Bilbao - “Desde que me robaron voy con lo justo a la playa y no dejo nada sin que me lo vigile alguien. Una vez es suficiente para llevarte un buen disgusto”. A Idoia Martín, vecina de Galdakao, se le atragantó su feliz día de playa cuando descubrió que le habían robado una bolsa con la cartera, la llave del coche y las de casa. “Tuve que cambiar hasta la cerradura de la puerta”, recuerda. No es la única víctima de robos en las playas. Los cacos saben cómo, dónde y a quién pueden sustraer sus objetos de valor sin levantar sospechas. Con la llegada del verano, los arenales del litoral vizcaino se llenan de personas atraídas por el sol y el calor. Pero no están solas; en la arena se mueven con sumo sigilo también los amigos de lo ajeno.

Según confirman fuentes policiales a DEIA, bandas de ladrones operan en las playas de Bizkaia. Aprovechándose de los descuidos de los bañistas, se hacen con objetos de valor que en ocasiones son verdaderos botines. Se trata de profesionales que trabajan en pareja o en grupos y que tienen un modus operandi concreto: primero identifican sus objetivos, para después, en cuestión de minutos, incluso de segundos, hacerse con sus carteras, bolsos, móviles... Rápido y sin levantar sospechas.

“En el momento en que llegamos a una playa es muy fácil detectar quién es una víctima”, destaca a DEIA el jefe de la unidad de la Policía Científica de la Ertzaintza, Iñaki Irusta. Una persona que entra en el arenal hablando por teléfono, un modelo de última generación; alguien que aprovecha para dejar en el maletero del coche, ropa, llaves y cartera; una bañista que acude a la playa completamente enjoyada... “Generalmente se aprovechan de los descuidos que cometemos. Se lo ponemos fácil”.

Idoia Martín fue con su hija a pasar la mañana a Laida y, estando en el agua, un ladrón aprovechó para robarle. Fue poco tiempo, el suficiente para hacerse con sus pertenencias sin que las personas de alrededor se percataran. “Había mucha gente pero nadie se dio cuenta, no sé cómo lo hizo. Menos mal que el móvil lo tenía aparte y reaccioné pronto”, recuerda.

Lo cierto es que la afluencia masiva de personas a los arenales durante los meses de verano provoca todos los años un incremento significativo de robos en dichas zonas. Por este motivo, desde la Ertzaintza insisten en la conveniencia de tomar un serie de medidas para dificultar la acción de los cacos mientras se disfruta de la estancia en las playas.

Precauciones

“Una vez que nos encontremos en el arenal hay que tener en cuenta que no debemos perder nunca de vista nuestras pertenencias, ni dejarlas a recaudo de terceros que no sean de nuestra total confianza”, recuerda el jefe de la Policía Científica. En opinión de Irusta, debemos ser menos confiados de lo que somos si queremos evitar un disgusto al regreso a la tumbona. “No nos podemos ir al agua dejando las cosas sin vigilancia. Ese es uno de los fallos más comunes que cometemos. Creemos que no nos va a pasar, hasta que sucede”, dice Irusta.

Tampoco se recomienda dejar las pertenencias de valor a la vista, ni exhibirlas demasiado porque aunque no nos damos cuenta, quien se dedica a robar en las playas controla cada uno de los movimientos. A Idoia Martín le sirvió de lección. “Te confías. No piensas que te va a tocar, pero la gente que se dedica a eso no pierde ninguna oportunidad”, se lamenta tras su experiencia.

Además de a los bañistas que se encuentran en los arenales, estas bandas de ladrones también aprovechan para robar en los coches. Por eso, desde la Ertzaintza recomiendan comprobar que el vehículo haya quedado perfectamente cerrado y tener especial cuidado en no dejar ningún objeto a la vista. Tampoco se debe dejar mercancía de valor dentro del coche, aunque sea en una zona no visible, principalmente si se trata de material electrónico.

Es fundamental que se evite dejar las llaves del domicilio dentro del vehículo junto con la documentación, ya que la persona que ha abierto el mismo podría llegar a conocer de este modo la dirección de su dueño. Si fuera así, podría valerse de estas llaves para acceder a la casa de la víctima para robarle, a sabiendas de que dispone de un tiempo razonable para actuar al encontrarse su morador en la playa.