco. El último caso registrado es el del general iraní Kasim Soleimani, comandante del cuerpo expedicionario iraní Kud, muerto hace seis meses en un atentado perpetrado por un dron de los EE.UU. En el Irán y aún más en el mundo atlántico, Soleimani es ensalzado como uno de los genios actuales del arte de la guerra.

Lo que las autoridades occidentales e iraníes han filtrado a la Prensa sobre Soleimani era superlativo: estratega genial, organizador fabuloso, políglota, mago de las redes de espionaje, conocedor de las mentalidades árabes e irano-iraquíes, etc. Y por encima de todo, militar abonado al éxito en cuanta guerra, guerrilla o golpe de mano intervenía.

Ahora, desde una perspectiva más distante, la figura de Soleimani va adquiriendo dimensiones más normales. Para empezar, la inmensa mayoría de sus hazañas bélica se ha registrado en las campañas contra el Estado Islámico (EI). Han sido campañas mayormente conjuntas de occidentales, iraníes, kurdos y los iraquíes gubernamentales. Se puede decir que fueron campañas fuenteovejunjescas, en las que todos los participantes fueron imprescindibles para la victoria final€, incluyendo los errores del EI.

En segundo lugar, la eficientísima red de espionaje y quintacolumnistas de que disponía Kud en el Irak era fruto de la antigua migración política al Irán de los opositores al dictador iraquí, Sadam Hussein. Soleimani tuvo solo el mérito -importante, pero ni exclusivo ni decisivo- de organizar estos grupúsculos e integrarlos en el esquema operativo de Kud. A todo esto, tampoco era un consumado políglota y en las operaciones en Siria tenia bastantes problemas para entenderse en árabe. A Soleimani hay que reconocerle el enorme mérito de rodearse de gente de talento, como Abu Mahdi al Muhandis -jefe de las milicias iraquíes, Kataib Hizbolá- un hombre al que todo el mundo reconocía como estratega muy superior a Soleimani. Este murió en el mismo atentado que Soleimani.

A todo esto hay que tener en cuenta que la propaganda iraní presentó al mundo a un Soleimani políticamente muy radicalizado y próximo a los guardianes de la revolución, cuando en realidad era un moderado que trataba de cooperar con todas las fuerzas, incluso las hostiles a los guardianes.

Y en eso de entenderse con todos, Kasim Soleimani ha rizado el rizo y ahora, postmortem, tanto los enemigos estadounidenses como los difíciles amigos guardianes compiten en alabarle€ por la cuenta que les trae.