BASTA con echar una ojeada a los orígenes, a las fuentes, ya se vislumbran ciertos hilos invisibles. ¿No lo creen? Piensen que el Club Deportivo de Bilbao nació en 1894 de la mano de un grupo de hombres entusiastas que buscaban un espacio donde practicar sport, que es como se llamaba entonces al deporte. Liderados por el gimnasta José María Rufo Zamacois Bengoa, crearon la Sociedad Gimnástica Zamacois, origen del Club, que a finales del siglo XIX ya contaba con más de 300 socios. Algunos de aquellos atletas fueron testigos principales de cómo el fútbol surge en Bizkaia durante la industrialización que experimentan Bilbao y su entorno a finales del siglo XIX. Británicos afincados en el territorio y jóvenes vizcainos que han estudiado en las Islas son sus precursores. Aquellos jóvenes del Gimnasio Zamacois de Bilbao aficionados al fútbol comenzaron a jugar en Lamiako. Entre aquellos jugadores estaban Astorquia, Alejandro Atxa, los hermanos Iraolagoitia, Montejo, Enrique Goiri y Luis Márquez. En 1898 surge entre estos aficionados la idea de constituir una sociedad futbolística, a la que denominaron Athletic Club. He ahí la hermandad entre El Club Deportivo y el Athletic, el hilo conductor del que les hablaba.

Sigamos leyendo en sepia. Tras desaparecer el 1 de junio de 1912 esta sociedad, el Club Deportivo abrió sus puertas en la calle Orueta, como fruto de la conjunción de tres sociedades: La Gimnástica Zamacois, la Federación Atlética Vizcaína y la Educación Física. Menos de 20 años después, el 5 de abril de 1931 se inauguró el nuevo edificio social en la Alameda Rekalde, encontrando así el Club su emplazamiento definitivo. Tras 29 años de servicio, estas instalaciones quedaron obsoletas, así que en 1965 comenzó la demolición de dicho edificio para pasar a la ejecución de un nuevo proyecto y durante la semana del 18 al 25 de agosto de 1968, Semana Grande de Bilbao, se inauguró el nuevo. Latía al compás de las demandas y de los tiempos.

Detengámonos un momento. No todo han de ser fechas y datos. El cuerpo pide el recuerdo de cómo en los días de la República, en la capital vizcaina un grupo de jóvenes de la ciudad, socios del filobritánico y tradicional Club Deportivo de Bilbao, decidieron canalizar su habilidad y afición por las acrobacias y las piruetas (y por el mundo del circo en general) y deciden montar una pequeña compañía circense itinerante sin carpa. Su objetivo: llevar la alegría a niños y personas necesitadas sin obtener ellos remuneración económica alguna, salvo en algunas funciones benéficas. Durante cinco años, sastres, bancarios, profesores de gimnasia, comerciantes y estudiantes se convertían en malabaristas, payasos, acróbatas, magos o contorsionistas en espectáculos que recorrieron toda Euskadi. Más allá del indudable altruismo de su empresa, artísticamente ofrecían unos números originales y sorprendentemente innovadores pese a la precariedad de los medios de los que disponían.

En 1931, ante la inminente inauguración de un nuevo local del club, un grupo de jóvenes socios y usuarios del gimnasio del Deportivo duchos en las paralelas y las anillas deciden preparar un espectáculo de acrobacias y volatines para la fiesta inaugural. El número obtiene gran éxito entre el público por la habilidad de la troupe que nada tiene que envidiar a los acróbatas circenses profesionales. Julián Echevarria Camarón, periodista, dramaturgo, autor de zarzuelas, y en definitiva, un bilbaino de pro omnipresente en todos los actos sociales que tienen lugar en la capital vizcaina hasta su muerte en los años 80, como socio destacado del club se dirige a los jóvenes que realizaron el número y les comunica que en la institución hay numerosos socios que, como a ellos (y al propio Echevarria) les encanta el circo y que tiene habilidades de sobra como para montar una compañía de circo con variados números.

En aquella epopeya romántica que duró cinco años, el Circo Amateur (1931-1936) programó atracciones de acrobacias o de ejercicios gimnásticos plásticos, algo lógico si se tiene en cuenta que los miembros de la compañía eran deportistas aficionados, la mayoría con horas y horas de gimnasio; pero también había payasos (muy de moda en la época), ilusionistas y hasta cómicos monologuistas, anticipándose setenta años a la moda en el mundo del humor de comienzos del siglo XXI.

Es innegable que son incontables los deportes que este Club ha impulsado en Bilbao. Sin ir más lejos, la natación (tuvo la primera piscina que varias generaciones de bilbainos y bilbainas recuerdan...); el equipo de baloncesto, la esgrima; la halterofilia y la gimnasia; la montaña y el esquí; y por supuesto la pelota, siempre latente en los frontones del Club Deportivo. Otras disciplinas como la caza y la pesca, el ajedrez, el hockey, remo, tenis, rugby, halterofilia o el piragüismo completaron la imagen de una oferta deportiva variada y de calidad a lo largo de los años. Se me olvidaba, con perdón. Aquel renacimiento de 1931 sucedió en los terrenos donde se ubicaba el campo de foot-ball del Club Deportivo. En 1914 organizó la primera prueba de cross-country nacional y de igual modo es el primer club federado de montaña; desde 1946 a 1949 fue el único club de rugby que tuvo la federación vizcaína. Su frontón, aparte de espléndidas veladas de lucha libre y boxeo, ha sido escenario de grandes partidos de pelota a mano, incluidas las finales con la participación de las figuras históricas de los años 50; todas las modalidades del juego de pelota (incluido el resurgir de la pala) han pasado por su frontón así como toda clase de torneos a partir de 1967 en el remozado edificio. He ahí detalles que terminan de describir la larga intensa vida de un club que hoy en día se mantiene gallardo y moderno.

En recompensa a su trayectoria, el Club Deportivo ha sido merecedor de premios tan prestigiosos como la Cruz de la Beneficiencia con distintivo blanco, concedida por el Ministerio de Trabajo en 1936, o la Copa Stadium, de manos de la Delegación Nacional de Deportes en 1946. Y no podía faltar el reconocimiento de la sociedad bilbaina, a la que en última instancia ha pretendido servir durante sus más de cien años de vida. El día de San Silvestre de 1970 el Club Deportivo recibió la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Bilbao.