Amaneció el sábado con familias vestidas de rojiblanco por la calle. Y el Athletic no jugaba en San Mamés. Caminaban grupos de personas con ikurriñas atadas al cuello. Y sin partido de la selección de Euskadi. Una enorme bandera de Noruega ondeando en la plaza de Ernesto Erkoreka ¿Qué podía suceder? Se trataba de la mañana de la salida del Tour. Que vino templada, gris y amagando sirimiri.
Calles cortadas. Voluntarias y voluntarios. Ertzainas. Miles de aficionados. Las aceras se habían transformado en una Tourre de Babel. Sonaba el crujido de los escandinavos al saludarse, el canturreo de quienes habían llegado de Italia, el gorgoteo francófono, el severo inglés y el castellano con musicalidades de cumbia, vallenato, salsa o soleá. Y, por supuesto, euskera en distintas tonalidades.
En la Plaza Circular, Don Diego mantenía su brazo alargado como si fuera a pasarles las bolsas del avituallamiento a los ciclistas.
Y, en la terraza sobre la plaza, en la séptima planta del número 2 de la Gran Vía, Bilbao Architecture Team (BAT) celebraba su décimo aniversario. Decenas de invitadas e invitados y un trío de jazz tocando estándares del género, con Maite Arregi a los teclados, Adrián Buenaga al saxo tenor y Nicolás Alvear a la guitarra.
Peru Cañada fue invitado a pronunciar una conferencia a la facultad de arquitectura de la UPVEHU en Donostia. Conoció allí al estudiante Xabier Arranz. Se dieron cuenta de que pensaban diferente. Y decidieron montar un estudio para poder actuar diferente. Tienen entre manos la construcción de una clínica en Bilbao, un anexo del Basque Culinary Center y han creado el último Hilton de Madrid, además de viviendas privadas.
Peru y Xabier decidieron que la celebración del décimo aniversario de BAT y la presentación de su nueva identidad corporativa coincidiera con la salida del Tour. La espectacular terraza sobre la Plaza Circular, con El Arenal al fondo y la espadaña de la basílica de Begoña recortada en el horizonte, ofrecía una situación idónea para contemplar el paso del pelotón.
Quienes entraban a través del estudio se encontraban un gran logo del Tour, amarillo, negro y blanco pintado en el suelo de la terraza. Sin hacer caso a las bandejas con frutos rojos o queso que se cruzaban en su camino, se dirigían a la barandilla. Todo el mundo sacaba fotos, vídeos o selfis. Abogados, aparejadores, arquitectas, socios, publicistas e interioristas charlaban en animados círculos con el rabillo del ojo puesto en la barandilla. Mientras, Alberto Caballero no daba descanso a un afilado cuchillo que acariciaba una y otra vez el corte de un jamón “puro pata negra, 100% bellota”.
El Tour salió. El clamor y las sirenas alcanzaron la azotea desde el asfalto. La fiesta se agolpó en la baranda. Como si fuera la cuneta de una carretera de montaña. Gritos, aplausos y mucho móvil.
Enfilada la calle Navarra, el pelotón pasó en un momento. Casi como los primeros 10 años del estudio de arquitectura y decoración.
La fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche. El pata negra, la cerveza y el txakoli dieron el relevo a un especialista en preparar mojitos. Y un DJ ocupó el lugar del trío de jazz.
Queda mucha carrera por delante.