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Verano sin límites

Gran Canaria, una isla que se recorre con los sentidos

La isla atlántica ofrece la combinación perfecta de senderismo, cultura rural, paisajes naturales de gran belleza y una gastronomía que aúna tradición y creatividad

Gran Canaria, una isla que se recorre con los sentidosTurismo de Gran Canaria

Hay islas que se visitan y otras que se recorren con los sentidos. Gran Canaria pertenece a esta última categoría: la de los lugares que se viven despacio, paso a paso, bocado a bocado, hasta quedarse grabados en la memoria.

Para quienes viajan con la mochila lista, las botas preparadas y el paladar dispuesto, esta isla atlántica ofrece la combinación perfecta de senderismo, cultura rural, paisajes naturales de gran belleza y una gastronomía que aúna tradición y creatividad.

La Cumbre de Gran Canaria.

El verano de Gran Canaria no se mide en grados, sino en sus infinitas posibilidades para vivirla intensamente. Con suaves temperaturas que recuerdan más a la primavera, incluso en los meses más cálidos del año, la isla es un gran gimnasio al aire libre para caminatas por valles cubiertos de palmeras, rutas entre volcanes dormidos, travesías de costa a cumbre o paseos al atardecer por senderos que se tiñen de ocres y violetas cuando el sol se esconde tras las montañas. Rutas como la que conduce hasta el Roque Nublo, símbolo geológico y emocional de Gran Canaria, o los tramos que atraviesan la Reserva de la Biosfera, ofrecen al senderista una experiencia de contacto profundo con la naturaleza, donde desconectar y reconectar con uno mismo, en calma.

Impresionante estampa desde Artenara, esencia de la vida rural en Gran Canaria.

En el interior de la isla, pueblos como Tejeda, Artenara, Valleseco o Santa Lucía conservan la esencia de la vida rural canaria y permiten a quien camina descubrir la hospitalidad de sus gentes, sus productos de kilómetro cero y su relación ancestral con la tierra. Cada parada es una excusa para degustar algo, ya sea saboreando su cultura vitivinícola en la Ruta del Vino de Gran Canaria, con una tabla de quesos artesanos o degustando un dulce de almendra de la Cumbre.

Su red de senderos abarca más de 800 kilómetros y está cuidadosamente mantenida.

Gran Canaria está hecha para explorarla sin prisa 

Su red de senderos abarca más de 800 kilómetros y está cuidadosamente mantenida. Desde rutas exigentes para quienes buscan desnivel y reto, hasta tramos suaves para familias o caminantes que prefieren el ritmo pausado, hay un camino para cada viajero. Y también recompensas para la vista y el espíritu, por ejemplo desde un mirador con vistas al infinito, con un café en Agaete, un baño en una piscina natural tras una caminata, o una sobremesa bajo la sombra de un moral centenario.

Las piscinas naturales de Agaete.

Los contrastes de la isla son un regalo permanente

En una sola jornada se puede desayunar junto al mar, caminar por paisajes de aspecto lunar y almorzar en una bodega entre viñedos. Las playas de arena dorada del sur, como Maspalomas o Amadores, y las calas escondidas del norte, como El Juncal o Agaete, ofrecen descanso y la brisa del mar tras la aventura por tierra adentro.

En una sola jornada se puede desayunar junto al mar, caminar por paisajes de aspecto lunar y almorzar en una bodega entre viñedos

Para el viajero del norte peninsular, acostumbrado al verde y al monte, Gran Canaria supone una extensión natural del deseo de sendero, con el aliciente de una luz distinta y unos sabores nuevos. El clima constante, la seguridad de sus rutas, la buena conectividad con vuelos directos desde Bilbao, Donostia y Pamplona, y la variedad de alojamientos adaptados a quienes caminan (desde casas rurales hasta hoteles con encanto) completan una propuesta redonda, como la silueta de la isla.

Idílica imagen de la Playa del Hombre, en Telde.

Y si algo enamora en esta isla, además de sus paisajes, es su gastronomía. El producto local es el protagonista de las mesas, pescados frescos, frutas tropicales, mojos, potajes, mieles, vinos volcánicos y postres con alma. En mercados y restaurantes, en fincas y festivales, el viajero encuentra en la isla una identidad culinaria propia, sabrosa y honesta, que mezcla historia y territorio en cada plato.

Además de sus paisajes y belleza natural, Gran Canaria deleita a sus visitantes y locales con una espléndida gastronomía.

El verano en Gran Canaria significa caminar entre volcanes y veredas, saborear lo auténtico y dejar que el tiempo se alargue con experiencias profundas y renovadoras. Pero también es ciudad viva, terraza frente al mar, planes que cambian según el momento. Una isla donde cada paso abre una posibilidad y cada rincón invita a quedarse un poco más.