Copenhague - El supuesto interés del presidente de EE.UU., Donald Trump, en comprar Groenlandia a Dinamarca ha generado un aluvión de reacciones de políticos daneses, que dudan de si es una broma, ironizan con su salud mental o lo acusan de colonialista.

Según publicaban ayer varios medios estadounidenses, Trump ha mencionado la cuestión varias veces en las últimas semanas durante reuniones y cenas, y la Casa Blanca ha discutido la legalidad de una hipotética compra, el proceso de incorporación del territorio y de dónde saldría el dinero para afrontar la operación.

Mientras el Ejecutivo socialdemócrata danés guarda silencio, el Gobierno autonómico groenlandés ha resaltado en un comunicado la “buena relación” con Estados Unidos, y ve el “rumor” como muestra del interés en invertir en esta isla, de 2 millones de kilómetros cuadrados cubierta de hielo y 56.000 habitantes, la mayoría inuits.

“Groenlandia no está por supuesto en venta”, resaltan en el breve escrito las autoridades de uno de los dos territorios autónomos que componen el Reino de Dinamarca (el otro son las Islas Feroe). Frente al mutismo o la respuesta comedida de las autoridades, la clase política danesa ha reaccionado de forma casi mayoritaria en las redes sociales haciendo ejercicios de ironía. “Debe de ser una broma del 1 de abril completamente fuera de temporada”, aseguraba ayer el ex primer ministro danés y actual líder de la oposición, el liberal Lars Løkke Rasmussen, aludiendo a la tradición sajona en esa fecha, equivalente al día de los Santos Inocentes.

“Mala broma” De “mala broma” han tachado también los supuestos planes de Trump figuras de las fuerzas políticas que apoyan al Gobierno danés.

El portavoz de Exteriores del Partido Social Liberal, Martin Lidegaard, ha enfatizado que en caso de que fuera un plan serio, sería “terrible” para los groenlandeses, que perderían su autonomía y asistirían a una posible militarización de la isla.

EE.UU. ya lo ha intentado antes, la última vez en 1946 con Harry Truman de presidente, una idea rechazada por Copenhague, que tres décadas atrás sí le había vendido a Washington las actuales Islas Vírgenes.

El diario conservador Berlingske resalta en un editorial que tras las “fantasías” de Trump está el deseo de EE.UU. de aumentar su influencia -posee una base militar en el norte de la isla- en un territorio de gran importancia geoestratégica y que ha despertado el interés de China.