- Ahora que la hostelería, por suerte, ya funciona, Quique San Francisco ha decidido acercarse a Euskadi. “Algunas de mis más profundas convicciones filosóficas me impiden pernoctar en lugares sin bares. Y no era cosa de venir al País Vasco y tener que irme a tomar las cervezas a Logroño. Eso no se puede hacer cada media hora. Piensa que mi metabolismo pide birra cada 30 minutos. Soy como un coche de gran cilindrada: tengo que ir con el depósito detrás”, comenta.

Cómico, monologuista, enseña del cine quinqui de finales de los setenta y único superviviente de aquellas producciones, pasó directamente de la Legión al Actor’s Studio en uno de esos saltos biográficos que solo se explica en la vida de San Francisco. Detenido por abofetear un mono en Nepal, ex de Rosario Flores, imprescindible en los amaneceres de La Movida, motero atropellado por un vehículo oficial, Quique cumplirá pronto los 66. “¿Ves? Para que luego digan que la birra es mala para la salud. A mí ni me engorda”, sentencia.

¿Cómo así por Bilbao?

—De turismo. Necesitaba viajar para darme un garbeo y pensé que esta ciudad era cojonuda.

Claro, el Guggenheim, la gastronomía, los paisajes…

—¿Pero qué te pasa a ti? Nada de eso. Me pregunté: dónde puedo encontrar las mejores tascas en 500 kilómetros a la redonda. Y me respondí: en Bilbao. Más claro, cerveza con gaseosa. El refrán dice que agua, pero a mí el agua.... Así que he estado esperando que pudieran abrir para acercarme. Voy y vengo en tren, que tiene vagón-bar, fundamental. Y retrete, que siempre viene bien para evacuar líquidos.

¿Le gusta tanto beber?

—Nada de eso, chaval. Les gusta beber a los que toman licores, cubatas y esas mandangas. Yo necesito hidratarme. Vés cómo estoy de amojamado. ¡Pues figurate si no me hidratara a menudo! Tengo un problema de deshidratación aguda, Me quedo seco en nada. Y para eso no existe mejor terapia que la cerveza. Que, además, alimenta. El pan líquido lo llamaban los antiguos egipcios. Gente sabia que supo levantar un puñado de pirámides del copón sin ordenadores, grúas ni ingenieros de Harvard. Algo sabrían, digo yo. Pues les hago caso: pan líquido para todo. Con este planteamiento, lo irónico es que me apellide San Francisco en lugar de San Miguel.

¿Qué opina de las restricciones para luchar contra la pandemia?

—Que están para cumplirlas. Sin vida no hay juerga posible. Así que, a rajatabla. Lo único es que yo me exiliaría en un sitio con bares abiertos, eso sí. Alegaría estatus de refugiado cervecero. Tengo hasta un certificado que lo acredita. Falso como un billete de tres euros, pero oye, si cuela, cuela. Por lo demás, ninguna queja. Al contrario, desde que hay que ponerse mascarilla, ligo más. ¿Por qué crees que será?

Me lo imagino. Pero a mí ni con mascarilla me funciona. Esta noche probaré con un EPI entero. Por lo demás, completamente de acuerdo. Sobre todo en que sin vida no hay juerga posible.

— Piensa, por correrme una juerga ahora, me quedo sin mil juergas futuras. No merece la pena. Unas cervezas cumpliendo las normas y horarios, y ya está. En este contexto, me dan un poco de pena los rusos, eso si. Que les van a poner una vacuna que falla si bebes en los dos meses y medio posteriores al pinchazo. ¿Qué carajo de vacuna contra el covid es esa? ¡Eso tiene que ir contra los derechos humanos! Está claro que lo de Rusia es una dictadura encubierta. ¿Dónde queda el sacrosanto derecho a la birra?

Dejemos a Putin tranquilo. Es usted el gran protagonista del último spot de Campofrío. Encarna a la muerte en un trabajo excelente.¿Qué haría usted si se le apareciera la Muerte?

— Lo mejor: llevármela de cañas. ¿Tú sabes lo bien que se lo puede pasar La Muerte conmigo de cañas? La de anécdotas que podría contarle. Se iba a deshuesar de la risa. Hasta el 2050 no se me lleva. Hazme caso, que ya me llevé una vez de juerga a un inspector de Hacienda ¡Y se despiporraba! Ojito, un inspector de Hacienda. Eso es peor que La Muerte. Venga, sácate otro tercio, que estás tardando.