Ávila, la ciudad convertida en museo de Santa Teresa de Jesús
En una mañana se pueden recorrer las casas, iglesias y monasterios donde la santa nació y vivió, en el siglo XVI, en la edad de oro de la ciudad
En Ávila se escribieron algunas de las páginas más sobresalientes de la mística hebrea, islámica y cristiana, pero su capital es reflejo vivo, siglos después, de la infancia, juventud y madurez de Santa Teresa de Jesús.Una ruta por casas, palacios, iglesias y museos sirve para reflejar su vida en la ciudad castellano-leonesa aunque su cuerpo yazca en Alba de Tormes.
La visita, que se realiza sin problemas en una mañana, invita a recorrer las calles y rincones que la Santa (Ávila, 1501. Alba de Tormes, 1585) pisó, y recordar en sus arquitecturas la vida e inquietudes de esta mujer, que revolucionó la sociedad de su tiempo con su actitud y la radical reforma del Carmelo, en la Edad de Oro de la ciudad.
El paseo puede iniciarse en la iglesia y convento de Santa Teresa, levantados sobre su casa natal con el apoyo del Conde Duque de Olivares y con una gran cripta abovedada de enterramientos soterrada, actual museo teresiano. Cuenta con una capilla y una pequeña huerta, y en la misma plaza se encuentra la Sala de las Reliquias y una tienda de recuerdos.
Puede visitarse también la Iglesia de San Juan Bautista, de origen románico y transformada en el siglo XVI, donde Santa Teresa recibió el bautismo en una pila gótica que aún se conserva, así como el Palacio de Núñez Vela, quien fuera primer virrey del Perú, además de padrino de la Santa.
Visita obligada
Además de la capilla de Santa Teresa de la catedral abulense, que fue construida, en estilo renacentista, por Pedro del Valle, son de visita obligada los Cuatro Postes, el privilegiado mirador sobre la ciudad amurallada, donde se cuenta que la familia encontró a Santa Teresa y a su hermano Rodrigo cuando huyeron para sufrir martirio en tierra de moros. La aventura no llegó más allá del puente sobre el Adaja, de estilo románico y vía de acceso a la ciudad desde Occidente.
Y para los muy cafeteros, la ruta podría seguir por el convento de Nuestra Sª de Gracia, donde se internó voluntariamente; el monasterio de la Encarnación, donde permaneció casi ininterrumpidamente desde 1535 hasta 1574, con su celda reconvertida en oratorio; la Casa de Dª Guiomar, una de su mejores amigas, o el monasterio de San José-Las Madres, su primera fundación.
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