Síguenos en redes sociales:

Vascos en Bolivia: “Tenemos que ser menos racistas”

Aunque es duro marcharse a otro país, están felices con su trabajo con los pueblos indígenas de Bolivia que les han enseñado, entre otras cosas, a ser menos racistas

Vascos en Bolivia: “Tenemos que ser menos racistas”

HACE un año Ramón y Lorena decidieron dar un giro radical a su vida y cambiaron su cómoda existencia en Getxo y Gasteiz para irse a trabajar en proyectos de desarrollo con mujeres indígenas a San Pedro, un pequeño municipio rural del Departamento de Santa Cruz, la zona amazónica de Bolivia, a más de 12 horas de la capital, La Paz. Entraron a formar parte de la importante Asociación Indígena Campesinas Originarias y Productoras, conocida como Bartolina Sisa, en honor de una indígena que luchó contra la colonización española, “que tanto daño hizo y contra la cual luchan todavía”, indica Ramón “que se encarga de llevar a cabo las memoras de los proyectos, los documentales que luego se muestran en las comunidades, etcétera”. Por su parte Lorena imparte talleres que buscan el empoderamiento de la mujer en distintas áreas, no solo a escala personal, sino también emprendimiento y educación política. “Intentamos que la mujer conozca sus derechos y se los haga reconocer, porque en las comunidades indígenas se junta la discriminación con la pobreza. La discriminación en este colectivo, mayoritario en el país es fuerte”, explica Lorena, al tiempo que reconoce que el trabajo con las mujeres indígenas “engancha”.

Para Ramón en esta experiencia sucede como con las gafas moradas del feminismo. “Una vez que te las pones ya ves el mundo con otra mirada; entras en otra realidad y la entiendes. Aquí, en Bolivia, aprendes mucho sobre la colonización, sobre todo te das cuenta del despropósito del discurso oficial que se nos enseñó. Ni fuimos héroes ni llevamos tantas cosas buenas; más bien lo contrario, hay que decir alto y claro que la colonización hizo mucho daño. Ellos luchan contra esa colonización, el poso que dejó la colonización”, subrayan.

Reconocen estos veinteañeros, que a su vuelta a Euskadi les gustaría trabajar en el mundo de la solidaridad. Tienen claro que enfocarán su vida laboral a la cooperación, los derechos humanos y los aspectos sociales que en Euskadi/Estado/Europa el individualismo imperante nos hace más daño que otra cosa. “Lo percibimos como libertad pero creo que es autoengañarse”, apuntan, mientras que reconocen que salieron del Estado porque el clima social que se vivía les transmitía presión.

Con su trabajo en Bolivia es como si hubieran recuperado su confianza en el ser humano. “Es un chute de optimismo. Aquí, aunque la izquierda está en el poder ves que no te representa. Allí estas codo con codo con gente que lucha de verdad por cosas que merecen la pena. Que se puede lograr un mundo mejor, pero hay que proponérselo”, sonríen.

Reconocen que desde la lejanía escuchan horrorizados las noticias de corrupción y maltrato que les llegan del Estado y de la desmoralización que se ha apoderado de los jóvenes. “La gente no tiene tiempo para quejarse. Pero tenemos que espabilarnos, concienciarnos y unirnos”, sentencia Ramón, “porque ser joven sin ser solidario merece poco la pena”