I uno anhelase alojarse en la confortable suite Bondad, donde todo fluyese, tenía que llamarle. Nada le gustaba más a Antonio Fernández Casado que recibir a los viejos amigos y descubrir a otros nuevos, acomodarles de la mejor de las maneras posibles, ejercer de anfitrión por los muy diversos mundos que tan bien conocía y regodearse en una tarde de toros, auténtica pasión que nunca decayó, hasta el punto de que llego a dirigir el Club Cocherito de Bilbao entre 2014 y 2018, apenas tres años antes de su fallecimiento.

Dicen los registros que nació en Esguevillas de Esgueva (Valladolid) en 1950, pero lo cierto es que Santurtzi en su infancia y Bilbao después fueron sus lugares de referencia, por mucho que en los últimos años estuviese afincado ya en Madrid. Fue en la localidad costera donde presenció sus primeros festejos taurinos, en una plaza portátil donde llegó a torear Antonio Ordóñez. A mediados de los años sesenta, inyectado por la pasión del toro, adoptó el sobrenombre de Antonio de Monterrey para anunciarse como novillero, apodo procedente de sus inicios en la hostelería como camarero de la tradicional cafetería Monterrey. Y se le oyó decir, en más de una ocasión, que su primer paseíllo tuvo lugar en el curioso coso vizcaino del Puerto Viejo de Algorta el 31 de julio de 1966, y sus primeras luces se encendieron en Castro Urdiales. Los más aficionados de la época aún le recuerdan en Vista Alegre la tarde de la presentación de El Niño de la Capea en 1968.

A comienzos de los años setenta, Antonio aterrizó en la plaza que más nombre le daría a lo largo de su vida: el hotel Ercilla. Allí, abracadabra, trazó una línea innovadora con ideas vanguardistas, de la mano de su mentor, Lázaro Anasagasti, en compañía de Agustín Martínez Bueno. No en vano, entre Agustín y Antonio alcanzaron un nombre mas allá de la villa. El hotel se convirtió en el referente de la vida cultural del Bilbao de los años setenta y ochenta y pieza fundamental en el nacimiento de la Aste Nagusia, subiéndola del Casco Viejo hasta Indautxu.

Graduado en Dirección de Empresas en la Universidad de Deusto, su innovación en el Ercilla tuvo continuidad en la cadena Tryp y, posteriormente, con la fundación de la cadena Hi-Tech, que con su segunda marca, Petit Palace, se situó espolvoreada por multitud de edificios históricos en media España.

Fue un hombre inquieto de cabo a rabo. No en vano, en los años noventa del pasado siglo, junto a Ángel Ortiz Alfau, fundó la editorial Ediciones El Tilo. La literatura era otra de sus grandes pasiones. Incluso en sus últimos años era visitante asiduo de la Biblioteca Nacional y de las librerías de viejo, como la madrileña Librería Rodríguez, por la que también sentía pasión. Fue autor de libros de éxito, como Toreros de Hierro (Diccionario de toreros vizcaínos); Castor Jaureguibeitia Ibarra, Cocherito de Bilbao; la Guía histórica de fondas, posadas, hoteles, restaurantes, tabernas y txakolís de Bilbao; Bizkaia Taurina (Plazas de toros vizcaínas) y Zacarías Lecumberri. El estoqueador aventurero o Garapullos por Máuseres, una historia taurina en la Guerra Civil. Su Manual práctico de dirección de hoteles, marketing y ventas online del siglo XXI también le dio renombre y se convirtió en referencia para mucha gente de la hostelería.

No había nada que le pasase por encima si porfiaba en el empeño. En 1986 fue miembro del primer Consejo Vasco de Turismo (Eusko Turismo) y, en junio de 2009, consejero de la Agencia Vasca de Turismo (Basquetour), ambas, sociedades públicas del Gobierno vasco. También dio múltiples conferencias y cursos relacionados con el sector y fue profesor en la Escuela de negocios ESDEN. Se fue en paz.

Promovió el despegue del hotel Ercilla, subió Aste Nagusia hasta Indautxu y fue fundador de la Editorial El Tilo

Su pasión por los toros nunca decayó y dirigió el Club Cocherito de Bilbao durante cuatro años (2014-2018)