Washington - Bostezos, cabezadas, notas deslizadas entre pupitres y libros leídos a escondidas: el escenario del proceso de destitución del presidente Donald Trump parece una clase llena de adolescentes aburridos, con muchos republicanos hastiados por unas sesiones que ya han comparado con el día de la marmota. Las horas se hacen largas para el "jurado" del juicio político a Trump, formado por cien senadores que deben escuchar en silencio un alegato que ya conocen y que difícilmente acabará en la destitución del presidente, protegido por la mayoría republicana del Senado. "Es como el día de la marmota, (los fiscales demócratas) repiten cada hora y media los mismos argumentos", se quejó este jueves el senador republicano John Barrasso durante una entrevista con la CNN.

El proceso ha sacado la vena artística del republicano Rand Paul, que tras completar el miércoles un crucigrama y un avión de papel, dedicó parte del jueves a dibujar el Capitolio, mientras su colega Richard Burr se entretenía con una peonza de mano desestresante fidget spinner. Con los teléfonos celulares prohibidos en el pleno, muchos ocultan sus lecturas tras su pupitre para que no se sepa si están relacionadas con el proceso, a no ser que lo que busquen sea, precisamente, atraer las miradas de la prensa.

como en el colegio Es el caso de la senadora republicana Marsha Blackburn, que, ataviada con unas brillantes gafas de color coral, se vanaglorió en Twitter de haber leído durante la sesión del jueves un libro sobre "cómo los que odian a Trump están destruyendo" el país, y presumió de que como "mamá ocupada", sabe "hacer muchas cosas a la vez". No faltaron quienes recurrieron a las notitas, un clásico recurso para capear las clases largas del colegio: tanto la republicana Susan Collins como la demócrata Kamala Harris deslizaron pedazos de papel a sus colegas.

Pero si fuera posible reprender a los "estudiantes" del Senado, el primer castigado sería seguramente el conservador Lindsay Graham, que el jueves marcó casi todas las casillas posibles para demostrar su indiferencia ante el alegato de los demócratas: bostezos, risas, cuchicheos y largas ausencias del pleno. Mientras sus compañeros se giraban hacia las pantallas instaladas en el Senado cuando los fiscales demócratas reproducían vídeos relevantes, Graham les daba en ocasiones la espalda, cómodo en su papel de aliado cercano de Trump. A su colega Lamar Alexander se le caía la cabeza: casi cuatro horas después del inicio de los argumentos, el senador republicano no pudo evitar cerrar los ojos un buen rato. Los demócratas perdían así la atención de uno de los pocos conservadores a los que esperan convencer para poder convocar a nuevos testigos.

La idea de que el proceso contra Trump es tedioso empezó a difundirse al comenzar las audiencias en la Cámara Baja sobre la campaña de presión a Ucrania, que uno de los hijos del mandatario, Eric, definió en Twitter como el "festival de las siestas".