Zumaia - El zumaiarra Mikel Larburu tenía claro que su destino estaba en África desde que un padre blanco (se llama así a los miembros de la Sociedad de Misioneros de África, por el color de sus hábitos) vino a darles una charla sobre Ruanda al seminario de Donostia. Así, tras ordenarme sacerdote y pasar dos años estudiando en Roma, se marchó para Argelia en el año 1974.

¿Qué labor desempeñó al llegar?

-Estuve como profesor en una escuela profesional, enseñando a los chavales soldadura, diseño.... hasta el Corán. Con el sistema francés el profesor tenía que formarse continuamente para enseñar de todo. Aun así, yo tenía muy claro que mi misión allí era la de intentar racionalizar y encauzar las desordenadas vidas de la población.

Pero pocos años después le encomiendan continuar con su misión en otro lugar...

-Así es, mi nuevo destino estuvo en otra escuela profesional pero en Adrar, un pueblo muy abierto y relativamente pequeño en el que todo estaba por hacer. Se trataba de una provincia recién constituida ubicada cerca de la frontera con Mali y con una población muy musulmana. La formación en la escuela la complementamos trabajando mucho con los estudiantes a pie de calle. Formamos una gran familia con aquellos chavales. Fue una etapa muy bonita pero algo más de una década después de llegar tuve que dejar Adrar.

¿Y eso?

-En el año 1992 me nombraron responsable de todos los padres blancos de Argelia y Túnez y me mandaron a un instituto técnico de Bechar, camino de Tindouf.

Ahí empieza su etapa más dura...

-Sí. Ese mismo año se celebraron las elecciones y en la primera vuelta los islamistas se quedaron al borde de la mayoría. El ejército decidió suspender la segunda vuelta y eso propició el inicio de lo que se conoce como la década negra de Argelia. Los islamistas organizaron la lucha armada y dos años después empezamos a sufrir las primeras muertes en el seno de nuestro colectivo de la iglesia. En tres años, los ataques contra la comunidad católica acabaron que la vida de 19 de los aproximadamente 200 miembros que teníamos allí.

En esa tesitura, los padres blancos ¿no se plantearon abandonar sus misiones en Argelia y Túnez?

-El debate sí se dio pero nosotros nunca dudamos de que teníamos que quedarnos.

¿Cómo era su vida con la irrupción del islamismo radical?

-Nosotros estábamos muy cerca de la población musulmana y nos defendían perfectamente. De hecho, si veían que un día la cosa estaba bastante revuelta, los vecinos nos decían que nos quedáramos en casa; ellos nos hacían las compras y cuando pasaba el peligro nos avisaban de que podíamos volver a salir a la calle. Los padres blancos siempre estuvimos muy mezclados con el pueblo.

El mundo está hoy de lo más revuelto...

-Sin duda. Estamos viviendo una situación que es aberrante porque el humanismo se ha dejado de lado y todo se rige por criterios económicos. No hay más que ver el acaparamiento de tierras que están haciendo multitud de países en África. Se estima que para 2050 la mayor población del mundo estará en el continente africano pero, ¿qué pasará si les estamos robando todos los recursos? Tendrán tales necesidades que no les quedará otra opción que invadir Europa y eso no habrá quien lo pare.