Viena - El llamado caso Ibiza: un comprometedor vídeo rodado en esa isla mallorquina hace dos años ha causado un terremoto político que acabó ayer por derribar a un Gobierno, de tintes ultraderechistas, que hasta hace diez días se presentaba como modelo de estabilidad. Tras solo 525 días en el cargo, Sebastian Kurz ha sumado la condición de canciller federal más breve de la historia moderna de Austria a su ya récord de jefe de Gobierno más joven de la UE. Una mayoría de 110 entre los 186 diputados de la cámara baja, los de la oposición de izquierdas y los ultraderechistas, censuraron a Kurz, líder del derechista Partido Popular austríaco (ÖVP), y a todo su Gobierno. Un Ejecutivo de transición gestionará ahora al país hasta las elecciones anticipadas que, seguramente, se celebren en septiembre. El presidente del país, Alexander van der Bellen, iniciará la ronda de consultas con los líderes políticos para abordar la crisis política. El mandatario insistió en los últimos días en su mensaje de calma y en afirmar que en la Constitución austríaca están definidos todos los mecanismos para proceder en este tipo de situaciones.

La cadena de acontecimientos comenzó el pasado día 17, cuando se publicó un vídeo en el que el entonces jefe del ultraderechista FPÖ, Heinz Christian Strache, ofrecía contratos públicos a una supuesta millonaria rusa a cambio de financiación ilegal y de ayuda para ganar las elecciones. El vídeo fue grabado en Ibiza antes de las elecciones anticipadas de octubre de 2017, ganadas por Kurz y de las que salió la alianza entre populares y ultraderechistas.

El llamado Ibizagate provocó la dimisión de Strache, la salida de todos los ministros del FPÖ del Gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones. La crisis fue a más ayer al aprobar el Parlamento la censura a Kurz y a su Gobierno, algo inédito en los 74 años de historia de la II República austríaca.

Durante el debate parlamentario, Kurz acusó al FPÖ y al socialdemócrata SPÖ de actuar movidos por “deseos de venganza” y aseguró que “nadie en el país puede comprender” la moción de censura.

Por su parte, la oposición de izquierdas responsabilizó a Kurz de traer a los ultraderechistas al Gobierno y de tratar luego de acumular poder para acudir con ventaja a las elecciones, mientras que el FPÖ le acusó de dinamitar la coalición por ambición personal.

En su primera intervención tras ser destituido, Kurz aceptó la “decisión democrática” tomada ayer en el Parlamento, pero activó ya el modo electoral de cara a los próximos comicios. “Pueden destituirnos, pero no pueden parar los cambios que hemos comenzado”, dijo el jefe de los populares, rodeado de decenas de sus simpatizantes en Viena. “Hoy ha decidido el Parlamento, pero al final del día, en septiembre, en una democracia quien decide es el pueblo”, proclamó.

Con sólo 32 años, diez de ellos en la política, y sin formación universitaria o experiencia en el sector privado, Kurz, tras asumir planteamientos ultraderechistas, lograba colocar al ÖVP como partido con más apoyos, tras una década de segundones en coaliciones con los socialdemócratas.

Llegó a la jefatura de su partido hace dos años, provocó la ruptura de la coalición que los populares mantenían entonces con el SPÖ y ganó las elecciones anticipadas con un discurso claramente antiinmigración que rozaba la xenofobia, para formar luego una alianza con los ultraderechistas, con los que compartía discurso.

El ya excanciller defendió el trabajo realizado con la ultraderecha y la estabilidad en la coalición, tras décadas de alianzas con peleas internas entre socialdemócratas y conservadores, que sin embargo han llevado al país a ser uno de los más estables y prósperos de Europa y del mundo entero.