- Menuda faena más gorda es ser un plumilla sin fuentes. Sobre todo, cuando los que sí presumen de tenerlas cuentan películas radicalmente distintas. Y da lo mismo a qué bandería mediática miremos. Las cabeceras de la autotitulada prensa de centroderecha no se ponen de acuerdo en si el acuerdo de PSOE y PP para desbloquear, de momento, la renovación del Tribunal Constitucional y del de Cuentas es una muestra de sano pactismo o un enjuague del copón y medio. En el otro lado, las terminales progresís ma non troppo sí parecen coincidir en que la magnaminidad inmarcesible de Sánchez ha hecho posible el entendimiento. Con doble subrayado, claro, para el talante conciliador y arreglalotodo del mago Bolaños, chúpate esa, resentido Iván Redondo. Se echa de menos alguna alusión a la marginación de Unidas Podemos, máxime, cuando los rojimorados se suben por las paredes con sus socios por los agravios de Nadia Calviño y Meritxell Batet.

- El otro punto de discrepancia entre los medios de la izquierda templada y la cálida es si esta componenda es la antesala de otra para el CGPJ o si eso hay que fiarlo más largo. Lo veremos. Mientras, me centro en lo que ya va a misa, o sea, enseguida al BOE o a donde sea menester oficializar estas cuestiones. Y me apunto sin dudar a la teoría del pasteleo infame y desvergonzado. Lo que han hecho las dos formaciones turnistas es dejarse llevar por los vicios y las inercias bipartidistas. Se han repartido el Constitucional a la viejísima usanza, aunque casi podemos decir que con consecuencias más dañinas que hasta ahora. Si la parcialidad desparpajuda de casi todos los magistrados ya parecía insuperable, las cuatro novedades pactadas la disparan hasta el infinito y más allá.

- Basta leer la semblanza de cada una de las incorporaciones (en algunos casos, ni eso, pues sus hechos son ampliamente conocidos) para tener la certeza de que en todos pesa más la ideología que la toga. No son juristas con estas o aquellas legítimas ideas, sino militantes de una causa, ni siquiera de unas siglas, a la que subordinan sus autos y sus sentencias. Como ha documentado perfectamente José María Brunet en El País, la trayectoria de todos -los dos fachas y los dos progres, oh sí- contiene elementos para la recusación. En todo caso, es el retrato del tipo de Justicia y de administradores de Justicia que tenemos, donde demasiadas veces (y desde luego, casi siempre en las cuestiones de mayor trascendencia) las decisiones no obedecen tanto a la ley como a la ideología de quien las dicta.