La investigación científica concienzuda y contrastada ha atribuido al tabaco el correspondiente papel pernicioso para el bienestar personal; pero, ¿qué ocurre con el chupete?, ¿es beneficioso o es perjudicial su empleo para la salud del bebé? 

El uso del chupete para calmar, reconfortar o incluso aliviar el dolor de los bebés es un fenómeno extendido en el tiempo y en el espacio geográfico mundial. 

Sin embargo, las organizaciones sanitarias pertinentes recomiendan evitar su utilización en recién nacidos que están siendo amamantados, a no ser que sea médicamente necesario, para evitar su interferencia en la lactancia materna por las diferencias en el patrón de succión entre ambos, postponiendo su empleo hasta que la lactancia esté bien establecida. 

Otro efecto perjudicial con el que se ha relacionado es el de las maloclusiones, principalmente mordida abierta anterior, mordida cruzada posterior y resalte interincisivo aumentado. Son numerosos los estudios que avalan esta relación, pero las variables realmente trascendentes en este sentido son la duración y frecuencia de uso, así como la anatomía de los dispositivos. 

Para que las maloclusiones sean apreciables se estima la necesidad de 6 horas diarias, aunque si el abandono de la práctica es anterior a los dos años se considera que los efectos negativos generados son reversibles. 

También se ha asociado a la caries de la infancia, siempre y cuando se establezca un vínculo con la práctica de impregnar el chupete con sustancias azucaradas, ya que por sí solos no son capaces de provocar las caries.  

Del mismo modo, puede constituir un vehículo de transmisión de patógenos a la cavidad oral, por lo que se hace necesario un estricto protocolo de mantenimiento e higiene.  

En sentido positivo, se considera que la succión representa una práctica favorable para que el bebé se calme, se reconforte, se reorganice y obtenga el control cuando esté molesto o estresado. Hay publicaciones científicas que le atribuyen eficacia en el tratamiento no farmacológico del dolor. 

Un aspecto de gran relevancia es su posible efecto protector frente a la muerte súbita del lactante. Aunque no está claro los mecanismos por los que ejerce este papel, diferentes asociaciones científicas y profesionales apoyan su empleo como factor protector incidiendo en la necesidad incrementar la investigación en esta materia. 

Su fabricación debe de cumplir con una serie de normas para que sean seguros, como ser de material plástico con bordes redondeados, presentar una anilla o tirador que permita extraerlo de la boca, una tetina inferior a 3,3 cm y una base lo suficientemente grande para que no pueda introducirse en la boca. 

En cuanto a la morfología de la tetina se recomiendan aquellas de características fisiológicas o anatómicas por una mejor adaptación al paladar del niño permitiendo una posición natural de la lengua y un correcto desarrollo de los maxilares. 

Mientras al Humphrey de Casablanca siempre le quedará un París libre de humos, los bebés vengan de París o de “estar-dos unidos” podrían desplazarse por todo el planeta con sus chupetes siempre y cuando se adecuen los tiempos de empleo y se respeten unas normas de fabricación, higiene y mantenimiento.