Autodidacta y con 47 de edad, el vizcaino Iker Sanz se ha clasificado en tercera posición en el III concurso de Musika Km0 de Grupo Noticias en el que han colaborado la Universidad Euneiz, Eusko Label, cervezas Ambar y Aena. Saltando de la guitarra a los teclados e influenciado tanto por Tontxu como por Fito, el compositor siente la música como “válvula de escape del día a día” y no sueña con grabar un disco. “El romanticismo lo dejo para las canciones, para el día a día prefiero la practicidad”, explica Sanz, que quiere agradecer a Grupo Noticias y patrocinadores su labor de “dar visibilidad y luz a músicos en la sombra”. Actuará el miércoles 18 en la sala Kupula del Teatro Campos de Bilbao. 

A ver, preséntese...

-Soy vizcaino nacido en Eibar, donde vivo ahora con la familia, aunque casi siempre lo he hecho en Ermua. Tengo 47 años, estoy a punto de darle la vuelta al jamón (risas). Y estoy casado y tengo dos hijos: Ekhiotz y Xuban. Soy hijo del baby boom y disfruté mucho la música de la década de los años 90, que es la que más me ha marcado.  

¿El amor por la música le viene de siempre?

-Sí, sí. La guitarra la agarré con 12 años y aprendí a tocar cuatro acordes abiertos. Y nunca se ha separado de mí, aunque no he aprendido mucho más. Utilizo la música para mis ratitos de ocio y como válvula de escape para el día a día.

¿Referencias? ¿Han cambiado con el paso del tiempo?

-No suelen cambiar, pero sí se añaden nuevas. Las mías son de finales de los 80 y primeros 90. Los cantautores de aquella época, como Ismael Serrano, Javier Álvarez y su ‘La edad del porvenir’…

¿Y Tontxu? Su timbre de voz me recuerda a él.

-No te equivocas. Es aquella época en cada discográfica quería tener un cantautor. Se pusieron de moda. Y luego, en grupos, diría que Revólver, que es la banda sonora de mi vida, y Los Secretos. Bueno, también Joaquín Sabina. Esas son mis referencias clásicas. 

¿Siempre en castellano?

-Me interesa también la música en euskera, ya que me propuse estudiarlo tras conocer a mi mujer, que es euskaldun zaharra. No tenía ni idea cuando la conocí. Me fijé el reto de euskaldunizarme y tras años muy duros ahora he logrado llegar hasta el EGA. 

Iker es compositor autodidacta. Aritz Loiola

¿Recuerda cuándo se produce el clic y da el paso para dar a conocer su música?

-El pistoletazo de salida y lo que prendió la chispa fue la pandemia. Fue la tormenta perfecta, ya que logré un trabajo estable como barrendero en Elgoibar, los hijos iban creciendo, tenía menos preocupaciones en la cabeza, acabé con el euskera… Al verme encerrado en casa, surgieron espacios nuevos y tiempo de sobra para componer. Y me di cuenta de que me gustaba, me elevaba por encima de estas cuatro paredes y me servía como válvula de escape. Como dice el psiquiatra Luis Rojas-Marco, todos los días hay que tener 10 minutos de vacaciones. Eso es la música para mí, me distrae y libera la mente.

¿Nunca había compuesto nada?

-Bueno, a los 20 años hicimos algo, hormonas arriba y abajo. El acercamiento al papel y al boli fue por distraerme y reírme con los amigos. Nada serio. 

Hablaba de la guitarra, pero toca también teclados.

-De manera autodidacta y a través de tutoriales en internet, viendo cómo colocan las manos. Es todo por intuición. Es una curva de aprendizaje lenta, pero así doy salida a otros sonidos.

Y ahora despunta en el concurso de Grupo Noticias. ¿Un paso más?

-Fue por casualidad y me decidí a vivir una experiencia nueva con la música, además de enseñar las canciones más allá que a mis cuatro amigos. Veremos hasta adónde llegan ahora. 

Vamos, que no sueña con vivir de la música.

-El romanticismo lo dejo para las canciones, para el día a día prefiero la practicidad. Es algo muy difícil. Imagínate a mí, que solo me conocen en mi casa y no uso redes sociales… Lanzar esa bola ladera abajo para que coja volumen es algo en lo que no pienso. Disfruto haciendo las canciones y si me llevan a Bilbao, allí voy; si no, me quedo en el salón de mi casa. Tengo ya el ego muy bien atado. 

¿Tendría ya repertorio para grabar un disco?

-Al menos tengo una docena de canciones muy defendibles y dignas. Con menos se graba hoy un disco. Hoy va todo de canciones sueltas y el consumo es digital, no en formato físico. Estoy encantado de la gente que me ha dado un voto de confianza en el concurso, pero grabar un disco… Exige un gasto determinado que puedes recuperar con los conciertos. Así deja de ser un gasto, lo enseñas como gancho y luego lo amortizas en los escenarios. Yo tengo mi vida pautada y encarrilada, y si lo grabara sería para tenerlo y disfrutarlo yo. En mi economía familiar no es fácil. Una cosa es lo quieres hacer y otra lo que tienes que hacer.

Iker Sanz: 'A escondidas de la luna I'

Iker Sanz: 'A escondidas de la luna I'

Ha ganado el concurso gracias a la canción ‘A escondidas de la luna’.

-Es la historia de una infidelidad llevada en secreto, un secreto que a ella le va devorando y necesita contarlo antes de colapsar. Al escribir esta primera, me centré en los sentimientos de ella, así que pensé en los de él en la segunda. Es la parte del bando vencido, y la muestro desde la rabia y la impotencia. 

Una ligada más al sonido de cantautor, con teclado, y otra más rockera, a lo Fito y Fitipaldis.

-Ese es el contraste que me gusta de la canción: la primera melancólica, en la que casi se pide perdón, y una segunda más rabiosa, incluso con algún taco. La tocaré en Bilbao, también la segunda parte, en solitario, aunque está en acústico, pero más vestida, con bajo y batería.

¿Tontxu en la primera parte, Fito en la segunda?

-Sí, sí. Son referentes que me han marcado, soy un collage de lo escuchado y vivido.

¿También suena así el resto de su repertorio?

-Tengo de todo. Por ejemplo, estoy teniendo problemas con la tercera canción que cantaré en Bilbao. Tengo diferentes estilos y canciones donde elegir. Hay algunas dulces, tipo cantautor, muy adecuadas para cantar a voz y guitarra, y otras más vestidas y potentes, como Escalofríos, con guitarra eléctrica. En el concierto cantaré yo solo, y tocaré guitarra y teclado.