bilbao. En el armario del fondo asoma un traje ignífugo de piloto de Fórmula Uno. A su izquierda, la piel de una boa que mató en Sidi Ifni a pedradas, durante la instrucción de la mili. A los pies de la piel de serpiente hay un puñado de denarios, una lámpara de aceite tuareg y restos de la civilización maya; sobre una mesa aledaña, un libro de 1765 esconde en su interior un pequeño tesoro: la célula bautismal de Miguel de Unamuno. En la planta baja, los cuadros con motivos siderales y metalúrgicos se arremolinan...

¡Insólito! ¿Cuántas reencarnaciones le han hecho falta para lograrlo?

Ja, ja, ja. Que yo sepa, ninguna. A veces pienso, eso sí, que a cada hora del día le faltan un puñado de minutos.

¿Le hará falta, al menos, un método de organización?

Sólo los pardillos trabajan sin ilusiones y sin método. Yo tengo tres códigos de funcionamiento: el arte en sus diversas manifestaciones, el deporte automovilístico y las tías buenas. Este tercero, si quieres, te lo ahorras...

¿Por qué?

¡Para no dar envidia!

La imagino una infancia "juliovernesca"...

Leí toda su obra y la de Salgari muchas veces, es cierto. Recreaban mundos maravillosos.

¿Qué piensa un visitante profano cuando entra en su santuario?

Hay de todo. Hay gente que se entusiasma y otros que no comprenden nada. Ya se lo dije antes: a lo largo de los años encuentras pardillos y membrillos a patadas.

¿Cuál fue la primera entre tantas y tan variadas disciplinas?

Creo que la música, aunque quienes me conocen bien y desde hace tiempo me recuerdan pintando desde niño. Cualquiera de las dos valdría como respuesta.

Usted nació en la torre de Urizar, el último caserío de Bilbao que tuvo gallinas y conejos hasta su reciente remodelación...

Es verdad, pero ése no es ningún mérito mío. Además, hay algo que me apena de toda esta historia...

¡Le escucho!

Ya no saltaban las gallinas a la carretera desde que abrieron una pollería en frente, en Juan de Garay. Se perdió el aspecto bucólico.

¿Siente usted fascinación por el mundo metalúrgico, por la fragua de Vulcano?

Desde niño, Altos Hornos siempre me ha parecido fascinante. Vivía, ya le digo, en el caserío Egiña, rodeado de minas. Jugaba con la arcilla y me llamaba la atención sobre lo que se hacía con lo que sacaban los mineros.

¿Y la pintura cósmica?

Es otro mundo fascinante: conocemos muy poco de lo que hay arriba.

¡Y de lo que hay abajo!

Por eso me gusta también la espeleología y los yacimientos arqueológicos.

¡Los dos extremos!

Son cosas que me fascinan. No se puede decir sólo que me gusten, es algo diferente: atracción.

Prepara también una adaptación singular del mayor cuadro sobre la guerra pintado jamás: el "Guernica" de Picasso...

Es cierto. El cielo está lleno de calaveras candentes, la ría baja manchada de sangre y los edificios derruidos rodeados por un alambre de espino, símbolo de la guerra. Ahora éstos pensando en incrustar un mauser que estoy restaurando...

¿Cómo dice?

Me gusta el concepto de la escultopintura, la fusión entre las dos artes. Uso piedras volcánicas, madera... Todo lo que me sirva para contextualizar y dar relieve a la obra.

¿Tiene previsto qué pasará cuando usted no esté?