YO era pequeña y, como tenía Instagram y redes sociales, cada día solía hablarle a ver si me contestaba, pero nunca lo hizo”. Zaira Echevarría no recibió respuesta de su hermano Ángel, tras su desaparición el 6 de octubre de 2015 en Bilbao, y a día de hoy sigue sin tener noticias de él. “Después de ocho años pienso que algo grave le ha tenido que pasar porque es como si se lo hubiera tragado la tierra. Ya ¿qué vamos a esperar? Nosotros queremos un lugar donde poder llorarle”, afirma la hermana del joven, que ayer se concentró junto a sus familiares y otros ciudadanos en Otxarkoaga para “reclamar justicia” para Ángel, que tenía 20 años cuando se le perdió el rastro.

Acogidos por sendos familiares, tras fallecer su madre, ambos hermanos coincidieron el día en que sus vidas se separaron para siempre en el domicilio de su prima Maite, en Txurdinaga, donde residía Ángel. “Yo lo vi hablando por WhatsApp con el móvil de mi tía y luego se vistió y se marchó. Nos pareció bastante raro porque dijo que después iba a llamar y la llamada no llegó. Fue muy doloroso, la verdad. Yo lo pasé mal, lloraba...”, recuerda Zaira, que mantenía el contacto con su hermano, a pesar de que vivían separados. “Venía casi todos los días a casa y alguna vez se quedaba a dormir conmigo. Igual teníamos una conversación por la noche... Tenía mucha relación con él”, añora.

Aunque entonces apenas era una adolescente y “no entendía mucho la situación”, a sus 24 años Zaira tiene claro que cualquier desenlace es mejor que la incertidumbre. “Queremos no estar así, en una desesperación. No sabemos qué le ha podido pasar. Si ha podido sufrir o no es una cosa que siempre la vamos a tener en la mente”, se duele. Para tratar de obtener una respuesta y poder descansar, en la tarde de ayer miércoles solicitaron, mediante una concentración en la plaza Kepa Enbeitia de Otxarkoaga, que “la investigación policial siga activa”. “Después de ocho años que nadie sepa nada ni diga nada me parece bastante raro. Es fuerte”, lamenta Zaira.

Ángel Echevarría Cordón, de pelo moreno, ojos marrones, entre 175 y 180 centímetros de estatura y constitución delgada, tendría hoy 28 años. Su prima Maite, que “lo cogió en adopción cuando tenía 14”, explica que el joven había abandonado los estudios, que “trabajaba con familiares, con quienes iba a recoger algo de chatarra o a algunas obras” y que “no era mucho de salir”. Cuando lo hacía, solía quedar con los amigos de Portugalete, donde vivió hasta que murió su madre. “En el barrio, como todos éramos familia, solía estar con nosotros, que siempre parábamos en las mismas zonas o plazoletas”, dice.

También Maite recuerda como si fuera ayer aquel 6 de octubre en el que cruzaron las miradas por última vez. Era un día entre semana. “Se despertó, se duchó, le planchamos su ropa, se vistió y me dijo que se iba a comer con un amigo de Portugalete, que lo invitaba. Le di dinero para el metro, 5 euros o así, poquito, porque mucho más no se podía. En ese momento no tenía móvil, no le gustaban porque siempre lo perdía o se le olvidaba. Salió de mi casa sobre las doce o doce y media”, detalla. Ya en la calle, cuenta, “lo vio una prima nuestra bajando para el metro de Bolueta. Fue la última persona que lo vio. Y hasta ahí. Ya no sabemos más, si fue a Portugalete, si cogió el metro, nada”, señala.

“Al día siguiente o al de dos días”, la familia acudió a comisaría. “Preguntábamos a los amigos y nada. Era muy raro porque Ángel era un chaval que siempre me llamaba si se quedaba a dormir en casa de alguno o tardaba: Prima, me quedo o llego un poco más tarde. Sabía que nos poníamos muy nerviosas y siempre nos avisaba, pero esa noche no me avisó”, rememora.

Tras presentar la denuncia, los parientes de Ángel, que están difundiendo su causa con carteles y en redes sociales, trataron de realizar sus propias averiguaciones. “Empezamos a investigar nosotros. Nos decían una pista en una lonja y nos íbamos todos allí. Teníamos una desesperación porque ya habían pasado más de diez días y no sabíamos nada de él”, recuerda.

En sus intentos por dar con el joven a los familiares les contaron “que iba con uno, que se había quedado con otro... Investigamos todas las pistas y se las comunicamos al grupo de desaparecidos de la Ertzaintza, dice. Los contactos con los amigos de Ángel de poco les sirvieron. “Estuvimos hablando con todos, con más de veinte niños más mayores, más jóvenes y nada. La persona con la que había quedado para comer nos dijo que no había llegado. Entonces, no sabemos si llegó al metro de Bolueta o a Portugalete”.

A los oídos de Maite han llegado en este tiempo todo tipo de informaciones, incluida “una pista de una persona que le vieron cómo se lo llevaron, pero no sabemos si es muy fiable, y luego tenemos otra, pero tampoco puedo hablar mucho porque la están investigando. Son teléfonos o informaciones que les hemos dado”, dice.

La posibilidad de que desapareciera por voluntad propia la descarta totalmente. “Si hubiera sido así, nos habría dado razón porque era un chaval que nos daba razón de a dónde iba. Está claro que nos habría avisado para que no nos preocupáramos”, reitera y confirma que tenía buena relación con la familia, sobre todo con ella. “Por eso fue nuestro susto cuando pasó un día y otro y no teníamos comunicación con él”, apunta Maite, quien pide a quien disponga de algún dato que llame al número 601 521426.

La esperanza de encontrarle con vida se diluye con el tiempo. “Nosotros sabemos que él no está vivo, pero queremos que investiguen porque si le ha pasado algo también tenemos derecho a que cojan al culpable, nos hagan justicia y tengamos un sitio donde llorarle”, reclama Maite, con ansia de “quitarse ya estas dudas”.