El domingo 19 de junio publicaba aquí un artículo titulado Arqueología en Gorbeia. Intentaba convencer al lector de una supuesta relación entre esta disciplina científica y el alpinismo. No creo lo logré. Pues nada, voy de nuevo a la carga con esa supuesta relación montañera y arqueóloga, siempre y cuando se excave en la montaña, claro, y no en el casco urbano de Mundaka, por citar uno de los 112 pueblos de Bizkaia.

Aquel trabajo fue gracias a la conferencia que Tana, Juan Carlos López Quintana, ofreció en el Parketxe de Gorbeia en Areatza acerca de tres intervenciones arqueológicas que Agiri ha llevado a cabo durante años en Larreder. Juancar me dice que esto que os voy a contar se refiere al dolmen de Errekatxueta, siendo las dos fotografías que publicamos de su autoría y lugar.

La historia de este dolmen es muy curiosa. Rotaeche, jauntxo de Zeanuri, pionero montañero y deportista, un sportman, quien levantó el primer refugio privado alpino en Bizkaia, acostumbraba a cazar buitres con cepo y un día se cobijó en unas rocas en forma de mesa para esperar la presa. Al salir se fijó detenidamente en el lugar donde había estado y comprobó asombrado que era un dolmen. Excavó un poco y encontró huesos humanos, collares hechos con dientes de jabalí, amatistas con el brillo perdido después de tantos siglos, tazas, etc.

Cuando fue a comunicar al museo de Bilbao su descubrimiento, algunos pastores que le habían visto, cavaron creyendo que encontrarían un tesoro y lo destruyeron todo. Rotaeche llevó a un etnólogo para que estudiara el significado de este monumento funerario y según dijo, la campa de Arimekorta es divisoria de aguas, pues las que caen hacia Bizkaia van al golfo de Bizkaia y las que vierten a Araba van al Mediterráneo.

Dolmen de Errekatxueta. | FOTO: AGIRI

Según costumbre misteriosa que tenían los antiguos vascos, a las divisorias de aguas les daban un significado y enterraban allí a sus jefes muertos. Por eso hay dólmenes en Aralar y otros lugares. Los pastores ancianos tenían la costumbre, por tradición y sin saber por qué, de descubrirse al pasar por esta campa, que se llama Arimekorta (sel de las almas).

¿Qué es la arqueología y que relación tiene con la antropología? Siempre he pensado que estas ciencias están ligadas con el origen del alpinismo, salvando distancias científico-deportivas, pero hay materia de interés que nos une. Seguro que sigo buscando excusas para unirlo pues yo lo tengo claro.

Veamos, la arqueología es una disciplina de la antropología. Es la ciencia que estudia las manifestaciones materiales de la antropología, que es la que estudia las culturas humanas. Los primeros datan el origen social de los elementos físicos que sacan de las excavaciones y con ello realizan una cronología, llamémosle social. Los antropólogos ven otros valores en su estudio. Arqueología es una palabra griega que significa viejo o antiguo.

Los arqueólogos encuentran restos materiales. Realizan un trabajo científico de catalogación, primero de campo, y luego de laboratorio. Finalmente escriben unos informes que seguro es lo que más les cuesta, aunque ya tengan las fichas del puzzle que han descubierto, roto, bastante atadas. Aquí, podemos leerles en la revista de Eusko Jaurlaritza Arkeoikuska, o en Kobie (Bizkaiko Foru Aldundia), entre otros pocos documentos impresos que nos muestran las excavaciones y hallazgos del año anterior a su publicación.

¿Y dónde queda la etnografía? Igual es un sucedáneo de ambas, nuestro departamento de Aranzadi es el más longevo que tenemos en esta disciplina, es un ejemplo. Lo lidera Fermin Leizaola, Mintxo, el último gran etnógrafo vasco, grandísimo montañero, espeleólogo, compañero de Barandiaran y aquellos pocos que despuntaron en origen en suelo vasco. La etnografía busca identidad de lo que estudia, estilos de vida, el comportamiento social y las prácticas culturales del grupo humano.

Por terminar, todos y cada uno de los arqueólogos que conozco son montañeros. Algo habrá.