HAY una cantina en la plaza Garibaldi de México donde, desde tiempos inmemoriales, acostumbran a juntarse los mariachis -básicamente- para cantar y beber. Para brindar en buena compañía mientras suena la música y los trombones, trompetas, guitarras, guitarrones y acordeones se apoderan de ese espacio que recuerda a las viejas películas, uno en el que las rancheras son las reinas y las gargantas se desgastan poco a poco. Es uno de esos lugares que el burladés Mikel Artuch lleva en el corazón, en el que ocupa un buen pedazo su México lindo, un país que le ha seducido tanto que la primera vez que fue, a jugar a pelota, se trajo una maleta cargada de música. Y ese fue el germen de un proyecto que desde que arrancó, hace ya cinco años, no ha dejado de triunfar.

Los Tenampas -nombre que reciben de la mítica cantina por la que, por cierto, han pasado caras conocidas como la de Cantinflas- comenzaron siendo tres (el padre, natural de Vidángoz/Bidankoze, y sus dos hijos) y conforman ahora un grupo de 13 personas con un buen número de instrumentos y un variado repertorio en diferentes formatos, afincados en Burlada pero reconocidos en buena parte de la Comunidad foral, por donde han conseguido hacerse hueco.

Y es que lo deben llevar en los genes: “Me acuerdo de esas caravanas, en Loiti y Monreal, cuando íbamos en nuestro Nissan Terrano. Mi padre ponía las rancheras, mi hermano y yo detrás con la abuela, y siempre cantando. Los vecinos ya me dicen: tu padre siempre ha sido muy cantarín. Y mi tío siempre terminaba convenciéndonos a mi hermano y a mí para cantar en la sobremesa a cambio de una pequeña paga”, recuerda Mikel, risueño.

Los hermanos no tardaron en hacer lo propio: “Desde que tenía 16 años, David y yo -él con 18- éramos hombres orquesta: con un módulo de ritmos hacíamos cualquier cosa, él al acordeón, yo cantando... Desde el Waka-waka, la canción que sonaba entonces, hasta Paquito el chocolatero”, relata, rememorando rondas coperas con rancheras, sobremesas y bailes que llevaban a todos los pueblos.

Una afición que él comparte con el deporte, y ya en 2009 le tocó viajar, con Oberena y 19 años, a México para jugar a pelota después de haber estado en Argentina con el trinquete, en dos mundiales en los que cosechó dos bronces tras haber formado parte de la cantera de Zugarralde desde los siete años. Allí, al otro lado del charco, descubrió las rancheras, los corridos y los huapangos... “Ahora está muy de moda hacer un grupo mejicano, pero por aquél entonces no había tantos. Empezamos con 17 o 20 bolos el primer año y ahora superamos los cien: a la gente le gusta, el mariachi se adapta a las fiestas de pueblo, a una boda y a una sobremesa, a casi todo. Pero queríamos hacer algo puro, propio y un mariachi como tal: con violines, trompetas, guitarrones... Y todo lo que le puedas meter”, señala.

Se conformaron como grupo grande y hace un par de años Los Tenampas llenaron el Gayarre en uno de sus conciertos más grandes, junto al coro juvenil del Orfeón Pamplonés. “Se vendieron las entradas en once horas”, recuerda. También grabaron dos conciertos el pasado verano con ETB y el próximo 1 de noviembre realizarán un espectáculo con la Banda de Música de Burlada, “abriremos el gallinero porque todo lo demás está lleno”. Serán él, una chica y su hermano, a viva voz, aunque su repertorio habitual incluye un espectáculo con mariachis que cantan “y caballos que bailan”, el único de estas características en Nafarroa. Hace un par de semanas, además, nombraron a los Artuch Cofrades de honor en Vidángoz, por llevar el nombre de su pueblo por el mundo, en “uno de los homenajes más bonitos y emotivos, sobre todo, para mi padre, que se emocionó”, revela. De momento, y aunque está muy orgulloso, Artuch asegura que el grupo “no es un trabajo, ojalá algún día lo sea”.