Londres - La rebelión del sector más euroescéptico del Partido Conservador británico infligió ayer jueves una nueva derrota parlamentaria a la primera ministra y líder de la formación, Theresa May, que buscaba renovar el respaldo de los diputados a su estrategia del Brexit.

La abstención de cerca de 60 diputados conservadores precipitó el rechazo por 303 votos frente a 258 de una moción que instaba al Gobierno a continuar negociando con Bruselas cambios al tratado de salida de la Unión Europea (UE).

A pesar de que la moción tenía un peso únicamente simbólico, la derrota volvió a evidenciar las dificultades que afronta May para controlar a las facciones de su propio partido y obtener una mayoría parlamentaria.

Los euroescépticos criticaron el texto durante el debate previo a la votación en la Cámara de los Comunes al considerar que aceptaba de forma implícita una enmienda anterior, aprobada en enero, que descarta abandonar la UE sin un acuerdo el 29 de marzo.

Ese grupo de diputados considera que la opción de un Brexit duro debe continuar sobre la mesa porque es una baza favorable al Reino Unido en el diálogo con Bruselas, dado que ese escenario puede ser perjudicial para ambas partes. El conservador Steve Baker, uno de los líderes de los tories euroescépticos, afirmó tras la votación que el Parlamento debe velar por el “interés nacional” y urgió a la jefa de Gobierno a “mantenerse firme” en los contactos con el resto de socios comunitarios.

Al mismo tiempo, quitó hierro a la “desafortunada” derrota de la primera ministra y aseguró que las consecuencias del voto de ayer no son más que “una tormenta en una taza de té”. Un portavoz de Downing Street, despacho oficial de May, había restado importancia durante la tarde a la moción, que describió como “anodina”, y la primera ministra ni siquiera estuvo presente en la Cámara Baja cuando su presidente, John Bercow, anunció el resultado de la votación.

Corbyn pide un plan a la premier “Es sorprendente que la primera ministra no esté aquí”, lamentó el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, que exigió a May exponer un nuevo plan para el Brexit. Poco antes de la votación en los Comunes, el Gobierno aceptó reunirse en los próximos días con la diputada conservadora Anna Soubry para dialogar sobre la publicación de documentos internos que detallan las preparaciones que se están desarrollando para un eventual Brexit no negociado.

Esa concesión sirvió para que Soubry retirara en el último momento una enmienda dirigida a forzar al Ejecutivo a revelar esos textos. La primera ministra espera seguir intentando durante este mes que los líderes comunitarios se avengan a modificar la controvertida cláusula de salvaguarda para evitar una frontera entre las dos Irlandas tras el Brexit. La UE, sin embargo, se ha mostrado contraria a reabrir el diálogo sobre el tratado que se cerró en noviembre y mantiene que la salvaguarda es necesaria para mantener los acuerdos de paz firmados en Irlanda en 1998, que prevén que no haya frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte.

Los conservadores euroescépticos temen por su parte que ese mecanismo obligue al Reino Unido a mantenerse en las estructuras comerciales comunitarias durante años, lo que dificultaría que Londres firme acuerdos comerciales con terceros países. May se ha comprometido ya a regresar al Parlamento antes de final de mes y someter a votación el próximo día 27 una nueva moción que permitirá a los diputados pronunciarse sobre propuestas alternativas a su estrategia, en caso de que para entonces no haya cerrado un acuerdo modificado con Bruselas.

La laborista Yvette Cooper ya ha avanzado que prepara para entonces una enmienda que forzaría al Gobierno a aprobar un pacto antes del 13 de marzo o bien someter a votación una extensión del plazo de salida de la UE. Cooper ya presentó una cláusula similar a finales de enero, pero su propuesta fue rechazada por 321 votos frente a 298, en una votación en la que 25 diputados de la oposición laborista se opusieron o se abstuvieron.

Incertidumbre económica La incertidumbre del Brexit es responsable de la caída del 2% del Producto Interior Bruto (PIB) británico desde el referéndum de junio de 2016, indicó este jueves Gertjan Vlieghe, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra.

Vlieghe calcula que la economía británica ha “perdido” unos 80.000 millones de libras (90.680 millones de euros) desde el plebiscito sobre la salida de la Unión Europea (UE) “respecto a un escenario en el que no hubiera habido eventos económicos internos significativos”.

El economista es uno de los nueve miembros del comité del banco central que se reúne ocho veces al año para fijar los tipos de interés en el Reino Unido.

Esta semana, la Oficina Nacional de Estadísticas británica (ONS) divulgó que el PIB creció en 2018 un 1,4%, frente al 1,8% en el ejercicio anterior, su ritmo más bajo desde 2012.

“Las empresas han indicado en diversas encuestas que la incertidumbre sobre la futura relación con la Unión Europea es una fuente de preocupación para ellas, que ha pesado sobre sus decisiones de inversión”, sostuvo Vlieghe en una intervención en la sede londinense del grupo de pensamiento Resolution Foundation. “Sus planes de expansión, en conjunto, se han reducido”, agregó el economista, que apuntó que en el resto de miembros del G7 la inversión empresarial se ha elevado en torno a un 6% anual desde 2016, mientras que en el Reino Unido “se ha quedado atascada en torno al cero por ciento”.

El miembro del Comité de Política Monetaria advirtió además de que los tipos de interés estarán más cerca de sufrir recortes si el Reino Unido abandona la UE -algo previsto para el 29 de marzo próximo- sin un acuerdo con Bruselas, cuya ratificación ha rechazado hasta ahora el Parlamento británico.