bilbao. Los mejores, siempre se van los mejores. Dentro de una semana se cumplirá el quinto aniversario del fallecimiento del alpinista navarro Iñaki Otxoa de Olza, que falleció en el campo IV del Annapurna, a 7.400 metros de altitud, después de sufrir una embolia, por la falta de oxígeno en el cerebro. Otxoa de Olza había intentado alcanzar la cumbre de la Diosa de las Cosechas, cuando unas congelaciones en las manos le obligaron a darse la vuelta a cien metros de la cima. La cordada la completaban el rumano Horia Colibasanu y el ruso Alexey Bolotov. El primero tomó el camino de retorno junto a Iñaki. El segundo, alcanzó la cima y sumó un nuevo ochomil a su amplio historial. Un historial que ayer tocó a su fin.

Y es que el alpinista ruso murió tras precipitarse al vacío mientras trataba de abrir una nueva ruta por la cara suroccidental del Everest, según informó la Federación de Alpinismo de Rusia (FAR). El escalador se precipitó al vacío cuando se rompió la cuerda que le sostenía, a una altura de 5.600 metros, aseguró a la agencia Interfax la portavoz de la FAR, Anna Stolbova.

"Bolotov, junto a otro conocido alpinista de Kazajistán, Denis Urubko, trataban de abrir una nueva ruta por el centro de la pared suroccidental del Everest. Esa ruta no la había hecho nunca nadie", precisó Stolbova. Urubko mandó un mensaje a la página web mountain.ru sobre el accidente que sufrió su compañero: "No sé cómo escribir esto. Alexei Bolotov realizaba un descenso con cuerda. La cuerda se rompió tras desgastarse en un saliente de roca afilado. Bolotov cayó a una profundidad de 300 metros. Su muerte fue instantánea".

Regreso con un edema pulmonar Hace cinco años, cuando Iñaki Otxoa de Olza se debatía entre la vida y la muerte por encima de los 7.000 metros de altitud, Bolotov, tras hollar la cima del Annapurna, tuvo que descender hacia el campo base para preservar su salud, ya que sufría un edema pulmonar, pero en cuanto conoció que su compañero navarro agonizaba emprendió una nueva ascensión para ayudar en el rescate. "Regresar para ayudar a Iñaki era mi deber", dijo, antes de poner sobre el tapete tanto su forma de entender el alpinismo como su filosofía de vida: "Los humanos se tienen que ayudar en cualquier caso, en cualquier situación. Subir a la cima no es ningún deber, no se lo debo a nadie, pero ayudar es una obligación y no depende de mi estado de salud. Lo tengo que hacer esté como esté".

Para el recuerdo quedan sus palabras en el documental Pura vida, la película sobre el intento de rescate de Otxoa de Olza que dirigieron Pablo Iraburu y Migueltxo Molina: "Nosotros, los rusos, tenemos muchas tradiciones heredadas de los militares. Rusia es un país que ha participado en guerras y por eso es normal que nos haya quedado algún resquicio. Desde que nacimos nos han dado una educación colectivista por el comunismo. Lo hemos hecho siempre todo unidos: hemos ido juntos a la guardería, luego al colegio, luego al trabajo? Siempre juntos, como un colectivo. Por eso no fuimos héroes al ayudar a Iñaki, lo hicimos porque sentimos que éramos un equipo. Y lo importante, al fin y al cabo, son las personas. Las montañas por sí mismas no significan nada, son solo piedras y hielo. Quien les da vida es el ser humano al subirlas y hablar de ellas. Al vivirlas les da entidad. No podría decir que el montañismo en sí es un deporte, porque aquí no hay mejores o peores. Esto no son los Juegos Olímpicos donde uno es más rápido por tres segundos o porque ha saltado dos centímetros más. Aquí lo importante es que cada uno sea consciente de los límites de su cuerpo. Además, la fama que consigues con el deporte, para el alpinista no significa nada. Eso que llaman gloria, para el alpinista no existe. Esto no es fútbol o tenis. No da dinero. Por eso no vamos ahí arriba en busca de éxito, vamos porque es lo que nos da vida".

Dos Piolet de Oro El escalador ruso, que nació el 20 de enero de 1963 en la localidad de Dvurechensk, en los Urales rusos, era uno de los más reconocidos en el mundo del alpinismo tras conseguir dos Piolet de Oro, el máximo galardón internacional en este deporte que otorga un jurado francés desde 1991.

El primer nombramiento lo obtuvo tras completar el primer ascenso al Makalu por su cara Oeste en 1998. Seis años después volvió a recibir el premio por su ascensión al Jannu, la trigesimosegunda montaña más alta del mundo con sus 7.710 metros de altitud y parte importante de la delimitación occidental de Kanchenjunga, la tercera montaña más alta del planeta. El Jannu, también conocido como Kumbhakarna, es un pico grande y abrupto situado a su derecha y presenta varias rutas de escalada complicadas. Se trata de uno de los picos más complicados de escalar en términos de dificultad técnica debido a su compleja estructura y a una zona especialmente abrupta cerca de la cima. La cara norte, la que abrió la expedición que encabezaba Bolotov en 2004, ha sido escenario de algunas de las escaladas más técnicas y controvertidas realizadas en altitudes superiores a los 7.000 metros.

Bolotov no solo se ha dedicado a completar ascensiones a las catorce montañas más altas del planeta. También destaca por expediciones atípicas que perseguían logros menos comerciales, pero más puros. Así, con técnica alpina y sin oxígeno, el ruso levantó sus brazos sobre los 6.905 metros del pico Talai Sagar, en el Himalaya indio, en una expedición que fue incluida en la lista de los cien mejores ascensiones del pasado siglo.

También cuenta con la primera ascensión al Lhotse Medio, un pico de 8.414 metros, secundario del Lhotse, y que consiguió coronar en una expedición formada por doce montañeros rusos que el 23 de mayo de 2001 pusieron punto final a la conquista de todos los picos, principales y secundarios, que superan los 8.000 metros de altura. Un objetivo que la historia había tardado casi veinte años en completar.

Graduado en el Instituto Politécnico de los Urales, Bolotov trabajaba desde 1993 para la empresa Rostep. Estaba casado, tenía dos hijos y había coronado once de los catorce ochomiles.