O era bilbaina aunque quiso a este pueblo con todo su corazón. Había nacido en Ayamonte (Huelva), de familia de artistas -padres y abuelos- y, por tanto de genes trashumantes. Su debut en Bilbao se produjo un 17 de marzo de 1916. Fue en el Salón Vizcaya, por aquel entonces templo de las varietés, con los cuplés A mí, La Argentinita y La panderetera. Al día siguiente dijo la prensa de ella que había aportado “un granito de sal que hacía del cuplé algo serio y blanco, bien distinto de la ñoñez, la procacidad y la cursilería de las infinitas niñas y matronas que van por esos escenarios del diablo repitiendo siempre el mismo estribillo”.Ya era una voz distinta para aquel Bilbao.

Poseía una voz muy agradable y una singular gracia que inmediatamente la encumbró en el género de las variedades, donde empezó a trabajar con su madrastra formando el Dúo Laurins, hasta que a Emilia le llegaron contratos para actuar ella sola en el Romea y en el Salón Vizcaya.

Cuentan las crónicas que aquella estrofa “También los muñecos lloran, del pastor al arlequín (...)”, de la canción El amor de muñecos, fue tan popular en la época como La musa argentina. Sus dotes como intérprete de zarzuela le proporcionaron la picardía exigida para hacer toda una recreación del chotis ¡Ay, Cipriano! a cuyo triunfo estuvo siempre muy agradecida. Otra creación suya fue el tango que escribió para ella el novelista Zamacois, Pucha, qué sos compañerito. Su versión de La nueva rica fue excepcional.

Bilbao la adoraba hasta el punto que Emilia Bracamonte fue la más firme competidora de Amalia de Isaura, maestra del género. Su serena belleza y reducida estatura calaron en los espectadores, que siempre distinguieron en ella a una intérprete con clase dentro de las variedades, alejada de la chabacanería que se estilaba entonces, pues nunca hizo el cuplé grosero de algunas de sus colegas, y atribuían el éxito al acierto que siempre tuvo para elegir las canciones.

El 30 de abril de 1923 abandonó los escenarios en pleno éxito para casarse, el 16 de mayo siguiente, en la parroquia de los Santos Juanes, de Bilbao, con Carmelo Jornet, letrista de El amor de muñecos, pieza con la que había triunfado.

En 1941, Emilia ingresó en Radio Bilbao como locutora y miembro del cuadro de actores. De esta forma, su característica voz se dejó escuchar durante más de treinta años, hasta su jubilación, haciéndose sumamente familiar. Fue una mujer con firmes convicciones, muy modesta, que nunca hizo gala de su popularidad y de haber sido historia dentro del mundo de las variedades, al que siempre dignificó con sus actuaciones.

Protagonista: Emilia Bracamonte.

Gesta: Fue una canzonetista (cantante que interpretaba canciones de asunto ligero, generalmente en locales públicos) bilbaina que alcanzó gran éxito en el Salón Vizcaya y que prolongó su carrera en Radio Bilbao, donde su voz perduró durante casi tres décadas. Murio en septiembre de 1987.