DEMÁS de su función como reclamo turístico y medio de transporte de unión entre el casco de Trapagaran y sus barrios altos, el funicular de Larreineta es un modelo de ingeniería avanzada y seguridad, además de casi único en Europa debido a su plataforma horizontal. Hoy les proponemos adentrarnos en sus entrañas, en sus salas de control y maquinaria, cuyo último motor cumplirá tres décadas en 2022.

Euskotren gestiona el funicular de Larreineta. El conocido como funi es en sí mismo un atractivo por el espacio natural en el que se sitúa, por su peculiar trazado de casi 1.200 metros y por su plataforma horizontal, que lo hace diferente al resto de los existentes en Europa.

Declarado Bien de Interés Cultural en julio de 2014 y, por tanto, con protección especial, el funi muestra sus tripas si se solicita una visita a Euskotren. Sus trabajadores les acompañarán por su interior y mostrarán la sala de máquinas, donde conviven el primer motor y el más reciente, que cumplirá tres décadas en 2022, y les explicarán su funcionamiento y sistemas de seguridad,

Además, les enseñarán su sala de control, donde se tiene constancia del punto del recorrido del vagón, si sube o baja, se accionan los frenos y se controla el sistema de apertura y cierre de puertas. “La seguridad es absoluta desde que el sistema se automatizó y se ejecutan controles constantes”, indicaron a DEIA.

Cuando se inauguró, el 24 de septiembre de 1926, a instancias de la Diputación Foral de Bizkaia, el funi fue concebido para transportar mercancías y abrir un acceso hacia la montañosa zona minera de La Arboleda. Hoy por hoy, además de servir de medio de transporte indispensable para las viviendas de la zona, el funicular resulta fundamental como promoción turística.

Desde principios del siglo XX existía una carretera de ocho kilómetros que unía ambas zonas, pero obligaba a invertir hora y media de ascensión para el transporte de personas o de mercancías. De ahí su construcción.

La estación se sitúa en el barrio de La Escontrilla, en Trapagaran, a 62 metros de altura, y deja a sus clientes a 404 tras superar un desnivel de 342. La distancia que cubre en línea recta es de 1.130 metros (la segunda mayor del Estado tras el funicular asturiano de Bulnes) con un desnivel máximo de casi el 36%. Su velocidad es de 2,2 metros por segundo, aproximadamente de siete kilómetros la hora, y su ancho de vía es de 1,20 metros. La duración del viaje es de unos 10 minutos, tiene capacidad para 60 personas por cabina (se pueden desmontar mediante un sistema de grúas para transportar vehículos) y aguanta una carga máxima de 9.000 kilos.

La firma suiza Lucien Von Roll equipó los elementos de tracción, carriles y vehículos, al igual que en los funiculares de Artxanda e Igeldo. El motor original lo instaló la casa suiza Brown Boveri, y en 1992, tras 65 años de funcionamiento, se sustituyó por un motor eléctrico construido por la empresa Indar, de Beasain. Las obras las dirigió el ingeniero Francisco de Guinea y las estaciones las proyectó Diego de Basterra en estilo neovasco.

Desde el funicular, las vistas de la bahía del Abra, las laderas montañosas y escombreras son espectaculares. Y al llegar a la cima de Larreineta se pueden contemplar incomparables vistas sobre el Bilbao Metropolitano, su ría, el mar, sus caseríos...