Jim Morrison, músico, poeta y uno de los referentes malditos del rock, murió hace cincuenta años en París y desde entonces se ha convertido en un mito perfecto, una leyenda creada en buena parte gracias a la influencia del cine. El aniversario se cumple hoy. Murió a los 27 años en un piso del entonces barrio bohemio del Marais, en París, a donde se había trasladado para intentar dejar atrás su alcoholismo e insuflarse del espíritu artístico de la ciudad. Morrison fue “uno de los grandes” en la historia del rock, por el volumen y por la calidad de su obra, afirma a Efe Diego Manrique, respetado crítico musical, quien también cree que su grupo, The Doors, está entre los mejores.

Familiarizado con las teorías del teatro de la crueldad del francés Antonin Artaud, su personaje del Rey Lagarto lanzaba largas peroratas y provocaciones al público y a la Policía que con frecuencia vigilaba sus conciertos. Manrique, autor del libro Jinetes en la tormenta, recuerda que los cuatro componentes eran “chicos cultos” metidos en movimientos de vanguardia y sus canciones no tenían nada que ver con lo que se hacía entonces. Todo eso no quita para que Morrison, con sus apariciones salvajes y dramáticas en el escenario, vestido de cuero negro y a veces con el torso desnudo, se convirtiera en un auténtico sex symbol.

Tras unos años de éxito y desenfreno, Morrison llegó a París en marzo de 1971 y cuatro meses después fue encontrado muerto en el apartamento que tenía alquilado. El médico que acudió certificó una muerte por un fallo cardíaco y no se le realizó una autopsia. Según varios conocidos y testigos, la causa más probable fue una sobredosis de heroína, pero jamás se investigó. Fue enterrado en el cercano cementerio de Père Lachaise. Y aquí se cierra el círculo del “mito perfecto”, según Manrique. Una gran estrella estadounidense, adorada por sus fans, un sex symbol, que muere joven en París y termina en el cementerio más famoso.

reclamo fúnebre

La sepultura de Morrison en Père Lachaise “es una de las más famosas y más visitadas” de este cementerio, señala Sylvain Ecole, director del Servicio de Cementerios de París. Y eso que éste es posiblemente el cementerio más célebre del mundo por el renombre de quienes aquí reposan, especialmente artistas, entre las 70.000 tumbas y 27.000 urnas con cenizas. Oscar Wilde, Frédéric Chopin, Yves Montand, Edith Piaf, Marcel Proust, Miguel Ángel Asturias o Georges Bizet son algunos de los ilustres vecinos del rockero, en cuya tumba nunca faltan una foto enmarcada, flores o conchas de peregrino. La tumba de Morrison y las situadas a su alrededor están rodeadas por una valla que, explica Ecole, busca proteger la intimidad del lugar y “evitar que la gente se acerque demasiado”. Hace tiempo robaron de la tumba un busto de mármol y una placa. Después, el padre del músico colocó otra placa que dice en griego “Fiel a sus propios demonios...”