una de esas herramientas que transformaron los códigos de comunicación ha resistido muy bien pese a todos los rivales que le han ido saliendo

Según el medio especializado Campaign Monitor, cada día, en 2019, se enviaron 293.600.000.000 emails. En esa grandísima red de comunicación, participó prácticamente la mitad de la Humanidad: 4.000.000.000 de personas. Se habla mucho de las cifras de las grandes redes sociales comerciales de nuestra era. Según Campaign Monitor, un trabajador o trabajadora recibe de media al día 121 emails. Y, cada persona, envía de media, con objetivos de trabajo, un total de 40 emails. Es normal así que tengamos esa constante sensación de recibir muchos correos: la estadística nos da la razón. Pese a estas cifras, se habla bastante menos de lo que se debería de una herramienta menos sexy, pero más operativa. Ni siquiera el uso del correo electrónico ocupa espacio en los atractivos rankings de uso de herramientas que se suelen elaborar.

Lejos quedaron aquellos primeros años de normalización en el uso del email en el que había cadenas de Power Points con canciones embebidas o conjuntos de frases de autoayuda. Todavía recuerdo aquellos comienzos de los 2000 cuando existía esa entrañable tradición de mis amigos y amigas de reenviar cadenas de Power Points. Con asuntos escritos en mayúsculas, incitándote a no perderte el enésimo documento de 20 o 25 MB. Por fortuna luego apareció Facebook, que desintermedió esas comunicaciones. La comunicación vía presentación, dio paso a la expresión de la creatividad para que el negocio de Mark Zuckerberg floreciera.

También recuerdo el intercambio de comunicaciones más íntimas por correo electrónico. Es otro buen ejemplo de la diferencia entre digitalización y transformación digital: los emails los escribíamos como si fueran cartas. He rescatado, para inspirarme para este texto, algunos emails que envié a mis parejas de aquel entonces. Todos los textos comienzan con un saludo inicial, un párrafo introductorio y un saludo final. Todos los textos tienen firma. La composición está estructurada en párrafos. Que venga Whatsapp y lo vea.

¿Qué futuro le espera a nuestra herramienta de comunicación preferida? Se espera que para 2023 el número de usuarios mundial de email crezca hasta los 4.300.000.000. Por lo tanto, lejos está de verse su ocaso. ¿Seguiremos viendo al email como una herramienta aburrida de trabajo? Puede ser. Pero no debemos olvidar, antes de sentenciarlo, que sigue siendo una herramienta que funciona.

Mailchimp, un proveedor de envío de emails, ofrece unas estadísticas que me parecen muy apropiadas para esta idea. En mi sector, en educación, la tasa de apertura de emails es del 21,8%. Es decir, uno de cada cinco, abre el email que le envías masivamente. La tasa de clicks es del 2,5%. Por contra, hace unas semanas supimos que Youtube iba a dejar de enviar emails semanales a sus usuarios. En el comunicado señalaban que se abrían menos del 0,1% de los correos. La diferencia en los datos anteriores parece importante. La explicación no es otra que la relevancia. Si abusas o usas indiscriminadamente el correo, tu relevancia cae rápidamente. Es tan sencillo como entender que como muchas otras cuestiones en la vida, lo escaso y relevante gana valor. Esto es una cuestión extrapolable a muchos otros contextos. Si usamos el correo para resolver algo que se puede hacer con una llamada telefónica, lo hemos usado mal. Si usamos el correo para recordar algo que ya está en el calendario, ése es otro mal uso.

¿Cuál es el epítome de este relato romántico hacia el email? Úsalo con responsabilidad, que está para quedarse.

Si abusas o usas indiscriminadamente del correo, tu relevancia cae rápidamente. Es tan sencillo como entender que, como muchas otras cuestiones en la vida, lo escaso y relevante gana valor