Fulanismos, ante todo - Tampoco patrimonialicemos la cuestión de las reyertas internas. Acabamos de ver el despiadado cruce de cuchilladas subterráneas en el seno del PP que ha acabado mandando a la cuneta política al exlíder y a su Maquiavelo Teo-Teo. Pero no me negarán que lo de la izquierda agarrándose a las trompadas y metiendo la pata es otro nivel. Da mucho reparo repetirse en la cansina comparación, pero es que, de cisma en cisma, caricaturizan cada vez mejor la sobadísima (pero siempre genial) escena de La vida de Brian y las mil y una escisiones de los partidos judaicos. El episodio -o, mejor dicho, la serie- que protagonizan las seis banderías progresís andaluzas, ¡seis!, que ayer terminaron sacándose una foto de unidad a la fuerza es, más que anécdota, categoría sobre cómo los fulanismos van siempre diez cabezas por encima de la ideología. Y sí, muy chula, la instantánea de seres obscenamente desconocidos por los posibles votantes sonriendo a lo Pantoja. Muy chulo, ese logotipo de clase de trabajos manuales de primaria. Y muy chula, la promesa de-verdad-de-la-buena de ponerse a currar en serio contra la “amenaza fascista”.

Hacerse los dignos - Pues ya pueden aplicarse con denuedo, porque lo demostrado hasta ahora ha sido una alfombra azul para la reelección de Moreno Monilla y un subidón de Vox. Pero hay pocas esperanzas. No hay más que ver la patética gestión de la presentación de la candidatura conjunta para hacerse una idea de los bueyes con que tienen que arar quienes aspiran de corazón al vuelco electoral. Después de la torpeza supina de llegar a la ventanilla fuera de plazo, en lugar de reconocer humildemente la cantada y asumir sus consecuencias, corrieron a jugar la baza tramposuela del recurso. Igual igual que los caraduras que dejan en blanco el examen y hacen cola ante el despacho del docente para exigir la revisión. Y cuando no obtienen el resultado esperado, se ponen dignos y cargan contra la maldita burocracia que no atiende a razones. Como si fueran más que cualquier pardillo al que se le pasa el plazo de pagar una multa de tráfico y le cae un hachazo del 20 por ciento de recargo.

Sí, macho alfa - Para que no falte de nada, el macho alfa devenido en telepredicador se vale de los micrófonos en los que le pagan a millón para insultar gravemente a la que él mismo designó sucesora por sus dídimos. Pero como hay que embarrar el campo, la inconsistente cabeza de cartel de la cosa baja la testuz y traga quina. Menudo papelón para Yolanda Díaz, que supuestamente experimenta en la Bética y la Penibética su proyecto transformador. l