El diario de Eliseo es el último libro de J. J. Benítez, periodista y escritor navarro que es uno de los más prolíficos del mundo editorial del Estado español. Sus nueve volúmenes de Caballo de Troya le han colocado al frente de muchas listas de libros más vendidos en todo el mundo. Hablar con él resulta divertido, porque consigue sacar con facilidad la sonrisa, y hasta la carcajada, de su interlocutor. Tiene mil y una anécdotas de su etapa de periodista. Algunas de ellas sobrepasan los límites de lo que hoy estaría permitido contar. Le gustan las redacciones bulliciosas, las de antes, las que olían a tabaco, las del ruido de las máquinas de escribir, las del whisky para celebrar buenos y malos momentos, aquellas en las que se escuchaban voces y gritos. Reconoce que en aquella época él no admitía un no por respuesta o que le cerraran una puerta. “Ahora las redacciones parecen aeropuertos”, sentencia.

¿Qué es El diario de Eliseo?

Un libro que contiene una información muy dura. El personaje que lo cuenta, el Mayor, es un tipo oscuro que tiene unos objetivos muy siniestros, y en el libro eso se nota.

Siempre ha dicho que ni la Biblia ni los Evangelios cuentan la verdad...

Y lo mantengo.

¿Demuestra este libro esas verdades que usted niega a la Biblia y los Evangelios?

No lo sé. Habla bastante de la manipulación de los evangelistas, de los Evangelios canónicos? Tú sabes como periodista qué es lo que pasa cuando se quiere contar una noticia de hace 40 años?

¿Que se ve bajo otro prisma?

Y es casi imposible. Aquí pasa igual. Jesús muere en el año 30 y los primeros textos y primeras copias empiezan a salir 60 o 70 años después con versiones no directas, sino indirectas. El desastre es total.

¿Quiere decir que toda la Historia, una historia sobre la que se han tejido las distintas sociedades actuales, puede ser una gran mentira?

Puede ser. Contar el pasado siempre puede ser una misión imposible, y la Historia está contada por aquellos que no la vivieron de forma directa.

Este año se han cumplido 35 años de su primer Caballo de Troya.

Recuerdo que fui a ver a José Manuel Lara Bosch, el editor, con el manuscrito del Caballo 1. Lo miró, me miró a mí y me dijo: Tienes que quitar 400 páginas. Tenía unas 800. Alguien me iluminó porque le dije: No quito ni una coma.

Pesaba muchísimo ese libro, pero se vendió como rosquillas.

Algo pasó. Había una información mágica en ese libro, se difundió como el aceite y hasta hoy. Siguen editando ese primer libro, cosa de la que el primer sorprendido soy yo.

Dejó el periodismo hace 40 años, una decisión que sorprendió a mucha gente de su entorno.

Fue un año después de la muerte de José María Portell (asesinado por ETA en junio de 1978). Me marcó mucho, me tuve que hacer cargo de la sección de Local el día que lo mataron. Me planteé muy seriamente dejar el periodismo, aparte de que el Opus Dei había entrado en el periódico [La Gaceta del Norte] y me dijeron que de ovnis no diera ni una línea. Tuve que tomar una decisión y fue la de marcharme.

Decían que era un periodista de raza, ¿le dolió dejar el periodismo activo?

Sí y mucho. Se echa de menos a los amigos, el ambiente, las pulsaciones aceleradas ante un tema? Yo, ahora, cuando entro en las redacciones de los periódicos me quedo muy asombrado, porque parecen aeropuertos. Antes no eran así. Había máquinas de escribir, humo, gritos?

Gritos pueden escucharse, no crea.

Yo no he coincidido nunca en una redacción actual en la que se escuche un grito. Pero sí que se echa de menos aquel periodismo en el que había ruido, tabaco, voces altas, había whisky?

Fumar en la redacción ya no se puede, el alcohol está prohibido en los centros de trabajo y las máquinas de escribir se sustituyeron por los ordenadores.

Por eso ahora veo que todo es muy silencioso, que todo está muy ordenado. Es cierto lo que dices, que ya no se puede beber en el trabajo, cuando nosotros teníamos el whisky para los buenos y los malos momentos. Y unos gritos de vez en cuando venían muy bien? Pero ahora ya digo, miras a tu alrededor y parece un aeropuerto.

Arriesgó mucho con su decisión. Tenía un sueldo fijo, una vida organizada, un prestigio, y lo dejó todo por 300.000 pesetas anuales y sin derechos de autor. ¡Vaya aventura!

Había que viajar, había que hacer investigaciones y se consumía mucho dinero en el trabajo de escribir libros. Tuve la oposición de todo el mundo, incluida mi familia. Pero hubo un momento de lucidez, de los pocos que he tenido en mi vida, y dije: No, no, yo dejo el periodismo. Me fui a Plaza y Janés, editorial que me ofrecía un contrato de seis libros en el plazo de un año. Cumplí cinco y no pude con el sexto. Aquello era un abuso total por parte de la editorial.

En aquellos tiempos, 300.000 pesetas al año parecía un capital.

Sí, pero eran seis libros y tenías que invertir mucho para poder sacarlos a la luz, aunque a mí me apasionaban los temas que tratábamos.

Usted puso el fenómeno ovni al alcance de los lectores de su periódico. Sin embargo, ahora hablamos poco de él. ¿Nos hemos vuelto descreídos? ¿Ha desaparecido?

No, es un fenómeno que obedece a oleadas. Hay años en los que hay grandes oleadas en todo el mundo y los medios de comunicación se hacen eco de ellas. Luego desaparecen, no sabemos por qué, y la opinión pública se olvida del tema.

Los que le conocen bien dicen que usted era escéptico hacia el mundo ovni cuando empezó a hacer aquellos primeros reportajes en los 70.

Y sigo siéndolo. Lo que ocurre es que he recibido tanta información, tengo tantas pruebas acumuladas durante estos 47 años, que pienso que hay muchas civilizaciones no humanas que nos llevan muchos años por delante.

¿Cree que hay alguna en estos momentos entre nosotros?

¿Mezclada en la Tierra? Por supuesto. Sería una forma ideal de investigar una sociedad, hacerte pasar por uno de ellos. He seguido varios casos de infiltrados, de individuos o señoras que adoptan el aspecto humano y se mezclan con la gente.

¿Y cómo son ellos y ellas?

Iguales que nosotros.

Entonces, ¿cómo diferenciarlos?

Porque suceden cosas a su alrededor que no son normales. Por ejemplo, un ingeniero se hace novio de una señora infiltrada. En principio, él no nota nada raro, salvo que tenía una gran cicatriz en una pierna. En un momento determinado, ellos se trasladan de un pueblo a otro tras cenar. Ella se asusta, va de copiloto, le dice a él que vienen a por ella. Él para el coche, se baja y ve un enorme objeto encima del auto. Desaparece ese objeto, van a casa y ella desaparece.

Da la sensación de que me está contando una película.

Pues no, es un hecho que ocurrió. Yo me pongo a investigar ese asunto y me doy cuenta de que hay otras historias alrededor que no son normales. Esta señora parece que adoptó el cuerpo muerto de una norteamericana en un accidente de tráfico, por eso tenía esa cicatriz.

Cuando dejó el periodismo empezaban tiempos más aperturistas para todo, incluido el trabajo de informador. ¿Cómo era aquella profesión de finales del franquismo?

Era un periodismo de raza. Había una consigna, el pisotón. Hoy, eso es casi ciencia ficción. En aquella época salíamos a las ocho y media de la mañana, las nueve como mucho, a buscar una noticia con la que pisar a la competencia. En mi caso, a El Correo, porque aún no había nacido Deia. Y nos matábamos por conseguir nuestro objetivo.

¿No está exagerando?

No. Además, lo puede contar gente que trabajó conmigo y que conoces. Íbamos a todos los lugares habidos y por haber. Nos llamaban la brigada del pie en la puerta.

¿Qué era lo que hacían?

No aceptábamos el no, poníamos el pie en la puerta y entrábamos.

Pues muy ortodoxos no eran.

Sí querías algo, lo conseguías sí o sí. No volvías a la redacción con las manos vacías. Arrasábamos. Era un periodismo muy dinámico en el que no había prácticamente ruedas de prensa.

Afortunadamente, ¿no?

Por supuesto. Era un periodismo muy audaz, muy bonito, estremecedor, y cuando nos metimos en los atentados de ETA, ni te cuento, aquello fue terrible. Recuerdo esa etapa de mi vida como espectacular.

Supongo que plagada de anécdotas.

Muchas. Recuerdo un pasaje que sirvió para que nos crucificaran a un compañero que se llamaba Fernando y a mí. Fue en un accidente de una chica en el Puente de Piedra (Bizkaia). La mató un coche. Estaba tumbada en el suelo y no había llegado aún la policía. Fernando abre el bolso de la niña, saca el carné, averigua su dirección, dejamos a la muerta allí y nos fuimos corriendo a casa de la chica. La madre no sabía lo que le había ocurrido a su hija? ¿Qué te parece?

No sé qué decirle, ético desde luego que no parece. Cruzaron todas las líneas rojas imaginables e inimaginables.

La buena señora tenía la mesa puesta para comer y Fernando le hizo dos fotos con el gran angular y salió en primera del periódico.

A eso se le llama sensacionalismo en estado puro.

Nos crucificaron.

No les extrañaría... Hoy, hubieran ido a la cárcel.

Tienes razón, quizá esas no eran las maneras, pero ese periodismo era el que se vivía entonces. Era el que hacíamos todos. A mí me mandó un redactor jefe, Alfonso Ventura, a Berlín Oriental. Decían que habían descubierto la tumba de Hitler. Me dijo: Coge 25.000 pesetas y no vuelvas sin la foto de la tumba.

¿Y la consiguió?

Ja. Allí me tienes a mí, solo, metido en Alemania del Este, no sé ni cómo entré ni cómo salí, y no había tumba. Tuve que cavar yo la tumba en la nieve y hacer la foto con un paisano que pasaba por allí.

Lo que queda claro es lo creativos que podían llegar a ser en aquella época. Suerte para ustedes que no había redes sociales.

Ja, ja, ja? Ese periodismo es impensable en estos momentos. Era un periodismo muy vivido, muy propio, y que dudo que pueda volver.

Sobre todo, porque creo que ningún medio ofrecería hoy la cantidad equiparable a aquellas 25.000 pesetas de hace más de 40 años.

Bueno, era el estilo que había entonces. Recuerdo que en La Gaceta del Norte hubo hasta tres o cuatro corresponsales. Era un periodismo diferente. Después, el periódico se metió en una campaña antivasca y se hundió.

¿Lee usted los periódicos en papel o a través de internet?

¡Qué dices! No tengo ni móvil, ni lo quiero. Te estoy viendo grabar la entrevista en el móvil y me quedo asombrado?

No deja de ser una grabadora, supongo que usted también las utilizó en su día.

Sí, pero eran muy diferentes a lo que tú tienes entre manos. La mía era así (abre las manos para indicar un tamaño que hoy resultaría muy extraño y poco operativo), era negra, tenía un micrófono, pero nada que ver con el móvil o con esas grabadoras chiquitinas que utilizáis. Me preguntabas si leo el periódico, pues sí, todos los días a las ocho y media de la tarde.

¿Por qué a esa hora?

Porque es cuando me tomo un whisky. Por costumbre lo leo a esa hora, imagínate?

Lee las noticias del pasado.

Te aseguro que no hay mucha diferencia.

Desapareció de Bilbao y también de Navarra, aunque usted es de Pamplona, ¿por qué eligió Cádiz para vivir?

Mi familia proviene de dos pueblecitos de allí, Barbate y Vejer de la Frontera. Yo iba allí de niño, me presentaron a la mar, me enamoré fulminantemente de ella, tenía tres años cuando me atrapó la mar. Antes de vivir allí, cada vez que podía me iba a esos dos pueblos. En cuanto podía. Al final, me agencié una casa y llevo muchos años asentado en Barbate.

Cambió Bilbao por Barbate, que le resultaría muy distinto.

Son dos planetas diferentes. Uno es Marte y otro Júpiter. Pero llegó un momento en el que la tranquilidad, la serenidad y la pequeñez de un sitio me engancharon. Estaba muy cansado de Bilbao, fueron muchos años de trabajo, un trabajo muy duro, tuve problemas con ETA?

Más de cinco millones de libros vendidos...

Según la editorial sí, pero son muchos más.

¿Miente una editorial?

Sí. Las editoriales mienten como bellacas. Desde siempre. Las editoriales son todas unas ladronas.

No le van a publicar más libros.

Sí, ¿por qué no? Publican libros porque es su negocio y te engañan. Nunca sabré lo que he vendido ni cuánta gente me ha leído. Pero ni yo, ni nadie. ¿Cómo vas a controlar a las librerías americanas o españolas? Es imposible. Te dicen: Hemos vendido 10.000 ejemplares. Es mentira, han vendido 15.000, por lo menos. Pero esto ha ocurrido siempre.

¿Está sugiriendo que le han timado?

Es muy suave lo de sugerir. Me han timado, a mí y a todo el mundo que escribe. Recuerdo a un autor, Vizcaíno Casas, con el que alguna vez iba a comer y pedía la botella más cara de vino del restaurante, los puros más caros y se llevaba a casa una docena de ellos? Luego dejaba la factura a cuenta de la editorial.

A pesar de que supuestamente haya sido timado por la editorial, ha tenido que ganar usted mucho dinero.

Sí, eso no voy a negarlo. A raíz de los Caballos de Troya gané mucho dinero. Bueno, mucho, gané dinero, tampoco voy a exagerar. Pude pagar las deudas, que tenía muchas. Pero hasta el Caballo 1 yo estaba en números rojos, según ellos.

Es usted un hombre de poca fe, al menos en lo concerniente a las editoriales.

Es que he visto muchas cosas. En mayo voy a hacer 40 años con Planeta. Ahora estoy huérfano, se murió José Manuel Lara Bosch y no me queda nadie en la editorial.

El tiempo pasa...

Me estoy mentalizando para dejar de escribir.

¿Se lo cree usted?

Ja, ja, ja? No.

PERSONAL

Edad: 73 años (7 de septiembre de 1946).

Lugar de nacimiento: Pamplona.

Familia: Tiene cuatro hijos, uno de los cuales ha seguido sus pasos y trabaja como periodista en Pamplona.

Formación: Estudió Periodismo en Pamplona. Tras su licenciatura trabajó en El Heraldo de Aragón, La verdad de Murcia y La Gaceta del Norte, en Bilbao. Fue en este último periódico cuando entró en contacto con el fenómeno ovni.

Inicios literarios: En 1975 realizó investigaciones sobre el sudario de Turín, hecho que marcó su vida y dio origen a la serie de novelas Caballo de Troya, en los que muestra su visión acerca de la vida de Jesús de Nazaret.

Trayectoria: Ha realizado trabajos para la televisión, conferencias, artículos de prensa y entrevistas con testigos de supuestos fenómenos ovni. En 1976 recibió de la mano del Teniente General Felipe Galarza, jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire español, doce expedientes ovni clasificados que Benítez publicó íntegramente en su libro Ovnis: documentos oficiales del Gobierno español (que posteriormente se reeditaría con el título Ovni: alto secreto). Fue la primera desclasificación de archivos ovni en España después de que en diciembre de 1968 este tema fuera declarado como materia reservada. A lo largo de los años ha ido compaginando sus investigaciones sobre ovnis con la de la vida de Jesucristo. En 1992 intervino en los cursos de verano de El Escorial, donde disertó sobre ovnis, lo que dio lugar a críticas desfavorables por parte de la comunidad científica española (críticas negativas que han sido habituales a lo largo de su carrera). En octubre de 2006 publicó la octava parte de la serie Caballo de Troya (Jordán) y en 2011 publicó el noveno Caballo de Troya (Caná), el último de la saga. Este año ha publicado El diario de Eliseo. Además, ha escrito ensayo, filosofía, poesía y novela, entre otros géneros.